Libre circulación

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El Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre convoca a miles de usuarios y programadores de toda la región. Por la democratización del conocimiento.

 

UTN. La Universidad Tecnológica Nacional fue una de las sedes de un evento que se llevó a cabo en 30 ciudades del país. (Martin Acosta)

M uchos todavía no saben siquiera qué es, y otros tantos que sí han escuchado hablar del software libre suelen considerarlo apenas una opción gratuita a la de los grandes emporios tecnológicos como Microsoft, Adobe, Oracle, etcétera. No está errada la presunción, pero es largamente incompleta. En un mundo dominado esencialmente por oligopolios que buscan mantener un control económico y técnico obsesivo sobre lo que producen, el software libre avanza y se apoya sobre la construcción colaborativa y la circulación del conocimiento. El Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre (Flisol) es hoy en día una de las máximas expresiones de la penetración y expansión de esta tendencia en la región.
El Flisol se inició en 2005 y desde 2008 tiene lugar todos los años el cuarto sábado de abril simultáneamente en cientos de ciudades de toda América Latina. Ese día, la comunidad de software libre de la región, apoyada por diversas instituciones y entidades públicas y privadas, lleva adelante instalaciones masivas y gratuitas de sistemas operativos para quien lo desee y múltiples charlas y talleres. La idea es promover por todas las vías posibles las bondades y los debates que trae consigo el software libre.
En Argentina, 30 ciudades tuvieron este pasado 26 de abril un evento participante del festival. En la ciudad de Buenos Aires, eso incluyó dos jornadas intensivas que se iniciaron de manera simbólica el viernes 25 en la planta baja de la Jefatura de Gabinete de la Nación (la del 26 tuvo lugar en la Universidad Tecnológica Nacional). La elección de la locación tuvo que ver con que ahí transcurren semanalmente las reuniones de los grupos de trabajo de Agenda Digital, que formó parte de este Flisol y es un espacio de debate multisectorial (creado por el decreto presidencial Nº 512/2009), «orientado al aprovechamiento de las posibilidades que ofrece la sociedad de la información y el conocimiento», según reza en su sitio web www.agendadigital.gob.ar.
Otra muestra del involucramiento del Ejecutivo nacional en la temática fue que la introducción estuvo a cargo de Pablo Etcheverry, director de Recursos Informáticos de la Oficina Nacional de Tecnologías de la Información; Constanza Necuzzi, gerenta de contenidos de Conectar Igualdad y Santiago Ceria, de la Fundación Sadosky. El trío planteó ejes que habrían de atravesar el festival: la importancia del software libre desde la perspectiva de la soberanía tecnológica y del aspecto pedagógico pensando hacia el futuro; y la necesidad de valorizar el trabajo de los desarrolladores (para no confundir libre con gratis) y de disparar la conciencia sobre las complejidades que este proceso implica desde la gestión gubernamental.
Durante las jornadas se llevaron a cabo exposiciones y actividades que trataron temáticas tan variadas como una introducción básica al software libre (hubo una charla intitulada «Linux para tu vieja»), herramientas de educación a distancia, lenguajes de programación, soberanía tecnológica, virtudes y problemáticas de la nube (y cómo crear una propia en casa), recursos en software libre para personas con impedimentos físicos, voto electrónico, robótica, videojuegos, cine de animación, cooperativismo y un largo etcétera. Ambas sedes vieron transitar tanto público especializado como neófitos y legos totales en la materia.

 

Cajas abiertas
Para entender el por qué de la creciente importancia de un evento como el Festival Latinoamericano de Software Libre, primero es necesario repasar los modelos de producción, generación y circulación del conocimiento.
Programas y sistemas operativos como Windows, Word, Photoshop, entre otros, son parte de lo que se conoce como software privativo: productos no solamente caros (descargas ilegales al margen), sino que se ofrecen como una caja cerrada. El programa es lo que es, y la única opción es aprender sus reglas. Al nivel de los gobiernos, hay que sumarle la compleja trama de espionaje internacional con centro en EE.UU. denunciada por el ex espía Snowden. Esto último se ha convertido en una preocupación para la región y ha puesto sobre el tapete la necesidad de elaborar soluciones informáticas autóctonas e independientes de las grandes corporaciones.
El software libre, por otra parte, se apoya sobre cuatro principios básicos que se repiten como mantra:
• La libertad de ejecutar el programa, para cualquier propósito y en cualquier sistema o dispositivo.
• La libertad de estudiar cómo trabaja el programa, y cambiarlo para que haga lo que uno quiera. El acceso al código fuente (el texto, el código genético que hace al programa) es una condición necesaria para ello.
• La libertad de redistribuir copias para que puedan ayudar al prójimo.
• La libertad de mejorar el programa y publicar sus mejoras y versiones modificadas en general, para que se beneficie toda la comunidad.
Así es como nace Linux, con todas sus variantes, como alternativa a Windows de Microsoft. Y lo mismo ocurre actualmente en programas de alta gama como Word, Photoshop o Premiere (video), con LibreOffice, Gimp o Blender, sólo por poner algunos ejemplos.
En otras palabras, si el software privativo es una caja cerrada donde no se sabe qué hay dentro, el libre es una caja que se puede abrir y muestra todas sus piezas para quien quiera jugar con ellas.

