Militancia y gestión

Tiempo de lectura: ...

A lo largo de casi 60 años de trayectoria, el actual presidente de Segurcooop atravesó las diversas etapas del movimiento cooperativo de crédito nucleado en el IMFC, sosteniendo un inquebrantable compromiso con los valores solidarios.


Clave. «La parálisis social se combate con más participación», afirma el dirigente. (Horacio Paone)

A partir de su ingreso, a mediados de la  década de 1960, en la Caja Popular Villa Ortúzar Sociedad Cooperativa, Jorge Lorenzo comenzó a desarrollar una vasta trayectoria en el seno del cooperativismo de crédito. Actualmente está a cargo de Segurcoop, entidad que ayudó a crear y presidió desde su origen. «Con unos amigos pusimos una ferretería industrial, éramos todos jóvenes vecinos del barrio y operábamos con la caja, porque era la única opción que teníamos los pequeños comerciantes para financiar nuestros modestos emprendimientos», rememora el dirigente. Su espíritu participativo y su compromiso social lo llevaron a involucrarse en la gestión institucional de la entidad. Con el tiempo, ocupó diversos cargos en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, la Tarjeta Cabal, en Residencias Cooperativas de Turismo y en Previsol, entre otros espacios.  
–¿Cuáles fueron sus primeros pasos dentro del movimiento cooperativo?
–Fue un comienzo un poco vertiginoso. En la caja de crédito ingresé como vocal suplente. A las pocas semanas renunció el presidente de la comisión de asociados y, en caso de muerte o renuncia, el estatuto establecía que se debía elegir al reemplazante entre los vocales suplentes. Las opciones éramos un zapatero, un químico y yo. Y me eligieron a mí. Eran tiempos de mucha participación y de actividad social. Nos encontrábamos en el club, jugando al futbol, también hacíamos teatro, así que cuando salía de la ferretería, antes de volver a mi casa, me iba al club, otros días iba a la caja, porque había que aprender. Me empezó a ir bien y cada vez me gustaba más esto de participar activamente en cooperativa. Como vieron mi entusiasmo, me designaron vocal suplente de la regional Buenos Aires del Instituto Movilizador.
–¿Cómo vivió los momentos en que las cajas de crédito tuvieron que convertirse en banco?
–Fue muy difícil, teníamos que estar alertas y movilizados. Cuando el gobierno de la dictadura cívico-militar de 1976 estableció la llamada Ley de Entidades Financieras y prohibió la continuidad de la operatoria de las cajas de crédito, desde el Instituto se llevaron adelante acciones que derivaron en la transformación de las mismas en bancos bajo forma jurídica cooperativa. En mi caso particular, tuve una actuación activa en la creación de los bancos Credicoop y Local. Todo el tiempo hacíamos reuniones para que los integrantes de las cajas aceptaran la idea de fusionarse y convertirse en banco. El consejo de administración del IMFC centralizó esta titánica tarea que se pusieron al hombro dirigentes y funcionarios como Carlos Heller, Nelson Giribaldi, Rafael Szir, entre tantos otros, con Floreal Gorini a la cabeza. Para esa época yo ya integraba el consejo nacional. Nuestra labor era muy intensa, hicimos muchos kilómetros para visitar, convocar y convencer. Había que estar muy bien informado porque todos los días el Banco Central sacaba alguna resolución distinta. Por ejemplo, si íbamos Pergamino con cierta información para comentar entre las cajas de crédito de la zona, a la vuelta nos encontrábamos con que lo que habíamos dicho ya se había modificado.


Confianza. La aseguradora cooperativa logró posicionarse en el mercado. (Juan Quiles/3 Estudio)

