28 de septiembre de 2016
«Son todo’ puto’, son chiquitito’». Tal era uno de los cánticos que se oía en la tribuna de una cancha de básquet en la localidad de Pilar (Córdoba). La que relata el incidente es la madre de uno de los integrantes del club Hindú, que escribió una carta al diario local Día a día preocupada por las agresiones de los padres del equipo rival a los chicos de 12 y 13 años que están jugando el Provincial en la categoría Sub 13. En 2013, la provincia de Córdoba fue escenario de un hecho inédito. A raíz de las situaciones de violencia generadas en los campeonatos de la Liga de Baby Fútbol, el club Tiro y Gimnasia puso en práctica el ejercicio del «derecho de admisión» para impedir la entrada de padres y familiares de los jugadores infantiles. Y en diversas disciplinas y provincias, los hechos de violencia se repiten cada fin de semana. «El espíritu de jugar a muerte lo ponen los padres, no los niños. Cuando gana el equipo contrario los padres le echan la culpa al referí y no se fijan que los que ganaron también son niños», señala al respecto Fabián De Marziani, investigador de la Universidad Nacional de La Plata. Lejos de la función recreativa y formativa del deporte infantil, los partidos pueden convertirse en una espiral de violencia y exigencias en la que los chicos terminan, relata De Marziani, «mirando a un loco desaforado, enojado porque su hijo saco mal un lateral».