La ley de la frontera

Tiempo de lectura: ...

Las grandes ciudades se expanden sobre su entorno a pasos agigantados y generan efectos socioambientales difíciles de manejar. La especulación inmobiliaria y la falta de regulación y planificación, entre las principales causas. El caso de Río Cuarto.


Avance. En los últimos años se sumaron 50 hectáreas edificadas por fuera de la ampliación del ejido urbano de Río Cuarto realizada en 2011. (Daniel Ramonell)

La prosperidad de algunas ciudades, el éxodo poblacional, sobre todo desde el interior de las provincias hacia zonas centrales, la falta de regulación y de planificación sobre la disposición del suelo y lo que se conoce como financialización de la vivienda –es decir, la producción de propiedades con el fin de asegurar activos financieros–, traen como consecuencia que los límites entre la ciudad y lo que la rodea no sean claros. El correlato de todo esto son ciudades que crecen desordenadamente, Estados municipales que deben correr tras la demanda de servicios e infraestructura para los nuevos barrios y gente desplazada porque las actividades agrarias tradicionales dejaron de ser rentables y sucumben frente a la especulación inmobiliaria.
Un estudio realizado por María de los Ángeles Galfioni, investigadora del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Río Cuarto, advirtió que en los últimos años se agregaron unas 50 hectáreas edificadas por fuera de la ampliación del ejido urbano realizada en 2011, lo que le sumó a esta ciudad cordobesa 2.500 hectáreas.
Galfioni vaticinó además que, en caso de que persista ese ritmo de expansión urbana, la localidad necesitaría, para 2030, 1.200 hectáreas más, con una población estimada para esa fecha de 184.000 habitantes, es decir, 27.000 personas más que las relevadas por el censo de 2010.
«La ciudad viene avanzando sobre tierras rurales de manera espontánea y caótica. En gran medida, como consecuencia del auge de emprendimientos inmobiliarios que han marcado el ritmo de expansión espacial, acompañado por innumerables excepciones permitidas a la normativa vigente», sostuvo la investigadora a medios locales.
Lo que ocurre en Río Cuarto es solo una muestra de un fenómeno que tiene lugar en muchas de las ciudades argentinas. En 2015, un informe oficial mostraba que en la provincia de Mendoza el 11% de las tierras rurales o de «interfase» habían pasado a ser urbanas entre 2001 y 2010, en base a datos del Censo Nacional de 2010.
«Las ciudades tienden a expandirse sobre su entorno y este es un fenómeno que se da en las ciudades que crecen, ya sea por su prosperidad o porque la gente se traslada allí en busca de empleo o asistencia del Estado. En general, los lugares donde se asientan las personas es en la periferia, que no tiene ningún tipo de normativa o de planificación. Otro motivo de crecimiento del avance de lo urbano sobre lo rural es el hecho de que las clases medias altas buscan lotes más baratos que los que se sitúan en áreas centrales de las ciudades y se van moviendo hacia la periferia, sin ningún tipo de contención. Por otro lado, la transformación de los modos de producción rural y, fundamentalmente, el auge de monocultivos como la soja generan poco empleo y explican la desaparición de la población rural y la ida a las ciudades. Además esas tierras pasan a tener alta rentabilidad», explica, en diálogo con Acción, Marcelo Corti, arquitecto, urbanista y director de la Maestría en Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba.
De esta forma, señala Corti, quien es director de la revista digital Café de las ciudades, hoy los límites de las ciudades son una suerte de «campo de batalla» entre el cultivo extensivo, sobre todo en la llanura pampeana, y una urbanización desordenada de distintas características.
«Están los sectores sociales de mayores ingresos que van compitiendo por los lugares y el resultado es un límite bastante impreciso, lo que se conoce como ciudad difusa o dispersa, es un territorio llamado por algunos periurbano, que no tiene características ni de campo ni de ciudad en el sentido tradicional, sino una mezcla entre ambas cuestiones», sostiene.

Impacto
El avance de la ciudad sobre las tierras rurales ciertamente trae consecuencias. Por un lado, se produce un crecimiento urbano, pero con poca ocupación de habitantes en el territorio. Además, estos se encuentran alejados, lo cual trae aparejada la necesidad de extender demasiado las redes de infraestructura y servicios, esto es: apertura de calles, transporte público, redes de agua y cloacas.
«Es muy caro porque la ciudad se extiende demasiado, hay estudios que muestran que hay ciudades que han crecido en muy pocos años un 50% en la superficie que ocupan sin que la población haya aumentado en términos semejantes. Esto, por un lado, lleva a un crecimiento muy fuerte de los requerimientos de infraestructura y servicios, hay que crear escuelas, hospitales o salas de salud, son costos muy fuertes para los municipios y muy pocos están en condiciones de afrontarlos. Otra de las consecuencias, sobre todo en las grandes ciudades que tenían lo que se conoce como cinturón verde, que era una zona de cultivo frutihortícola que las abastecía de vegetales, verduras y frutas, es que estos espacios están en decadencia porque la rentabilidad de estos cultivos no puede competir con la rentabilidad de transformar campo en ciudad, es decir de lotear, porque el suelo urbano siempre es más caro que el suelo rural», asegura Corti.
Por otra parte, el cultivo extensivo utiliza herramientas como la fumigación. Esto es un problema cuando el campo y la urbanización se tocan. «En vez de existir un colchón entre la producción rural extensiva y la ciudad, la soja se siembra al borde de los barrios y eso genera conflictos, es uno de los problemas territoriales y urbanísticos más fuertes que tiene el país», asevera el arquitecto.

Edificios vacíos
Según los especialistas, el avance de lo urbano sobre lo rural va acompañado de una expansión periférica muy fuerte, con proyectos o megaproyectos en los centros de las ciudades pero sin que el crecimiento de la población lo justifique, con lo cual hay una deseconomía.
«Lo que existe hoy es la especulación sobre el suelo tradicional sumada a la financialización, es decir, la producción de propiedades para generar activos financieros que no responden a la lógica de uso o demanda habitacional. Esto es un fenómeno mundial, ocurre acá y en Londres con edificios enteros vacíos porque los compró un jeque árabe. Creo que el Estado debe comprender que tiene que asumir un rol de liderazgo y tener políticas muy fuertes de intervención sobre el suelo, legislación para el ordenamiento territorial y ser más estricto en la prohibición de la expansión urbana. Hay que desarrollar la ciudad dentro de los límites consolidados –concluye Corti–, aprovechando los equipamientos, maximizando el aprovechamiento de la infraestructura y servicios».

Estás leyendo:

La ley de la frontera