Las dos caras de la India

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En el marco de fuertes protestas por la situación laboral, el primer ministro Narendra Modi enfrenta el avance opositor de cara a unos comicios multitudinarios. Desafíos en un país que oscila entre el crecimiento económico y la persistente pobreza.


Bangalore. Trabajadores nucleados en sindicatos en la masiva huelga nacional del 8 de enero. (MANJUNATH KIRAN/AFP/DACHARY)

Entre abril y mayo, India se convertirá en el escenario del ejercicio democrático más grande del mundo: unas 850 millones de personas podrán elegir a quienes serán sus representantes políticos por los próximos cinco años. En un 2019 que comenzó altamente conflictivo, el primer ministro Narendra Modi intentará conservar el poder a pesar de las dificultades que atraviesa el país en torno al desempleo y la exclusión social. En la vereda de enfrente asoma el histórico Partido del Congreso, que supo ser liderado por Mahatma Gandhi y que busca recuperar terreno perdido.
Las colosales elecciones permitirán constituir el Lok Sabha, como se conoce a la Cámara Baja india, formada por más de 500 miembros y de la que emergerá el próximo primer ministro. Hasta el año pasado, los resultados parecían cantados: Modi, el dirigente más popular del país, vencería con facilidad. Pero las cosas empezaron a cambiar hacia fines de 2018, cuando la oposición ganó tres de los cinco comicios estatales. Así, el Partido del Congreso, que había perdido el poder a manos de Modi en 2014, recuperó protagonismo. Ahora, su líder, Rahul Gandhi, sueña con alcanzar el cargo que supieron ostentar su padre Rajiv (sin relación familiar con el líder de la independencia), su abuela Indira y su bisabuelo Jawaharlal Nehru.

Promesas bajo la lupa
Los especialistas consultados por Acción coincidieron en que el cambio del panorama electoral está íntimamente relacionado con las transformaciones experimentadas por la sociedad india en los últimos tiempos. Pablo Kornblum, economista y doctor en Relaciones Internacionales, explicó que «tanto la globalización como la inserción de una enorme cantidad de consumidores al mercado global, generaron en India mayores demandas de parte de una población con exigencias crecientes hacia un gobierno que no puede satisfacerlas». María Paz Harfuch, coordinadora de la Maestría en Economía y Negocios con Asia Pacífico e India de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), agregó que el progresivo aumento del nivel educativo entre los más jóvenes impactó de lleno en la política. «Las nuevas generaciones, conscientes de las promesas que los candidatos realizan, exigen un cumplimiento de estas para poder avanzar en conjunto y explotar su potencial como país», apuntó.


En acto. Modi, líder del Partido Popular. (MANJUNATH KIRAN/AFP/DACHARY)

Una de esas promesas fue la que el nacionalista conservador Modi, también líder del Partido Popular Indio, hizo durante 2017, cuando aseguró que durante su gestión se crearían diez millones de puestos de trabajo. Un lustro después, resulta difícil determinar si cumplió o no con su palabra. Según lo publicado por el diario India Times, el gobierno calculaba llegar a la meta establecida en marzo de este año. Sin embargo, la oposición sostiene que, en realidad, solo en 2018 se perdieron 11 millones de puestos de trabajo, de acuerdo con las cifras del Centro de Seguimiento de la Economía India (CMIE, por sus siglas en inglés). La misma fuente indica que la tasa de desempleo llegó al 7,4% en diciembre, el dato más alto en los 15 meses anteriores. Los opositores dan un ejemplo para graficar la situación: en enero del año pasado, el Ministerio de Ferrocarriles abrió una búsqueda laboral para cubrir 63.000 puestos, a la que se inscribieron, nada más y nada menos, que 19 millones de personas.

Escenarios
Más allá de las cifras que se tomen, lo cierto es que el malestar y la preocupación en torno a la cuestión laboral son palpables en las calles. En enero, más de 200 millones de trabajadores –para que se entienda: cinco veces la población de Argentina– participaron de diversas huelgas generales que paralizaron el país. El Consejo Central Indio de Uniones Sindicales (AICCTU), una de las organizaciones convocantes, enumeró los motivos de las protestas: creciente desempleo, precarias condiciones laborales, bajos salarios, informalidad e inflación.
El economista Kornblum señaló que la situación de los trabajadores –sobre todo, la desocupación entre los más jóvenes– será uno de los principales retos internos para el próximo gobierno indio, pero no el único. «Hay problemáticas estructurales, como la corrupción bajo estructuras estatales que no proveen servicios públicos adecuados, los beneficios exorbitantes a las castas privilegiadas, los derechos cercenados a las mujeres y las tensiones religiosas no resueltas», explicó. Los desafíos no serán menores a nivel internacional. Como apuntó Harfuch, licenciada en Relaciones Internacionales, India «es un país de suma relevancia a nivel global, tanto por su magnitud demográfica como por su desarrollo comercial y tecnológico». Con capacidad nuclear y más de 1.300 millones de habitantes –es el segundo país más poblado del planeta después de China–, el futuro gobierno «deberá comprometerse en aspectos cruciales, como la erradicación de la pobreza y la preservación del medio ambiente».
Está claro: el ganador de las elecciones no la tendrá nada fácil. Quien asuma el cargo de primer ministro deberá ponerse al hombro a este verdadero gigante de dos caras: por un lado, el país pujante que crece a tasas chinas y que cobra cada vez más protagonismo en el tablero internacional; por otro, el escenario de la miseria, la marginalidad y las carencias eternas.

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