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La comisión de asociados de la filial porteña convocó a los vecinos a un debate sobre la necesidad de separar los residuos domiciliarios para su posterior reciclaje. Los recuperadores urbanos.

 

Exposición. Cobero repasó la historia del tratamiento de los residuos y la ley que prohibirá los rellenos sanitarios en 2020. (Juan C. Quiles/3 Estudio)

En Caballito viven 176.000 personas. Es uno de los barrios más densamente poblados de la Ciudad de Buenos Aires, factor que se profundizó en la última década, cuando proliferaron en la zona cientos de torres de departamentos sobre las principales avenidas. Torres que se poblaron con miles de personas que diariamente sacan su basura en bolsas de plástico donde muchas veces se mezclan residuos irrecuperables con materiales potencialmente reciclables y que terminan engrosando las 6.000 toneladas que cada día se depositan en el relleno sanitario del CEAMSE, ubicado en la localidad bonaerense de José León Suárez. Para concientizar acerca de la problemática de los residuos urbanos, la Filial Caballito del Banco Credicoop organizó una charla sobre reciclaje a la que concurrieron vecinos y organizaciones sociales del barrio para debatir sobre la necesidad de tomar, en conjunto, el compromiso de separar y clasificar los residuos sólidos para que sean reciclados. «Queremos establecer un mecanismo que nos permita ser un lugar donde los vecinos puedan dejar material para reciclar. Mucha gente separa su basura pero después se encuentra con que no tiene dónde colocarla», señaló Álvaro Cobero, responsable de Relaciones Institucionales de la comisión de asociados, quien además destacó que la iniciativa coincidió con la decisión del Banco de comenzar a separar los residuos internos en cada una de sus sucursales y oficinas. Cobero adelantó que la comisión planea articular su trabajo con la Cooperativa de Recicladores Urbanos del Oeste, en la que trabajan 900 personas y que también participó del encuentro representada por Alejandro Gianni, uno de sus referentes.
Jorge Quiroga, integrante de la Dirección General de Reciclado Urbano dependiente de la Subsecretaría de Higiene Urbana del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires, fue uno de los expositores de la jornada. Quiroga repasó la historia de los residuos en Buenos Aires, desde los primeros recuperadores urbanos (actividad que, lejos de ser reciente, se remonta a 1870), pasando por la creación del CEAMSE y la prohibición de la recuperación de residuos en 1977 hasta la privatización de la recolección en las décadas de los 80 y 90 y la explosión del fenómeno cartonero en 2001, cuando, estimó, 45.000 personas llegaron a recorrer la ciudad durante la noche. En su exposición, Quiroga señaló que la Ley Basura Cero se propone disminuir gradualmente la disposición de residuos en rellenos sanitarios hasta prohibir esta metodología en el año 2020, un escenario que hoy parece demasiado lejano. En este punto, Quiroga enfatizó que el 40% de los residuos sólidos de la ciudad es potencialmente reciclable, dato que se desprende del «Estudio de calidad de los residuos sólidos urbanos del Área Metropolitana de Buenos Aires – Tercer Informe de Avance: Verano 2010, 2011», realizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.

Después de la crisis
Alejandro Gianni es sociólogo y forma parte de la Cooperativa de Recicladores Urbanos del Oeste, una de las 12 empresas sociales que trabajan en los 7 centros verdes de selección de residuos que hay en la ciudad. Gianni se sumó al movimiento cartonero en la crisis de 2001 desde la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), en el marco de la labor que la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) venía haciendo para incorporar los reclamos de los desocupados. En ese momento, recordó, «muchos de los cartoneros tenían experiencia laboral previa, en la construcción o en algún tipo de fábrica textil o metalúrgica y venían con una mirada organizativa y gremial de la situación». Por eso, pasado el temblor de la crisis más aguda, el movimiento cartonero pudo organizarse para alcanzar algunas conquistas. Una de las más importantes fue la sanción de la Ley Nº 992, que en 2002 incorporó a los recuperadores y las cooperativas a los servicios de higiene urbana. «Así logramos que se reconociera al cartonero como un trabajador y se le diera un incentivo. También queríamos que el vecino los reconociera como trabajadores, y dimos una pelea grande para que les dieran el uniforme». Hoy, los recuperadores urbanos que trabajan en cooperativas cobran un incentivo de 2.000 pesos y cuentan con la cobertura de la Obra Social Asociación Mutual de los Obreros Católicos.
El repaso de las peleas ganadas y las deudas pendientes en torno al trabajo de los recuperadores urbanos –fundamental para alcanzar los objetivos de la Ley Basura Cero– fue el puntapié para que los vecinos presentes pudieran indagar sobre la forma de comenzar el proceso de separación desde sus casas. Así, Gianni explicó que, para ser recuperados, los plásticos, papeles, latas y cartones deben estar limpios y separados en bolsas diferentes. «Necesitamos educación para que el vecino sepa dónde y cómo se disponen los residuos secos», concluyó el sociólogo.

Emilia Erbetta

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