Orgullo local

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La fábrica de teclados de membrana se transformó en cooperativa en 2014, cuando sus trabajadores la rescataron luego de la quiebra. En la actualidad brindan servicios a importantes empresas y exportan sus productos a Suiza, Chile y Paraguay.

Sello distintivo. El proceso productivo se basa en la serigrafía con tintas conductoras. (Jorge Aloy)

Pocos saben que cuando un chofer de colectivo de las líneas que recorren la Ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana marca el valor del boleto en el tablero ubicado a la derecha del volante, está apretando un teclado hecho en la cooperativa Microteclados. «A nosotros nos llena de orgullo cuando eso pasa. También nos sucede cuando vemos alarmas, microondas, controles remotos hechos por nosotros. Los reconocemos porque tienen un diseño personalizado», cuenta Héctor Kozache, presidente de la entidad ubicada en el barrio porteño de Barracas.
La empresa nació como SRL en 1988, llegó a ser líder en el mercado argentino y a exportar a 16 países. Pero en 2013 comenzó el atraso en el pago de sueldos y cargas sociales. «Tampoco había insumos para producir y a mitad de año la situación se tornó tan compleja que decidimos ocupar las instalaciones por miedo a que vaciaran la empresa y desaparecieran», recuerda Daniel Sosa, tesorero y trabajador del sector mecanizado. Finalmente la Justicia declaró la quiebra de la SRL y los trabajadores consiguieron inscribirse como cooperativa. «Con la ayuda de la Unión Obrera Metalúrgica, el apoyo del Ministerio de Trabajo de aquel entonces, del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, de la agrupación La Cámpora y de compañeros de otras cooperativas logramos resistir», cuenta el presidente de la entidad.
Microteclados se especializa en la fabricación de teclados de membrana para todo tipo de equipos. «Nuestro proceso productivo se basa en la serigrafía. Cuando decimos así, la gente piensa en la impresión de remeras, pero nosotros imprimimos con tintas conductoras que permiten generar pistas. Con un diseño previo y distintos planos, se realizan circuitos que van conectados una capa con otra a través de una interfaz y después hay un panel que lo cubre y le brinda la visibilidad al usuario», detalla el ingeniero y asociado Alfredo Rodríguez. Aunque la mayoría de los insumos para la fabricación se compran en el exterior, los teclados se fabrican en el país y eso abarata costos. «Se ahorran costos pero se llevan un producto testeado y de calidad», aclara Rodríguez. Cuando las empresas con las que trabajan necesitan un comando específico, es ideado por la diseñadora industrial Natalia Cataldo. «Es un trabajo en equipo y prestando atención a las necesidades de cada cliente», cuenta la profesional.

Nuevos vínculos
En la actualidad, son 42 los asociados que integran Microteclados. «Estamos exportando a Suiza, Chile y Paraguay y queremos expandirnos. Necesitamos renovar equipos y poner a punto otros. Hemos accedido a un mesocrédito del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos que nos sirvió para traer una máscara dieléctrica y tinta conductora desde China», cuenta el presidente.
El nacimiento de la cooperativa fue fundamental para cambiar la dinámica entre los trabajadores. En el área de armado, Susana Villalba, supervisora, destaca: «El sector de armado está ocupado en un 90% por mujeres y todas somos compañeras que a la par de los hombres resistimos en la fábrica para defender nuestra fuente de trabajo». Roberto Ríos, jefe de mantenimiento, junto con Hernán Barbadoro, encargado de logística, advierten que «los últimos cuatro años nos ahogaron porque no tuvimos ninguna a favor, pero nunca se nos ocurrió bajar los brazos». Para Gustavo Kozache, otro de los trabajadores, «es fundamental crear un ambiente armónico de trabajo», mientras que Rodríguez concluye: «Al constituir una cooperativa ganamos desde lo humano, porque ves a tus compañeros desde otra dimensión».

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