Maternidad diversa

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«Nací en 1943 en la provincia de Tucumán y fui bautizada Leonardo». Entre lágrimas,  el 17 de octubre de 1995, Mariela Muñoz contó su historia ante un tribunal internacional reunido en Nueva York para atender casos relacionados con la violación de los derechos humanos de las minorías sexuales. Dos años antes, detenida por la Policía Bonaerense, había sido sometida a una serie de humillaciones que llevaron a los integrantes del tribunal a llamar la atención sobre el inmenso dolor, tanto físico como psicológico, al que se enfrentan las personas transexuales. «Me sometieron a un largo interrogatorio sobre mi sexo, mi vestimenta, se burlaron, me despreciaron, me desnudaron, los policías de ambos sexos me obligaron a mostrar mis genitales como si fuera una rareza de zoológico».
Fue tarotista, madre adoptiva de 23 niños, viajó a Chile para someterse a una cirugía de reasignación genital, contó su historia infinitas veces en diversos programas de televisión durante la década del 90 y, sin proponérselo, se convirtió en un emblema de la lucha por los derechos de las minorías sexuales. Fue, además la primera mujer trans que obtuvo un DNI femenino. Se lo otorgó la Justicia en 1997, cinco años antes de la sanción de la Ley de Identidad de Género.
Para entonces, Mariela Muñoz ya se había transformado en un personaje público. En 1993, por orden de un juez de menores y mediante un desmesurado operativo policial, le arrebataron a tres niños a los que había criado como propios. Su humilde casa de Quilmes, en el Conurbano bonaerense, había albergado a muchos otros chicos abandonados por sus madres biológicas.
La noticia llegó pronto a programas sensacionalistas, que en mesas de debate y paneles en vivo la interrogaron y la enfrentaron a figuras como el abogado ultraderechista Cosme Beccar Varela, quien la acusó de formar parte de una campaña para fomentar la homosexualidad. Pero incluso los medios pretendidamente serios se ensañaron con su dolor. «El travesti», la nombraban, peyorativamente, siempre en masculino. Una curiosidad morbosa indagaba sobre detalles de su sexualidad, sus parejas, las operaciones a las que se había sometido. Ella respondía con pudor y aludiendo siempre a su condición de madre. «Mi vida, que siempre fue íntima, pasó a ser una discusión pública», solía lamentarse.
Mariela Muñoz no fue una militante ni una activista: se convirtió en una figura pública gracias a su empecinada defensa de su derecho a criar. Su deseo de ser madre cuestionó numerosos prejuicios: desde el carácter innato del instinto maternal atribuido a las mujeres que gestan y paren hasta las identidades de género tradicionales.  
En 2013, la jueza María Elena Liberatori ordenó al gobierno porteño que le otorgue un subsidio reparatorio por los años de marginación y discriminación que había sufrido. Nunca llegó a cobrarlo.   Con su salud deteriorada y recluida en su casa de Quilmes, murió el último 5 de mayo, a los 73 años.

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