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Con presencia permanente en las listas de los más vendidos, los libros que enfocan la realidad desde una perspectiva de análisis del escenario público abrevan en una larga tradición en el país. El macrismo como objeto de estudio y el interés de los lectores por comprender la coyuntura.

(Julieta Dorin)

Las novelas románticas, los horóscopos y los manuales de autoayuda suelen estar entre los títulos más solicitados por los lectores. Pero la mesa de novedades de cualquier librería reserva un espacio destacado para otro tipo de publicaciones que tienen una larga tradición en la Argentina. Desde el Facundo, de Sarmiento, hasta Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, y desde Robo para la corona, de Horacio Verbitsky, hasta Poder y desaparición, de Pilar Calveiro, entre muchos otros, los grandes libros políticos abrevan en la investigación periodística, el ensayo académico y la narración histórica, y marcan la época en que aparecen.
«Hablar de libro político en la Argentina de hoy no es lo mismo que en la década del 70, cuando los libros tenían una intencionalidad más prescriptiva para la acción y se dirigían a un lector militante, con un nivel de compromiso muy alto con el cambio social», dice Ecequiel Leder Kremer, uno de los dueños de la Librería Hernández, y agrega: «Hoy es un libro de diagnóstico, para llegar a comprender qué pasa a nivel político y económico en la Argentina o, como en Papel Prensa, de Víctor Hugo Morales, de racconto, de acumulación de pruebas y denuncia».
Para la editora Silvia Itkin, «el público busca, al menos, una ampliación, un horizonte más lejano de lo que ya sabe mediante los medios online y la televisión» La agenda mediática tiene un peso determinante. «Estos libros se venden muy bien cuando están asociados a periodistas conocidos o autores que ya vienen desarrollando un trabajo en el campo de la investigación o en el ensayo. En mi experiencia, elijo tres libros, porque me gustó mucho publicarlos: Años de rabia, de Eduardo Blaustein, WikiMediaLeaks, de Martín Becerra y Sebastián Lacunza, y Alianzas, intrigas y traiciones, de Gustavo Sylvestre», agrega.
Una máquina de escribir podía ser un arma o un abanico, decía Walsh, y publicar un libro no era un acto intrascendente, sino que implicaba la posibilidad de producir efectos en la sociedad. El auge del periodismo de denuncia durante el menemismo reactualizó en parte esa perspectiva. «Algo de todo ese mundo editorial impactaba en el poder», recuerda Itkin. Una posibilidad que también forma parte del horizonte de lectura del género.

El gobierno en cuestión
Mauricio Macri tiene quién le escriba. La figura del presidente y su gobierno, como ocurrió con Cristina Fernández de Kirchner, es el tema de un conjunto de libros que lo abordan desde distintas perspectivas, como La recaída neoliberal, de Claudio Scaletta, focalizado en su programa económico, o Plan Macri, una compilación de Ari Lijalad que aborda la «Argentina gobernada por las corporaciones». Entre las contribuciones más recientes, se destaca La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder, un ensayo del sociólogo Gabriel Vommaro que examina en detalle el ingreso de CEO y managers a la política y las claves de su triunfo electoral de 2015.
«El libro juega en dos registros, el histórico-conceptual y el intento de entender la coyuntura en un sentido largo», dice Vommaro. Subestimado políticamente hasta poco antes de la última elección presidencial, el activismo del PRO, dice, no recibió tampoco atención por parte de los especialistas. «El mundo académico no está muy identificado con esa ideología y tendemos a estudiar cosas que nos son simpáticas. Desde lejos, el fenómeno parecía poco interesante, coyuntural, más aún con un kirchnerismo que hasta hace muy poco se veía inquebrantable e incólume. Hay mucha menos literatura sobre empresarios y sobre élites políticas que sobre movimientos populares», destaca.

Vommaro. Lenta construcción de un proyecto de centroderecha como opción de poder.

Leder Kremer. «A la gente no le interesa la teoría de Durán Barba, sino sus consejos.»

Blaustein. «La grieta se profundizó, la violencia es mayor.»

Su trabajo «intenta reconstruir un proceso de, por lo menos, 15 años de construcción lenta de un proyecto de centroderecha como opción de poder: no sucedió a escondidas, quizás no mirábamos bien hacia ese lado». Para Vommaro, «el PRO es un partido bien del siglo XXI, muy informal, con pocas instancias partidarias rutinizadas y una mesa chica que toma las decisiones, pero a la vez con una gran cantidad de organizaciones parapartidarias, ONG, fundaciones, grupos diversos que le dan mucha consistencia por abajo, sin que eso se vea tan fácilmente». En ese marco, La larga marcha… «quiere mostrar esa conexión del Pro con otros espacios sociales y, vinculado con esto, la incorporación de lenguajes y formas de acción que eran extrañas a la política tradicional».

