Más de 50 trabajadores están al frente de la fábrica de tapas de empanadas ubicada en el barrio porteño de Chacarita. Recuperada en 2015 luego de un arduo proceso, apuestan al crecimiento autogestivo basado en la confianza de los clientes.
15 de marzo de 2018
En 2015, luego de varios meses sin cobrar sus salarios y en un proceso evidente de abandono y vaciamiento de la empresa por parte de sus antiguos dueños, los trabajadores de La Litoraleña decidieron tomar las riendas de la fábrica de tapas para tartas y empanadas. Lo hacían para comenzar un nuevo camino a través de la forma cooperativa. El 27 de octubre de aquel año ocuparon definitivamente la planta ubicada en el barrio porteño de Chacarita.
Con más de 40 años de historia, La Litoraleña hoy produce de manera autogestiva. Son más de 50 trabajadores que, tras una intensa lucha por la recuperación, están en una etapa distinta y prometedora. «Fue muy importante el avance que tuvimos en muy poco tiempo y ahora hay que saber llevar la dirección. Tenemos un potencial que, si lo sabemos aprovechar, nos ofrece muchas chances de crecer», dice Luis Baini, presidente de La Litoraleña.
Cuesta arriba
Trabas y disputas judiciales y una quiebra que todavía dificulta la operatividad, junto a la toma de conciencia frente a la nueva instancia asociativa, marcaron el pulso de los primeros tiempos. Sin embargo, nada los detuvo. «La clave ahora está en seguir mejorando la calidad y el servicio. Durante la gestión anterior eso se había resignado. Hemos vuelto a ese punto histórico de nuestra marca y eso es apreciado por los clientes», dice Claudio Voievidica, responsable de comercialización. A esa premisa se suma una batería de iniciativas. «Estamos enfocándonos, además de los canales tradicionales de venta, a supermercados y mayoristas. El canal distribución está avanzando y creciendo. Hemos llegado a Santa Cruz, Mendoza y Misiones y hemos hecho pie en el interior de la provincia de Buenos Aires. Se percibe una cálida bienvenida de la reconstrucción de La Litoraleña», indica Voievidca sobre la cooperativa que además produce pastas frescas y piononos.
También proyectan incrementar la colocación de los productos en el sector gastronómico, culminar los trámites de la habilitación definitiva y finalizar la obra de un nuevo local de venta al público que estará ubicado en la fábrica. Ese punto de venta se sumará al que ya existe en la avenida Garay 3768.
«Lo que se logró después de un año y medio de lucha, entre la tensión entre legalidad y legitimidad, es que la justicia por fin reconoció que tenemos derecho a la continuidad laboral luego de la quiebra de la sociedad anónima», afirma Fabián Pierucci, responsable de planificación. El arrastre de la grave situación previa parece, poco a poco, ir encaminándose hacia soluciones de mayor consistencia. Para esto fue esencial el apoyo de entidades como la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados. También del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y la filial Villa Crespo del Banco Credicoop.
«Cada mes que pasa estamos percibiendo un incremento de la demanda. Nuestros productos tienen un diferencial en relación a calidad y precio», dice Voievidca. No obstante, el futuro no depende solo de los factores externos, sino del compromiso interno. Para la nueva etapa, sostiene Pierucci, «se debe fortalecer el proceso sistemático y continuo de capacitación y consolidar los ámbitos colectivos, como la asamblea, sumados a la integración con otras entidades cooperativas».
Con casi medio siglo de historia, La Litoraleña es ahora parte del movimiento de fábricas recuperadas que asumen otro modelo de economía, más solidario y justo. «En términos de lucha obrera –concluye Pierucci– el caso de La Litoraleña es excepcional. Se logró hacer el tránsito de un trabajo con superexplotación a una forma de trabajo autogestionado que, a pesar de las dificultades, es exitoso. Como desafío, tenemos la consolidación de esta experiencia cooperativa».