–¿En qué otras entidades promovidas por el IMFC participó?
–Fui el primer tesorero de Credicoop y ocupé ese cargo durante 25 años. En simultáneo, intervine en la creación de la Tarjeta Cabal. Al principio Cabal pertenecía a un departamento del IMFC, en el que participaban otros bancos, y como Credicoop era la entidad de mayor envergadura, a mí me tocó ser el primer presidente. Estuve casi 10 años a cargo, durante ese período la tarjeta se expandió a Uruguay, Paraguay, Brasil e hizo el convenio con Cuba. También intervine cuando entraron en vigencia las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART) y las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), y desde el Instituto se impulsó la creación de Previsol. Pero la empresa cooperativa que integro desde hace más años es Segurcoop, entidad que ayudé a crear y que aún presido.
–¿Cómo nació Segurcoop?
–Fueron el Instituto y el Credicoop, junto con otros bancos cooperativos, los que alentaron su nacimiento el 31 de octubre de 1985. El objetivo era crear una entidad aseguradora con impronta solidaria para satisfacer las propias necesidades de cobertura y ofrecer nuevos servicios a sus asociados. Al principio no fue sencillo imponer una nueva marca en materia de seguros, pero si algo caracteriza al movimiento cooperativo de crédito es su capacidad de generar respuestas ante cada nuevo desafío que se le presenta. Había una necesidad y, con el respaldo y la solvencia del Credicoop, nos posicionamos. Desde ese momento acompañamos el extenso despliegue territorial del banco.
–Después de más de tres décadas, ¿cuál es el posicionamiento de Segurcoop dentro del mercado asegurador argentino?
–Está ubicada en el puesto 51, con una participación del 0,44%, sobre un total de 163 empresas que operan en el país. Segurcoop brinda una amplia cobertura de seguros: automotores, combinado familiar, comercio, cajeros automáticos y seguro de vida, a una importante cartera de asociados. Tenemos excelentes ratios de gestión, financieros, de solvencia, de cobertura, siniestralidad, superando a las denominadas compañías líderes. En lo que respecta a capitales mínimos (capital necesario para operar), la aseguradora cooperativa exhibe un holgado superávit, como consecuencia de su política responsable aplicada a lo largo de su trayectoria. La rentabilidad justa y necesaria es la que nos da estabilidad y nos permite brindarles servicios de calidad a precios muy competitivos a nuestros asociados.
–Por otro lado, es la primera reaseguradora cooperativa de la Argentina.
–Sí. Para poder afrontar los riesgos derivados de su actividad, las entidades aseguradoras deben disponer de los recursos financieros suficientes y, en consecuencia, la legislación les impone determinadas pautas. En ese marco, y dada su capacidad técnica, económica y financiera, a partir del régimen que estableció en 2011 la Superintendencia de Seguros de la Nación, Segurcoop presta el servicio de reaseguro a otras compañías de seguros para asumir mayores niveles de riesgo. Si algo distingue a Segurcoop de otras aseguradoras es su forma de encarar la actividad comercial y el vínculo con sus asociados. Frente a la maximización de la ganancia que caracteriza a las empresas lucrativas nuestra entidad se gestiona bajo los valores y principios de la cooperación. En seguros, el volumen es el secreto del éxito, cuanto más grande, más estable se es y nosotros contamos con un importante respaldo, algo muy importante para crecer y también para enfrentar y superar los cambios macroeconómicos críticos que vive permanentemente la Argentina.
–¿Qué balance hace de sus casi 60 años de trayectoria en el movimiento cooperativo?
–Estoy muy agradecido por haber podido transitar este largo camino cooperativo. Aprendí mucho y pude poner en práctica lo aprendido junto a personas muy valiosas como Meyer Dubrovsky, Nelson Giribaldi, Amero Rusconi y Floreal Gorini, por nombrar a algunos de los tantos dirigentes con los que compartí parte de este trayecto. Por eso les digo a los nuevos dirigentes que para participar en el movimiento cooperativo es indispensable tener vocación de servicio y sentido de pertenencia. Es una tarea muy linda porque uno se siente útil y necesario. Floreal tenía muy claro estos conceptos, por eso impulsó el proyecto del Centro Cultural de la Cooperación. Él decía que la mejor manera de llevar adelante la batalla cultural que contribuya a la construcción de una sociedad más justa, solidaria y equitativa, era estimulando a las nuevas generaciones, a los jóvenes intelectuales, universitarios, y que esa tarea también se debía extender a los consejeros y dirigentes de las filiales, que se reúnen todas las semanas en pos de este objetivo. La parálisis social se combate con militancia y participación. Hay que despertar la inquietud y las ganas de participar. Los que llevamos muchos años en esto tenemos que ir retirándonos de a poco; aunque yo, con mis 86 años, no tengo apuro. La mejor manera de avanzar en este sentido es combinando la sabiduría de los más grandes y el empuje de los jóvenes.

Estás leyendo:

Militancia y gestión