14 de diciembre de 2017
Luego de treinta reuniones «bilaterales», la extrema voluntad de Mauricio Macri y Michel Temer en «ceder» resultó insuficiente para sellar el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Los puntos álgidos para arribar a un arreglo se mantuvieron en los últimos dos años. De ese modo, el hipotético tratado, que ambos mandatarios buscaron hasta último momento como una expectativa próxima, no pudo concretarse. Lo que se soñaba como una pomposa «entrada al mundo», terminó en rotundo fracaso para Macri. El problema argentino no estuvo en el frente de negociaciones con el adversario, sino adentro. Por caso, Buryaile terminó desplazado por la propia dirigencia rural, disconforme por el manejo de las negociaciones en torno al ingreso de productos agropecuarios a la Unión Europea. El grupo de negociadores sudamericanos encabezado por Reyser se encontró en Brasilia con la peor versión europea. El gobierno de Emanuelle Macron se puso al frente de un bloque de países productores agrícolas, como Francia, Irlanda y Polonia, que no estaban dispuestos a ningún acuerdo que cediera mercado europeo para esos productos. Finalmente, ni siquiera fue posible una declaración final que refiera a un «futuro acuerdo».
