13 de mayo de 2020
La pandemia es una situación excepcional que, por un lado, evidenció las insalvables limitaciones del neoliberalismo planetario y, por el otro, reclamó medidas inmediatas para transitar este momento. Y en tal sentido, el desafío de fondo es pensar una educación acorde con una sociedad menos injusta, más igualitaria. El Estado, en lo inmediato, tuvo que acompañar la situación de los y las educandas, de sus familias, utilizando los recursos disponibles y orientando el barco en la dirección deseada. No se trata de «llevar la escuela a la casa», labor por demás imposible, sino de dialogar y acompañar a la casa desde la escuela aprovechando recursos que están ya a mano: las producciones de canal Encuentro o Paka Paka, repasar lo aprendido el año pasado, incorporar nuevos aprendizajes ligados a mirar una película, leer críticamente una noticia, etcétera. Lo que se haga en este plano debe estar acompañado por una política social a la altura de las necesidades de buena parte de la población escolar, sometida a los rigores de la crisis.
En este contexto, una cuestión en la que debiera avanzarse es trabajar con los colectivos docentes en al menos dos líneas: planificar el segundo semestre para poder hacer una selección adecuada de aprendizajes que se puedan enseñar en un tiempo más acotado. Y en otro plano, avanzar en líneas de formación de la virtualidad entendida como complemento de lo presencial, es decir como una herramienta auxiliar de la insustituible relación pedagógica del cara a cara, de lo colectivo, del cuerpo puesto en la situación. El colectivo docente y los sindicatos han demostrado una enorme voluntad de estar del mejor modo posible. Las producciones televisivas, radiales, los materiales educativos constituyen potentes acompañamientos. Pero la mejor herramienta es la claridad política y pedagógica, la serenidad que debemos mantener en un momento de emergencia, la conciencia de los alcances y los límites deseables y posibles del acompañamiento y el diálogo «escuela-familia». Si eso está claro, las herramientas y los métodos se organizan.
Esta pandemia es un momento en el que se bifurcan dos caminos. De un lado, el proyecto neoliberal, que ha impulsado un movimiento individualizante de la educación en el hogar, disgregando las instituciones escolares. De otro, una educación democrática, que fortalezca las instituciones educativas con comunidades robustas, inquietas, participativas, creadoras, democráticas. Se juega mucho en el debate y sobre todo en la acción de los y las protagonistas del futuro de la educación pública que necesitamos y que queremos.