Desde la librería
Esos lenguajes y formas de acción –los dirigentes «hablaban un poco como evangelistas, un poco como empresarios, otro poco como divulgadores de autoayuda»– fueron mal comprendidos en su origen, dice Vommaro. «Conectaban con la propia militancia de PRO, que se sentía muy cómoda, y fue una forma de incorporar actores no políticos. Un punto clave para entender el crecimiento de Cambiemos fue su capacidad de conectar de modo no ideológico –aunque no se trata de que carezca de un programa– con electorados que tienen menos interés en la política. Sobre todo en los últimos años el kirchnerismo había tenido un deslizamiento hacia una comunicación muy exigente en términos ideológicos de los electorados, les pedía que estuvieran convencidos de muchas cosas», explica.
El libro de Vommaro; Endeudar y fugar, del economista Eduardo Basualdo; Colonización de la subjetividad, los medios masivos en la época del biomercado, de Nora Merlin; y El arte de ganar, de Jaime Durán Barba, se encuentran entre los libros políticos más vendidos en Hernández. «Tenemos un límite: los textos apologéticos del racismo y del nazismo, en la medida que los detectamos, no los trabajamos. También es cierto que hoy las apologías de la dictadura militar y de los genocidios no aparecen tanto. El poder económico también ha evolucionado y sabe que la pelea es por adueñarse del poder simbólico y del poder político, y lo está haciendo. Para eso no necesita reivindicar el terrorismo de Estado», dice Leder Kremer. El librero destaca el ensayo de Merlin, «destinado a contribuir a las interpretaciones sobre qué nos está pasando y, fundamentalmente, por qué los sectores populares a veces pueden votar en contra de sus propios intereses». En otro sector, «a la gente no le interesa tanto la teoría de Durán Barba, sino sus consejos para acceder al poder: El arte de ganar podría llamarse también el arte de las malas prácticas, porque recomienda abiertamente mentir, decir lo que la gente quiere escuchar y repetir palabras como felicidad, libertad y tolerancia». En Hernández, «tenemos libros políticos clásicos, de fondo, como Eichmann en Jerusalén, de Hanna Arendt, el Leviatán, de Thomas Hobbes, manuales como la Historia de la teoría política de George Sabine, y por supuesto los textos de Marx, leídos por acólitos y detractores. Nos sentimos cómodos con esos libros, y también tenemos textos de pensadores de derecha y de algún periodista que pudo haberse quejado», agrega Leder Kremer a propósito de Ceferino Reato, quien dedicó un artículo a reclamar porque su último libro no estaba en la vidriera del local.

Periodistas argentinos
Según una encuesta de la consultora norteamericana Ipsos Public Affairs, difundida por el diario Clarín en noviembre pasado, el 80% de los periodistas argentinos aprueba la gestión de Mauricio Macri. Una opinión que sintoniza con la de las grandes empresas de comunicación y que, por otra parte, es coherente con el respaldo mediático que recibió el gobierno de Cambiemos en temas como la desaparición de Santiago Maldonado o el crimen de Rafael Nahuel.

Globos y urnas. Buena parte de los libros políticos analizan la llegada de la alianza del Pro, radicales y Coalición Cívica al gobierno nacional. (MABROMATA/AFP/Dachary)

Los años de rabia, como llamó Eduardo Blaustein al libro donde abordó el debate sobre los medios en el kirchnerismo, continúan. «Se potenció y hay cosas miserables –dice–. Jorge Lanata, satirista por excelencia, es el operador político-periodístico, con otros periodistas de Clarín y La Nación, que le demanda a Macri que hable de la herencia recibida. El macrismo tiene una cultura inteligente y sofisticada para la comunicación, pero los argumentos de los medios privados son a veces parecidos a los de la dictadura. La grieta se profundizó, la violencia es mayor». Y no solo es cuestión de políticos y periodistas. «Eso late en la sociedad. Hay una cultura de linchamiento, una venganza social, un disfrute en ver a Boudou en pijama», señala Blaustein.

Reflexión y análisis
Los documentos secretos y las tramas ocultas son una fuente histórica de los libros políticos, y se reciclan con las revelaciones de las cuentas offshore. Un título reciente en esa línea es ArgenPapers, de Santiago O’Donnell y Tomás Lukin. «Son libros que funcionan en una escala más reducida, como los de Martín Sivak sobre Clarín o los de Martín Becerra sobre comunicación –analiza Blaustein–. Es lo que me pasó a mí con Años de rabia, donde buscaba un intento de equilibrio respecto de los errores de sectarismo del discurso kirchnerista versus Clarín y La Nación, y funcionó para una minoría y llegando tarde».

(Diego Martínez)

«La desconfianza sobre las condiciones de producción de la noticia es total», dice Cristian Alarcón, director de la revista Anfibia, en el libro (In)seguridad, medios y miedos. «En EE.UU. se supone que los noticieros tienen bajo nivel de credibilidad, pero la gente sigue alimentándose de sus relatos –observa Blaustein–. La sospecha, la distancia y la emoción pueden convivir de un modo muy extraño, no hay verdades tan geométricas. Dentro de todo, el kirchnerismo hizo una siembra cultural y puede ser que una parte de la sociedad sea más crítica que en los 90, cuando Lanata era una especie de héroe universal. Un nuevo libro sobre Lanata debería girar sobre sus audiencias, preguntarse por qué tanta gente lo sigue, aunque su programa no tenga el rating de 2015».
En medio de una declinación general de las ventas, que según Leder Kremer se encuentran «un 25% por debajo del promedio histórico en unidades de los últimos 10 años», los libros políticos se mantienen entre los más solicitados por el público. Quizás porque en la incertidumbre, parte de la salida puede estar al alcance de la mano, en un buen libro de reflexión y análisis.