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Líder colectivo

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Agustín Creevy, capitán de Los Pumas, se erige como una pieza clave del resurgimiento del seleccionado, gracias a un estilo de conducción que prioriza la armonía grupal.

 

Figura. Creevy y la pelota, en un encuentro entre Los Pumas y los All Blacks, en 2015. (AFP/Dachary)

El momento más feliz de la vida de Agustín Creevy, según él mismo reconoce, le llegó por teléfono en el 2013: «Quiero que seas el capitán de Los Pumas». Del otro lado de la línea lo llamaba a Inglaterra, donde estaba jugando para Worcester Warriors, Daniel Hourcade, el entrenador del seleccionado argentino de rugby, quien le hizo un pedido que tomó por sorpresa al jugador, por entonces con 28 años.
La decisión de Hourcade tuvo efectos positivos en varios niveles. Con Creevy como capitán, Los Pumas finalizaron cuartos en el último mundial de Inglaterra, y más importante aún, el equipo mostró una identidad de juego que abre grandes expectativas de cara al futuro. Logros, como señala Creevy, que van más allá de la reciente Copa del Mundo. «El 2015 fue un año muy bueno no solo por el Mundial. Salir terceros en el Rugby Championship –torneo del que participan los mejores seleccionados del mundo– y ganarle a Sudáfrica con la presencia de Los Pumas del 65, como visitante, fueron situaciones muy positivas para los jugadores, el staff y la dirigencia», dijo en una entrevista reciente.

Tiempo de renovación
Creevy acredita una historia signada por su afán por superarse. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, el jugador nacido el 15 de marzo de 1985 en La Plata incursionó en este deporte recién a los 13 años. El punto de quiebre, el que juntó a Creevy con el rugby, fue el colegio. Tras su paso por la  institución Nuestra Señora del Valle, continuó sus estudios en San Luis, donde empezó y edificó su carrera. Allí realizó las inferiores e hizo su debut en primera en 2004 ante Hindú. Posteriormente, llegó un salto cualitivo: fue transferido a Francia para jugar en Clermont y Montpellier, y luego en Inglaterra. Una carrera que no paró de crecer hasta ese llamado de Hourcade pidiéndole que fuera el capitán de los Pumas.
Hourcade había asumido recientemente en el seleccionado en reemplazo de Santiago Phelan, quien había dejado su cargo desgastado por los años al frente del equipo y ahogado por las internas con algunos históricos referentes que ya estaban cerca del retiro. La responsabilidad de la renovación, entonces, recayó en el nuevo director técnico, al que no le tembló el pulso. Y su primera medida fue ese llamado a Agustín Creevy, relegando para el puesto a apellidos como Fernández Lobbe o Juan Hernández, entre otros posibles candidatos. Creevy asumió la empresa con total responsabilidad y alguna particularidad: cuando tomó la capitanía acumulaba apenas dos partidos como titular con la celeste y blanca. Sin embargo, se puso al frente del equipo y comenzó con el cambio al adoptar un rol gravitante en cuanto a priorizar la armonía del grupo. Así comenzó esa refundación Puma que se vio durante el último Mundial en 2015. En ese sentido, cobran importancia las acciones que tomó como líder. Uno de las  más radicales que impuso fue el de «acercar» el equipo a la gente y fortalecer el vínculo con los jóvenes. La transformación fue progresiva y recibió la aceptación de la mayoría de los jugadores, que enseguida confiaron en la capacidad y audacia de Creevy, virtudes que ya había demostrado con anterioridad.
De hecho, su primer gran sacrificio por Los Pumas había llegado seis años antes, cuando decidió cambiar de puesto. Así fue que pasó de tercera línea a hooker, una de las posiciones más complejas de este deporte ya que en ese puesto recae el manejo del scrum y del lanzamiento del line, las bases del juego. Para eso se tuvo que preparar. Porque si bien su debut en la selección había sido en 2005, él era consciente de que si quería llegar a brillar con el combinado nacional debía  evolucionar. «Como tercera línea no iba  a ningún lado», reconoce. «Por eso cambié. Y me costó mucho. Al principio sufría, no me salían las cosas, tiraba mal la pelota  y por no conocer el puesto, terminaba dolorido en los scrums», explica. Con perseverancia, el jugador se convirtió en una pieza fundamental del equipo. Alcanza con mencionar su presente. Además de capitán de Los Pumas –selección con la que disputará el Rugby Championship y otros relevantes partidos–, y ya con dos Mundiales en su currículum, comandará a los Jaguares, el equipo argentino conformado exclusivamente por jugadores de Los Pumas que desde febrero jugarán el Super Rugby, una liga que congrega a los más importantes equipos de Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Se trata de un examen exigente para el rugby argentino, que retornó a los primeros planos y aspira a seguir creciendo, con Creevy como protagonista estelar.

Gustavo Pando