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Paleta nacional

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Con trayectorias deportivas similares, jugadores argentinos lideran el ranking mundial de una disciplina que se potenció en nuestro país gracias a su auge en las décadas del 80 y 90.

 

Otro golpe. Belasteguín, figura local, se consagró en el Abierto de Río Gallegos. (EFE)

El pádel concitó gran interés en la Argentina en las décadas del 80 y 90, a partir de su masiva práctica. La moda pasó, pero dejó consecuencias positivas: actualmente, 8 de los 10 mejores del ranking del World Padel Tour nacieron en territorio nacional. El reciente abierto de Río Gallegos, uno de los principales torneos del mundo (ver recuadro) ratificó ese liderazgo.
Si bien existen controversias sobre la fecha exacta del nacimiento del pádel, su origen se remonta a la segunda mitad del siglo XX. La historia cuenta que Enrique Corcuera era un millonario mexicano que en 1962 levantó cuatro paredes, colocó una red en el medio, y de ese modo dio nacimiento al juego del pádel. Meses después, el Príncipe Alfonso de Hohenlohe visitó Acapulco y construyó su propia cancha en un hotel de lujo en Marbella. La cadena continuó con un grupo de familias aristocráticas argentinas que, tras su visita a España, importó la idea al país a fines de los años 70.
No obstante, a mediados de los 80, el pádel argentino ya había tomado distancia de sus orígenes elitistas: desde Mar del Plata y Buenos Aires hacia el resto del país, la popularización fue tan grande que se lo considera un verdadero fenómeno social de la época. Se calcula que solamente en Mar del Plata llegaron a construirse 1.000 canchas, y que en todo el país la estadística alcanzó un récord de 35.000. Fue tan fuerte la práctica de este deporte que en esos años nació una camada de jugadores que actualmente lidera el ranking mundial de esta disciplina.

 

Aliados y rivales
El pasado 7 de junio, en la final del Río Gallegos Open, un argentino estuvo nuevamente en el podio mayor. En pareja con Pablo Lima (brasileño, número 3 del ranking mundial), Fernando Belasteguín obtuvo el torneo. Nacido en la localidad de Pehuajó (provincia de Buenos Aires) en 1979, Belasteguín es uno de los grandes referentes de este deporte. A los 13 años jugaba al fútbol en San Martín de esa ciudad, pero se inclinó por el pádel luego de que se construyeran canchas en su club. Apasionado por la disciplina, y con numerosos títulos conseguidos en su carrera, desde hace años es el número uno indiscutido.
El deportista de Pehuajó jugó durante 13 años junto con el marplatense Juan Martín Díaz, en este momento el número 2. Tenista en su infancia, Díaz se sumó a la novedad del pádel y, como casi todos los que quisieron dedicarse de lleno a la actividad, en 1997 emigró a España para desarrollarse profesionalmente. La estadística de la pareja Belasteguín-Díaz impresiona: más de 900 triunfos, 170 finales ganadas sobre 191 disputadas, casi 2 años invictos y 23 campeonatos consecutivos. El ambiente especializado los considera los mejores jugadores de pádel de la historia, y sus logros motivaron la realización de un documental: Una pareja de leyenda. «No va a haber otros como ellos», coinciden varios jugadores del circuito en el documental y en otras entrevistas en las que se los consulta sobre los dueños indiscutidos de la paleta.
Sin embargo, el año pasado disolvieron la pareja y revolucionaron el mundo del pádel. Con esa ruptura cambió el paradigma del circuito: los dos mejores, de ser compañeros, pasaron a rivales, y de esa manera sacaron de la caja un rompecabezas que hasta hoy se está construyendo. Es que si bien Belasteguín llegó a un acuerdo con el brasilero Lima, a Díaz le costó más el cambio: primero formó dupla con Juan Mieres, un bahiense que ocupa el 6º lugar en el ranking, pero la pareja duró apenas cinco torneos. Ahora Díaz intentará recuperar su liderazgo junto a Maximiliano Sánchez (7º), otro argentino.
Al igual que Belasteguín, Díaz, Mieres o Sánchez, los otros mejores del circuito mundial exhiben historias semejantes. En su mayoría argentinos, y con pasados en disciplinas como el tenis y el fútbol, estos jugadores emigraron a España para dedicarse únicamente al pádel. Matías Díaz (6º) inició ese proceso en Buenos Aires, Maximiliano Sánchez (7º) en Villa Mercedes, Carlos Gutiérrez (8º) en San Luis, Maxi Gabriel (9º) en La Plata, Cristian Gutiérrez Albizu (10º) en Mar del Plata, Adrián Allemandi (11º) en Neuquén, Miguel Lamperti (12º) en Bahía Blanca, y la lista sigue.
En el pádel se repitió el esquema del país exportador de materia prima y Europa como receptora y cuna de la industria de ese producto. La creación de una federación llegó tarde, cuando en otros países el deporte ya había adquirido cierto grado de desarrollo y atraía jugadores de todo el mundo. A lo que se añade, entre las causas de la emigración, las ofertas de sponsors privados que llegaron desde el otro lado del océano, y la crisis económica de los últimos años del siglo XX en la Argentina.
El orgullo, aunque lejos de los flashes nacionales, no se pudo vender: los mejores del circuito son argentinos. Porque donde hubo pádel, jugadores quedan.

Tom Wichter