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Para ser una mujer

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Aunque sus identidades sexuales cuestionan los estereotipos de género, muchas figuras trans suelen adoptar, al llegar a los medios, estilos que reproducen valores machistas. Prejuicios y paradojas.

 

Recién casados. Flor de la V y Pablo Goycochea contrajeron matrimonio en junio de 2011. Unos meses después nacieron sus hijos. (Dyn)

Corría el año 2011 y las revistas del corazón anunciaban una vez más que una estrella de la farándula iba a ser mamá. Casamiento, esposo, tailleurs y glamour eran, en ese momento, condimentos de la vida de Florencia, como los de cualquier otra diva televisiva, como lo que se supone que cualquier chica puede desear. Pese a su identidad sexual, la imagen de Flor de la V, la más notoria representante trans entre las figuras mediáticas, no parece apartarse demasiado de los estereotipos tradicionales de «lo femenino» –ya sea como madre, esposa o símbolo sexual–: desde el casamiento de blanco hasta el bautismo de sus hijos por el rito católico, desde los trajecitos en tonos pastel hasta los escotes y las minifaldas. En la avenida Corrientes, en Villa Carlos Paz o en los boliches que se nutren de figuras famosas que «hacen presencia», se repite el modelo de femme fatale que ofrece un cuerpo para el deseo del otro. Muchas personas transexuales, transgénero y travestis que se integraron a ese núcleo también recurren a esos modelos. Así, los medios funcionan como escenario de consagración para las figuras trans que cumplen con los objetivos de carisma y buen cuerpo, y apenas si brindan algún espacio para quienes se buscan por fuera de lo avalado como femenino y masculino.
¿Esto quiere decir que incluso en el marco de estos grupos que vienen a plantear una ruptura con respecto a las viejas identidades sexuales es posible que subsistan los tradicionales roles machistas? Para la psicóloga Vita Escardó, el colectivo trans «critica los estereotipos que delimitan la dicotomía varón/mujer y los comportamientos sociales, incluso los sexuales, que el patriarcado otorga a cada género». Instala, justamente, el concepto de género diferenciado del de sexo, puramente vinculado a lo genital. Sexos hay dos; géneros, muchos más, porque depende de la vivencia personal en una cultura determinada. «La dicotomía (entre lo masculino y lo femenino) puede cuestionarse inclusive desde lo orgánico porque, como sujetos de la cultura, nuestra capacidad de elegir modificar nuestra biología está acompañada por la ciencia y las constantes novedades que presenta», agrega Escardó, asesora general del programa nacional Las Víctimas contra Las Violencias. Aunque desde la actitud se dé otro mensaje, «la identidad trans ya implica una postura política; es una construcción. Pero como todo en el campo de la diversidad, está atravesada por un montón de estereotipos», agrega Romina Rodríguez, estudiante de Sociología que creó la Coordinadora por Lxs Trans Presxs, encargada de velar por los derechos de ese colectivo en las cárceles. «Así como ser mujer no significa ser feminista, ser trans no implica ser rupturista», agrega Rodríguez. Cuestionar el machismo incluso protestando contra él con el cuerpo es sólo un posible paso a dar.

 

Mostrar o mostrarse
«La síntesis de la mediatización de la trans y de la travesti en Argentina es Florencia de la V; es la condensación de un prejuicio social generalizado de cómo se construye esa identidad. Es una travesti que logró cierta postura elitista, pero que en su actitud potencia todos los valores del sistema», opina Rodríguez, que prepara una tesis sobre la temática. Sin embargo, aunque también apela a ese otro espacio femenino vinculado con la esposa, «no puede dejar de ser rupturista, porque no puede evitar ser una travesti que va de blanco a casarse; no es visto como un matrimonio más», plantea.
El quid de la cuestión es por qué muchas personas que eligen algo distinto a lo que ordenan los roles tradicionales luego terminan aplicando en su vida esos mismos parámetros con los que chocan. «No sé lo que seríamos si pudiéramos ser desde niños o niñas según nuestro propio deseo, qué modos y formas elegiríamos si pudiéramos tener la paz de crecer buscándonos en la riqueza del juego y del probar, en ese reconocerse en nuestros lugares», se pregunta la cantante Susy Shock, un emblema del movimiento trans surgida del under cuyo lema es «que otros sean lo “normal”». «Estamos atravesadas por la cultura patriarcal judeo cristiana, capitalista y occidental. Por eso es que el pensamiento crítico requiere esfuerzo y conciencia cotidiana de las propias contradicciones», dice Escardó. «La visibilización surge desde los medios de comunicación en la medida en que sea funcional para contribuir a determinado estereotipo de género, con cierto giro morboso, si bien durante el último tiempo la exposición de personas trans en los medios, aun estereotipadas, contribuyó a naturalizar estas nuevas sexualidades», agrega la especialista. Además, «hay que preguntarse qué valores enarbola una persona pública en cuanto es parte de algo llamado farándula», cuestiona Shock. «Lo que también existe –finaliza la autodefinida “artista trans sudaca”– es una sabia resistencia en apropiarnos de lo que nos condena, de lo que nos insulta, para que sea nuestro “jugar”. Eso es muy trans, y está relacionado a algo que la academia y cierta militancia entiende poco todavía: ni más ni menos que el humor, el reírse de sí misma».

Noelia Leiva

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