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En la cadena automotriz 2016 fue un buen año para los importadores, regular para las concesionarias y malo para las terminales. La producción se retrajo, crecieron las compras al exterior y se agravó el déficit con Brasil.


Partes y piezas. Las pymes integran los diferentes anillos de la fabricación de automóviles. (Gentileza A.F.A.C)
 

Como en muchos otros casos, 2016 fue un año para el olvido en la industria automotriz. El deterioro del consumo y la recesión económica congeló la demanda interna de unidades de gama media, mientras que la crisis en Brasil impidió la colocación de saldos exportables en ese mercado. El único repunte que logró en la última parte del año el sector estuvo vinculado con la compra de camionetas de alta gama –en su mayoría 4×4– de la mano de los dueños de las grandes corporaciones agroexportadoras. Sin embargo, estas ventas no lograron traccionar, ya que la comercialización se focalizó en unidades con mayor nivel de componentes importados, lo que agravó el déficit con Brasil, el principal socio comercial.
En números, el año culmina con 500.000 automotores salidos de las fábricas del país, de los cuales 200.000 se exportaron, según cálculos de la Asociación de Fabricantes de Automotores (ADEFA). Pero fueron patentados 700.000 en total, según registros nacionales, contando las más de 400.000 unidades que entraron del exterior, de acuerdo con las estimaciones de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA). En ese esquema, el sector autopartista local fue el más perjudicado por las menores ventas y por la postergación de nuevos modelos para la producción nacional. En los últimos 20 años se observa una creciente internacionalización de la producción automotriz mundial, donde las empresas terminales optaron por fortalecer su presencia en mercados de mayor potencial. Como estrategia utilizaron la adecuación de su estructura de producción al surgimiento de grandes bloques comerciales.
La cadena autopartista incluye la producción de partes, subconjuntos y conjuntos para automóviles. El sector se encuentra integrado por empresas que se ubican en diferentes anillos de fabricación. En la primera línea, se identifica a los fabricantes de autopartes que cuentan con procesos de ingeniería y de producción global, con capacidad modular y de diseño; en el segundo anillo, se ubican aquellos con experiencia en componentes; y en el tercero, se encuentran los proveedores de componentes estandarizados, no exclusivos del sector automotor o proveedores de materias primas. Se detectan en el país algunos segmentos más competitivos, como tapicería interior, revestimientos, grandes paneles de plástico. También hay importantes segmentos que desarrollan plantas de motorización y transmisión asociadas a las terminales.
Alrededor del 50% de las ventas sectoriales son destinadas al mercado original (OEM), el 20%, al mercado de reposición; y el 25%, a la exportación. Estas proporciones fueron cambiando a través del tiempo, en función de la competitividad del país. Existen cerca de 200 empresas autopartistas localizadas en el primer y segundo anillo, y alrededor de 400 firmas orientadas al mercado de reposición. Además, hay 2.000 rectificadoras y 7.000 casas de ventas de repuestos. El 85% de las compañías están localizadas en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, que alberga el 44% de las empresas autopartistas. La cantidad de empleos directos generados por el sector asciende a 55.000,  el 4% del empleo industrial del país. El sector autopartista es, junto con el sector terminal, el tercero de la economía que más exporta.
No obstante, en 2016 se profundizó la brecha entre la producción y la comercialización de automotores en la Argentina, cuya diferencia se cubre con importados. Para este año, casi todos los lanzamientos proyectados son de vehículos importados, la mayoría de las veces a precios más que competitivos con los de producción nacional, debido al efecto que en algunos segmentos ejercen los impuestos internos.
Actualmente las ventas están repartidas entre las unidades de origen argentino (41,1%), brasileño (49,1%), mexicano (5,4%) y resto de los países (4,4%). El mayor ingreso de unidades importadas significa un fuerte retroceso en una política de fomento al autopartismo local, en cuyo segmento se habían dispuesto una serie de medidas y requisitos para asegurar un mínimo de participación de autopartes locales en la fabricación de vehículos nacionales. La cancelación de nuevos lanzamientos en el país también atenta contra el fomento de esta actividad, una de las más dinámicas.

 

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