 

Medios y fines
El conocimiento da poder, dicen. Las computadoras funcionan en base a software; quien sabe programar es quien tiene el poder. Durante las dos jornadas, uno de los ejes más preponderantes en Buenos Aires, y que también estuvo presente en varios de los otros encuentros en el país, fue el rol del software libre dentro del aula como medio y como fin.
Necuzzi destacó el primer día las más de 3.800.000 netbooks que el programa Conectar Igualdad lleva distribuidas entre estudiantes de colegios secundarios públicos de toda la Argentina. A eso habría que sumar las del Plan Sarmiento, distribuidas en Buenos Aires por el Gobierno de la ciudad. Santiago Ceria, quien desde la Fundación Sadosky participa en la iniciativa Program.ar, que busca estimular el acercamiento a la programación, recalcó también en ese primer encuentro con el público que es necesario entender el desarrollo informático como un espacio con gran potencial no sólo laboral sino de aceleración de la innovación y la creatividad.

Charlas. Programas, educación y soberanía tecnológica fueron algunos de los temas. (Martin Acosta)

Por su parte, Verónica Xhardez, investigadora y miembro de la asociación SoLAr (Software Libre Argentina) y de la cooperativa Elvex, dio una charla sobre la dimensión social del software libre junto con Juan Pablo Míguez, también de SoLAr. Xhardez planteó la necesidad de comprender que la sola distribución de computadoras no significa automáticamente inclusión ni cambio; es en la apropiación de la tecnología por parte de los usuarios cuando la transformación se produce. En ese sentido, explicó que la característica comunitaria y colaborativa del software libre lo convierte en el camino a seguir que permitiría llevar a una «innovación permanente».
Dentro de la línea planteada por Xhardez, Huayra fue uno de los nombres mencionados en numerosas presentaciones. Se trata de un sistema operativo a base de Linux desarrollado localmente e instalado en las netbooks distribuidas a estudiantes por el plan Conectar Igualdad. Los nuevos modelos, además, vienen con una serie de aplicaciones que permiten explorar cuestiones de robótica, creación de videojuegos y cine de animación –entre otras posibilidades–. Valentín Basel (Ícaro, robótica) y Hugo Ruscitti (Pilas Engine, videojuegos y stop motion), por caso,  ejemplificaron la puesta en práctica de sus programas y su funcionamiento, explicando que la idea es generar opciones de fácil manejo y poco requerimiento de recursos que permitan una primera aproximación por parte del alumno para la posterior indagación personal.
«El software libre no es gratis», planteó Etcheverry en su presentación inaugural. La afirmación apuntaba a señalar el esfuerzo invertido detrás de cada programa consumido por los usuarios, pero también al software libre como generador de trabajo.
Una visión romántica habla de programadores o hackers trabajando en solitario, rebeldes que se plantan frente a las formalidades del mercado. Pero la modalidad que se impone y avanza es la del cooperativismo. José Masson, de la cooperativa de trabajo Gcoop, dio un panorama general, habló de la experiencia personal y luego también de Facttic (http://facttic.org.ar), la federación que nuclea a las cooperativas de software del país, que ya cuenta con 24 miembros en distintas provincias.

 

Público y privado
Por otra parte, si bien los clientes para estos desarrolladores provienen tanto del ámbito privado como público, es este último quien tiene el mayor potencial de impulsar el crecimiento del sector. La posibilidad de construir soluciones a medida de las necesidades de las burocracias locales en detrimento de los paquetes ofrecidos por grandes empresas extranjeras, las características de la gestión pública y el debe y el haber del Estado y los desarrolladores fueron parte de los tópicos que aparecieron en el festival.
Durante dos días, fue normal ver gente ir y venir con sus notebooks o netbooks para que les instalaran alguno de los sistemas operativos a base de Linux, como Linux Mint, Ubuntu, Fedora o Huayra. Asimismo, evidenciando que ya ha dejado de ser una cuestión sólo para especialistas, fue interesante la presencia de público de diversos entornos que se acercó y participó activamente de las más de cuarenta charlas y talleres que ofrecieron desde herramientas y nociones básicas hasta propuestas avanzadas. Sin embargo, el proceso lejos está de ser algo terminado o exento de tensiones. Venezuela y, posteriormente, Brasil y Ecuador se han convertido en los ejemplos de países latinoamericanos que optaron por pasar la estructura de la administración pública a la utilización de software libre como política de Estado. En Argentina, pese a los avances en la materia y la creación de espacios clave como Agenda Digital, continúan conviviendo por diferentes razones las implementaciones de desarrollos en base a software libre con otras de software privativo.

Diego Braude

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