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Mentes que brillan

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Un 2% de la población posee un índice superior a 148 en la escala que mide la inteligencia. Una forma distinta de procesar la realidad que no cuenta con el apoyo suficiente de la escuela y del Estado.

 

Mensa. La organización pionera de los superdotados tiene una sede en el centro de la ciudad de Buenos Aires, que agrupa a 250 miembros de todo el país. (Martín Acosta)

En la Argentina, unas 900.000 personas pertenecen a uno de los segmentos más distinguidos intelectualmente que, paradójicamente, no cuentan con el apoyo necesario por parte del sistema educativo. Se trata de los poseedores de un Alto Coeficiente Intelectual o, dicho con su abreviatura en alemán, que es la que se usa internacionalmente, de IQ (Intelligenz-Quotient). Según las observaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), constituyen el 2% de los habitantes. Media docena de organizaciones no gubernamentales los agrupan bajo consignas abiertas que en su esencia coinciden en lo mismo: permitir una mejor integración, difundir los valores de la inteligencia y crear espacios de esparcimiento para los altamente dotados.

 

Club de genios
La agrupación mundial decana, por su presencia histórica, se llama Mensa. Fundada en Oxford, Inglaterra, en 1946, con la intención de identificar a las personas en el mundo con elevado iq para ponerlas en contacto, su nombre proviene de la palabra latina utilizada para denominar una mesa. «Tiene que ver con la igualdad de los caballeros de la mesa redonda. Mensa (www.mensa.com.ar) agrupa a aquellos individuos que poseen un índice de 148 o más en la escala Catell», explica Nicolás Tato, flamante presidente de la división argentina de la entidad, que aquí funciona como asociación civil y actualmente agrupa a 250 miembros distribuidos en todo el país, principalmente Buenos Aires, que reúne a casi un centenar, seguida por Córdoba, Mendoza, Tucumán y La Pampa. De la totalidad de miembros porteños, una docena se reúne cada viernes en la sede de la calle Tucumán 971, un departamento pequeño donde el grupo y sus convocatorias han fraguado entre chicos brillantes, casi todos varones, que no pasan de los 30 años de edad y que tienen los hábitos y la lúdica inocencia de los socios de un club de genios. Tanto ellos como quienes no son de ir a los encuentros de ajedrez, go, cubo mágico y otros juegos y actividades que se realizan un par de días a la semana, abonan una cuota social minima, más bien simbólica, destinada a cubrir los gastos de alquiler y mantenimiento del
espacio. También las ONG Creaidea (www.creaidea.com.ar) y Sapyens (www.sapyens.com.ar) brindan contención a los superdotados argentinos.
A los 12 años, Arik Burak, hijo único y prodigio de un economista y un ama de casa, transitó la escuela primaria con una facilidad pasmosa y ahora encara el primer año del secundario en las escuelas ORT. «Yo leo, escucho lo que dicen en clase y ya me queda todo. Así que en el aula juego con esto», dice mostrando una de las variantes de avanzada del cubo mágico de Rubik, ese rompecabezas mecánico tridimensional que inventó el escultor y profesor de arquitectura húngaro Ernó Rubik en 1974, y que Arik, como casi todos sus compañeros de Mensa, logran armar en un minuto, y a veces, algunos, hasta con una sola mano. Para ocupar la gran cantidad de tiempo libre que le dejan los estudios institucionales, Arik comenzó a tomar clases de economía internacional que le dicta una amiga de su padre, pero también a hacer negocios, virtuales y reales, relacionados con la compraventa de bonos y acciones o la venta de juegos electrónicos a sus compañeros de escuela que le dejan unos márgenes de ganancia que ya querría más de uno. «Este año, en el colegio, tuve varias ideas de negocios y gané plata. Me dije: “¿Qué hago? ¿Qué es lo que otros quieren y no pueden tener? ¿Cómo se los doy yo?”. Descubrí la manera de comprar juegos on line y repartirlos en copias de hasta cinco, que es lo que está permitido. Entre la compra y la reventa, estoy ganando 1.800 pesos por juego», explica con una solvencia y una naturalidad asombrosa en alguien de su edad.
«Los chicos con alto IQ no es que dicen que lo tienen. Uno es como es y considera que eso es la normalidad. Por ahí pasa la secundaria sin estudiar demasiado y no lo considera algo fuera de lo común», explica Tato. «Pero también la minoría con IQ tiene problemas de adaptación; va más rápido que los demás y no se da cuenta: a los chicos con alto IQ los diagnostican por déficit de atención, entienden demasiado rápido y se distraen. El IQ refleja la capacidad de abstracción y se anticipa a una situación determinada: es como ir por una avenida a alta velocidad. Quien tiene un IQ normal ve un problema desde dos o tres ángulos, el que tiene IQ mayor lo ve desde muchos más».

 

Necesidades especiales
A partir de 1993, con la sanción de la ley Federal de Educación (Ley N° 24.195), se contempló por primera vez en Argentina la existencia y la atención de alumnos con necesidades educativas diferentes a la media de la población por sus capacidades o talentos especiales. En efecto, dentro del apartado «Regímenes Especiales» se dispuso que «las autoridades educativas oficiales organizarán o facilitarán la organización de programas a desarrollarse en los establecimientos comunes para la detección temprana, la ampliación de la formación y el seguimiento de los alumnos/as con capacidades o talentos especiales». A la vez, dentro de las cláusulas especiales del Acuerdo Marco para la Educación Especial se mencionó a los alumnos con capacidades o talentos especiales. Y otro tanto ocurrió con la actual ley Nacional de Educación.

