Películas posibles

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Recuperada por sus trabajadores en 2018, la primera escuela de cine y televisión cooperativa del país funciona en el barrio porteño de Balvanera. Con 20 asociados y 50 alumnos, busca expandir su propuesta académica, entre otros objetivos.


Luz, cámara, cooperación. Aparici, Mauro y Martínez, en la sede de Sarmiento 2210. (Ramiro Domínguez Rubio)

En 2014 nació, en el barrio porteño de Balvanera, la primera escuela de cine y televisión cooperativa del país: Taller Imagen, empresa recuperada por los docentes cuando estaba siendo vaciada y abandonada, encontró en la autogestión una manera de seguir funcionando. Con sede en Sarmiento 2210, ofrece las carreras de Realización de Cine y Televisión, y de Arte y Diseño Multimedial, ambas tecnicaturas de tres años de duración con título oficial. El perfil del egresado, además de cumplir con la formación profesional en los distintos roles de la producción audiovisual –dirección, guión, edición, dirección de fotografía, cámara, sonido, gaffer y postproducción–, está marcado a su vez por la lógica colaborativa.  
«Tratamos de acercar a los estudiantes a un cine posible, no solamente enseñarles a usar un equipo o a escribir un guión, sino también a trabajar en una estructura colaborativa. Por ejemplo, ellos hacen cortos desde el primer año de forma cooperativa: dividen los gastos pagando todos lo mismo, todos tienen algún punto de decisión dentro de su área y en el proyecto total. Hay una búsqueda de un nuevo cine, más solidario en las maneras de hacer en relación con el cine comercial, tradicional», dice  Gabriela Aparici, presidenta de la entidad que hoy cuenta con 20 asociados y 50 alumnos.
Todo fue posible gracias a la voluntad de los fundadores originales de la escuela, nacida en 1989. Para recuperarla solo hizo falta entablar un vínculo más fluido con ellos cuando Taller Imagen SRL –empresa que explotaba el emprendimiento pero que no era su dueña–, comenzó a vaciarla. Primero dejaron de hacer publicidad, luego dejaron de hacer mantenimiento a los equipos y, por último, dejaron de pagar los salarios. «Un grupo de docentes quisimos resistir y se nos ocurrió conformar una cooperativa de trabajo. El propietario nos dio como parte de la indemnización los equipamientos y la explotación de la escuela, el nombre, todo lo que corresponde a lo legal. Las clases nunca se interrumpieron», recuerda Aparici.

De otra manera
Constanza Martínez, rectora de la escuela, señala: «La relación con los alumnos es de mucha confianza, es otra estructura, otra dinámica. Los chicos se apoderan del lugar y lo tratan como su casa». Este vínculo no se extingue una vez que los alumnos egresan. De hecho, algunos formaron parte del consejo de administración, como el caso de Hernán Maggio –tesorero hasta 2017–, de Evelyn Pin –egresada que luego trabajó como administrativa, docente y fue vocal del consejo de administración–, y de Romina Mauro –actual secretaria académica–. Pero también, e igual de importante, fue el apoyo que ofrecieron los estudiantes cuando la cooperativa recién nacía: donaron equipos que ya no usaban, se movilizaron para atraer a nuevos estudiantes y fueron ayudantes de cátedra en los cursos gratuitos de verano que dicta la entidad. Sin ayuda del Estado en materia de subsidios, hoy la cooperativa beca a los alumnos que no cuentan con los recursos suficientes para continuar sus estudios, a pesar de que disminuyó la matrícula.
«Así como nosotros damos clase día a día, aprendemos día a día a ser cooperativistas, solidarios. Vos en la empresa terminás de trabajar, volvés a tu casa y te olvidaste, y acá estamos con mensajitos de WhatsApp todo el tiempo, no tenemos horarios», dice la presidenta.
Además del valor agregado que significa tener docentes trabajadores del medio audiovisual, la escuela busca enriquecer el espacio con otras actividades. En palabras de la rectora: «Está la idea de que sea un espacio no solamente educativo sino también cultural. Poder abrir más oportunidades: exhibir trabajos de los alumnos, que la educación no sea solamente la “educación oficial” sino entenderla también como espacio de intercambio artístico».

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