Nueva oportunidad

Tiempo de lectura: ...

Integrada por más de 30 asociados, la cooperativa de Pinamar gestiona la única planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos de la Costa Atlántica. Fabricación de objetos con material recuperado e inclusión de personas con discapacidad.

Reutilización. Plástico, cartón, papel y chatarra, los elementos que se procesan. (Gentileza Reciclando Conciencia)

Todo nació con un grupo de activistas ambientales de Pinamar que empezó juntando botellas que la gente tiraba en las calles. Cuando tuvieron miles amontonadas, las vendieron y compraron una compactadora. Ese proyecto se llamó Pinamar Reciclarte y fue el germen para la creación, en 2014, de la cooperativa Reciclando Conciencia, la única planta de reciclaje de la Costa Atlántica. «Somos proveedores municipales del servicio de separación, transformación y deposición en plantas de reciclaje de residuos sólidos urbanos en el partido comprendido por Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló», cuenta Carlos Méndez, secretario de la cooperativa.
Hace siete años que trabajan en una planta municipal de trasferencia, en comodato, en la que cumplen un contrato de tratamiento de residuos reciclables. Han creado el proyecto de islas ambientales: puntos receptores en los que pinamarenses y visitantes dejan sus residuos para su reutilización, separándolos según corresponda: cartón, plástico o vidrio. «Son alrededor de 200 islas ambientales para el tratamiento de reciclables y llevamos recuperadas más de 500 toneladas de residuos», explica Méndez. La recolección de los residuos está a cargo del municipio. Una vez en la cooperativa, las 36 asociadas y asociados separan lo recibido y clasifican según se trate de tapitas, cartón, papel, chatarra, film, juguetes, sillas, botellas de plástico o de vidrio.

Todo se transforma
En 2018 comenzaron a fabricar tablas de madera plástica, ecobloques de telgopor, adoquines de polietileno y chapas acanaladas hechas con el aluminio del tetra brik, que se utilizan para la construcción de decks, viviendas y objetos. A partir de un convenio con el Centro Experimental de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, comenzaron a producir ladrillos de telgopor, un material altamente contaminante del medioambiente. «Con bandejas de comida, potes de helados, envoltorios de electrodomésticos, se pueden edificar paredes divisorias con el valor agregado de tener buenas prestaciones acústicas. Hasta el momento lo hemos usado para la construcción de una vivienda en Ostende, para la nave de la carpintería municipal y la ampliación de la cooperativa», detalla Méndez. Con el plástico reciclado construyen, además, sillas y mesas infantiles, maceteros, paragüeros, cuchas para perros y canastos exteriores para la basura. Todo se vende en su página de Facebook. Las bolsas que recogen de la basura también se reciclan y, tras pasar por una fábrica de polietileno en Buenos Aires, vuelven como bolsas de residuos que se venden al municipio.
Por otra parte, capacitan a jóvenes a través de un convenio con la oficina municipal de empleos y promueven la inclusión de personas con discapacidad. A su vez, en el fondo del terreno de la cooperativa, armaron una huerta. «De repente –cierra Méndez–, los residuos se convirtieron en insumos y en puestos de trabajo y estos puestos de trabajo se transformaron en inclusión, igualdad de derechos y beneficio ambiental».

Estás leyendo:

Nueva oportunidad