Estrategias. Ajedrez, go y otros juegos, siempre presentes en los encuentros de Mensa. (Martín Acosta)

«Las autoridades educativas jurisdiccionales organizarán o facilitarán el diseño de programas para la identificación, evaluación temprana, seguimiento y orientación de los/as alumnos/as con capacidades o talentos especiales y la flexibilización o ampliación del proceso de escolarización».
Sin embargo, según las ONG que se ocupan del tema, poco o nada de esto se cumple en la actualidad. «Nos preocupa que la gente y los medios conozcan a los chicos con alto iq sólo por lo anecdótico de sus habilidades y no por las dificultades que tiene el sistema educativo nacional para incluirlos con un programa especial en el jardín de infantes, la primaria o la secundaria», dice Julieta Vulcano, integrante de APAHSD Argentina, una agrupación de padres y profesionales. Y desde Mensa, Tato corrobora: «En Argentina no está armado el sistema educativo para poder saltar grados, salvo que se den las materias libres… He visto casos en alguna disciplina particular, como el ajedrez. Pero la realidad es que el alto talento no está contemplado desde lo político salvo en Jujuy, donde existe una secretaría específica que atiende a los padres».
Otro tanto ocurre a nivel estadístico, ya que no existe ninguna repartición que se haya abocado a estudiar en profundidad el impacto de este grupo social aislado, pero de enorme potencial. Hay más de 6.000 niñas y adolescentes con alto coeficiente intelectual en la ciudad de Buenos Aires. La cifra proviene del análisis que, en solitario y sin otra ayuda que su habilidad para los números, realizó Cintia Allega (38), ella misma poseedora de esta cualidad y madre de un niño de 5 años que también la tiene. Allega trabaja ad honorem desde la Agrupación Altas Capacidades Argentina (ACARG), asociación civil sin fines de lucro cuyo objetivo es «lograr la inclusión real y efectiva de los derechos de las personas con iq elevado ante el vacío legal que existe en el sistema nacional actual».
«Busqué a las personas con alto coeficiente intelectual en el país y me vinculé en Brasil con una ONG con la que estamos gestando esta asociación sin fines de lucro sobre niños y adolescentes con altas capacidades para exponer la problemática», dice y comenta que a falta de recursos decidió abrir una página en Facebook (Agrupacion ACARG) y una cuenta de Twitter para aglutinar los intereses comunes. De las 57.803 personas que según ella calculó viven en la ciudad, 4.050 son niñas superdotadas de hasta 12 años, y 2.282 adolescentes de hasta 19. Y ella misma fue también una niña así. Nacida y criada en una casa humilde de Llavallol, partido de Lomas de Zamora, a los dos años y medio exigió que la dejasen ir al jardín de infantes como su hermano un año y medio mayor. Ni su papá, operario textil, ni su mamá, vendedora de cosméticos puerta a puerta, podían creerlo. Pero cuando la directora aconsejó que cedieran a sus reclamos entendieron que la niña era una criatura fuera de lo común, de una inteligencia extrema. «La directora le dijo que me anote pero mi mamá no quería. Insistí tanto que terminó llevándome. Mi mamá se quedaba sentada con mi hermano en su salita mientras yo iba sola de acá para allá. La directora le decía que se notaba que era más grande que la edad que tenía…», cuenta hoy Cintia, cuyo coeficiente intelectual es de 138 en la escala Catell y que, curiosamente, se encuentra desempleada.
«Las personas con alto IQ le pueden dar mucho al país. Si existe un centro de alto rendimiento deportivo como el CENARD (Centro de Alto Rendimiento Deportivo) y para el arte hay infinidad de subsidios, no se concibe que no existan apoyos específicos para el talento intelectual. Todo es válido pero también que valga el talento intelectual», agrega Tato.

 

Aislamiento y soberbia
Sin distinciones iniciales de clase social o lugar de nacimiento, se reconoce que el estímulo familiar es básico para alcanzar un alto nivel intelectual. Pero a la hora de determinar las razones de la sobreinteligencia, la ciencia parece moverse con más especulaciones que certezas. Se sabe que existe un factor genético inicial tanto como se conoce la importancia de la alimentación en los primeros años de vida, pero no mucho más. «El IQ es una habilidad que a uno le vino, no algo que se buscó o desarrolló –dice Tato–. Aunque haya quienes puedan decir que somos soberbios, por lo menos en mi punto de vista uno lo vive con humildad. Todos somos igual de importantes. Así como no podríamos tener una sociedad puramente deportiva o artística, tampoco funcionaría una sólo intelectual. Todo es bueno en su justa medida».
Cansada de mandar currículums ofreciendo sus servicios como técnica en Administración Aduanera, despachante de Aduana y licenciada en Comercio Internacional, Cintia Allega se recluyó en el amor y en la vida familiar. «Hoy mi hijo tiene 5 años y alto coeficiente intelectual como yo. Eso me ha puesto nuevamente en carrera. Pero el país cambió mucho para las personas como nosotros. Se las segrega. Las personas con alto iq somos más sensibles, con gran poder para el pensamiento abstracto. Poseemos una creatividad y una capacidad de concentración que nos permite dedicar mucho tiempo a un área en particular. Pero muy rara vez se tiene en cuenta nuestro potencial. Nos dicen que estamos sobrevaluados. En mi caso, les parece increíble que haya tenido una carrera meteórica y después nada. Me cansé de mandar currículums. A simple vista, o somos iguales o se tiende a idealizarnos pensando que vamos a estar todo el día haciendo fórmulas y no es así. Somos personas normales pero basta hablar con nosotros para obtener respuestas siempre diferentes a las esperadas. Lo nuestro es básicamente una forma distinta de procesar la realidad».

Alejandro Margulis

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