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Medalla de oro en Londres 2012, el taekwondista argentino competirá en México para obtener una plaza en los juegos de Río, tras recuperarse de una severa lesión.

 

Regreso. Ya recuperado, Crismanich volverá a buscar su lugar en el podio olímpico. (AFP/Agenciauno/Rodriguez)

Sebastián Crismanich regresará un año después a Aguascalientes, México, para conseguir la clasificación para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. El taekwondista argentino, medalla de oro en Londres 2012 en la categoría de hasta 80 kilos, se jugará entre el 10 y el 13 de este  mes, en el torneo preolímpico, la última carta en la ciudad mexicana en la que sufrió el 19 de marzo de 2015 la fractura de tibia y peroné con desplazamiento en su pierna derecha, la que lo dejó ahora sin margen de error. «Hay una plaza para Río. Es a todo o nada, pero ya venía con confianza; ahora me tengo más fe que antes para clasificarme a los Juegos y poder defender el oro olímpico», dijo Crismanich después de que obtuviera el bronce en su vuelta, once meses después de la lesión, en el Abierto de Estados Unidos, a principios de febrero en Nevada. «Ahora siento que soy mejor persona y deportista –agregó en un comunicado de prensa–. Cuando te pasa una lesión atravesás muchos estadios: incertidumbre, tristeza, esperanza, ansiedad… El mundo se te viene encima, pero si lo superás, te fortalece. Y yo lo superé con un gran trabajo en equipo». Crismanich, a quien el basquetbolista Luis Scola le cedió la bandera argentina en la ceremonia de clausura de Londres 2012 como gesto por el oro olímpico logrado en una disciplina individual después de 64 años, se perdió el año pasado los Juegos Panamericanos de Toronto, clasificatorios a Río de Janeiro. En Nevada padeció sobrecargas y calambres, y se despidió del torneo sin competir en la final. «Física y mentalmente me sentí muy a gusto. A medida que pasaban los combates me fui notando mejor y encontrándome conmigo, que era lo que quería. El objetivo era entrar a pelear sin pensar en la pierna y lo logré. La lesión ya es algo del pasado», determinó el correntino de 29 años, que es entrenado por su hermano Mauro. Las lesiones no son nuevas para Crismanich: cuando ganó el oro en los Juegos de 2012 ante el español Nicolás García Hemme terminó con una fractura de tibia derecha, y entre 2013 y 2014 se rompió los ligamentos cruzados de ambas rodillas: el posterior derecho, primero, y luego el anterior izquierdo. Porque de este material, de las interrupciones, también está hecho un deportista de elite.
Psicólogo deportivo, sesiones diarias de kinesiología por la mañana, una hora de gimnasio por la tarde para fortalecer la rodilla y técnicas de patadas progresivas incluyeron los meses de recuperación después de aquel día que se retiró del tatami en camilla en Aguascalientes para ser operado: le colocaron un clavo en la tibia derecha para corregir la dirección del desplazamiento. Ahora, dos semanas más tarde de la reciente vuelta en Estados Unidos, Crismanich se ausentó en el Abierto de Canadá en Montreal por un microdesgarro en el gemelo derecho. El cuerpo técnico de la selección argentina de taekwondo decidió preservarlo, sacarle ritmo de competencia en procura de cuidarle el físico para la gran nueva cita en Aguascalientes. «No hay nada de qué preocuparse. Ya estamos trabajando sobre eso, y va a estar todo bien», le dijo Mauro Crismanich al diario correntino El Litoral.

Paso a paso
No le gusta ver la medalla olímpica. La tiene «encajonada», para evitar cruzársela y vivir de los recuerdos. «Escuchame: voy a ser nuevamente medallista olímpico», le repitió, sin cansarse, a su psicólogo. «Hay que ir despacio, paso a paso, superando obstáculos para llegar bien a México. Tengo mucha ilusión con estar en Río y volver a pelear otra vez por una medalla», dijo. Para ganarle el combate a la ansiedad, pasó horas en su centro de entrenamiento de taekwondo para chicos en Corrientes, que abrió gracias al apoyo de la Secretaría de Deporte de la Nación, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) y el Comité Olímpico Argentino. También realizó viajes para dar charlas por todo el país. Lejos de la superstición, no cree en la mala suerte. Fue en Querétaro, México, donde un año antes Crismanich logró la clasificación a Londres 2012, una bisagra en su vida. Allí también hubo llanto, lesión –siempre una lesión– y, al poco tiempo, llegó su consagración en la historia del deporte argentino.

Roberto Parrottino

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