Los medios y el coronavirus

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Ezeiza. El miedo llegó antes que el virus. (Télam)

Los protocolos y acciones puestos en marcha en todo el mundo por la epidemia del coronavirus covid-19 apuntan a contener la diseminación de una enfermedad altamente contagiosa. Con índices de propagación que van, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 1,4% y un 2,5% (frente al 1,3% de la gripe común) y la ausencia de anticuerpos en la población, su propagación podría adquirir un ritmo muy acelerado, lo que amenazaría la capacidad de los sistemas de salud de dar respuesta a los afectados y, sobre todo, a la población de riesgo (ancianos, personas con enfermedades respiratorias o inmunodeprimidos).
La OMS advirtió que, junto con el virus, se está diseminando una «peligrosa epidemia de información falsa» a la que denominó «infodemia». Al igual que en otras oportunidades, el tratamiento irresponsable y sensacionalista de la información distorsionó la percepción del riesgo y generó un injustificado clima de catástrofe inminente. Durante las 24 horas, las pantallas mostraron una sucesión de imágenes apocalípticas: calles vacías, supermercados desabastecidos, escuadrones de salud con trajes aislantes patrullando ciudades desiertas en busca de potenciales enfermos. La repetición de esas imágenes descontextualizadas contribuyó a la propagación del miedo, del mismo modo que los mapas permanentemente actualizados por noticieros y portales de noticias para llevar la cuenta de los nuevos casos.
En nuestro país, el pánico llegó antes que la enfermedad. Mientras los móviles de los principales canales de televisión hacían guardia en el aeropuerto de Ezeiza en espera del primer caso, los barbijos se agotaban en las farmacias y su precio se disparaba, a pesar de que las autoridades de Salud habían desaconsejado su uso como medida de prevención. Desde el Ministerio se insistió en que el covid-19 es un «síndrome gripal con menos consecuencias que la gripe común». Las campañas de prevención fueron insuficientes y quedaron opacadas por los relatos de terror, que hicieron caso omiso de recomendaciones internacionales y evidencias científicas. En cambio, ciertas teorías delirantes sobre el origen del virus, no exentas de racismo y desprecio por las culturas ajenas, fueron ampliamente difundidas. A esas primeras manifestaciones de xenofobia les siguieron ataques explícitos. Medios australianos bautizaron al covid-19 como el «virus chino» mientras en las redes sociales numerosas publicaciones recomendaban abstenerse de consumir productos de ese origen. En Londres, un estudiante de Singapur sufrió fracturas y hematomas tras ser atacado por un grupo de hombres al grito de «No quiero tu coronavirus en mi país». «Es comprensible alarmarse por el coronavirus. Pero ningún miedo puede excusar los prejuicios y la discriminación contra las personas de ascendencia asiática», se vio obligada a señalar, ante el brote de ataques xenófobos, la oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En un mundo en el que el racismo y el desprecio por el otro reaparecen bajo distintos ropajes, la epidemia de miedo fogoneada por los medios, lejos de justificar los prejuicios, parece alimentarse de ellos.

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