Netanyahu y sus mil batallas

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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, por enésima vez enfrenta una crisis. Esta vez, producto de la renuncia de su ultraderechista ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, quien lo acusó de «rendirse» al terrorismo de Hamas, el movimiento de resistencia islámico palestino. Netanyahu prefirió negociar con Hamas en vez de embarcarse en una nueva ofensiva militar que no puede destruir a una organización que tiene amplio apoyo popular y opone resistencia –en la diminuta planicie de la franja de Gaza– a uno de los ejércitos más poderosos. Para quienes no conocen en detalle la sociedad israelí parece increíble que existan políticos de derecha más radicales que Netanyahu. Pero Lieberman representa a un sector importante de la población dispuesto a arrasar con la franja de Gaza y expulsar también a todos los palestinos que viven dentro del Estado de Israel. Sus expresiones violentas y racistas son conocidas y ya no asombran a nadie.
El Estado de Israel es un fenómeno en sí mismo. A través de un gigantesco aparato de propaganda y el apoyo incondicional de Estados Unidos y sus medios, «vende» una imagen liberal, tolerante y democrática, pero su racismo antiárabe lo emparenta con las peores prácticas de lo que fue el Apartheid de Sudáfrica, régimen con el que tuvo una excelente relación. Por eso no asombra que una persona como Lieberman, nacido en la Unión Soviética, pueda con un fuerte acento ruso decir sin tapujos que los palestinos se tienen que ir de la tierra que habitan desde hace siglos, lo que suena como un sinsentido. Lieberman acusa a Netanyahu de «moderado», sin embargo, Netanyahu es un viejo lobo que ha peleado mil batallas, y no hay por qué descartar que sea él mismo quien encabece –en cualquier momento– una ofensiva militar contra Gaza.

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