Poner el hombro

Tiempo de lectura: ...

Ante la quiebra de la ex autopartista Isaco, sus trabajadores no dudaron en tomar las riendas y volver a hacerla funcionar. Así nació la Cooperativa 19 de Diciembre.

 

Manos a la obra. Desde 2002, la fábrica funciona de manera autogestiva. (Jorge Aloy)

Cuando se baja la cortina, la fábrica queda a oscuras, las máquinas detenidas y silenciosas, las oficinas vacías. Una paz de cementerio. Así estaba la autopartista ISACO hace 11 años, el 19 de diciembre de 2002, cuando 20 obreros se cansaron de esperar en una carpa a la intemperie y decidieron entrar. Llevaban varios días de vigilia en la puerta de la empresa ubicada en Villa Ballester, al noroeste del conurbano bonaerense; empresa en la que algunos habían trabajado durante décadas. «La fábrica a fines de 2000 empezó a andar mal y cada vez éramos menos. El 19 de diciembre de 2002 había quebrado y acá los compañeros seguían trabajando. Para ese entonces, ya estaba el Movimiento de Empresas Recuperadas. Nos vinieron a ayudar y nos explicaron que se podía tomar la fábrica», recuerda Enrique Iriarte, presidente de la Cooperativa 19 de Diciembre y uno de los hombres que llevó adelante el proceso de recuperación. «Nos llamaban los patrones y nos preguntaban si estábamos locos, que cómo íbamos a hacer esto. Empezamos de a poquito: entramos haciéndonos los matones, cosa que no somos, y en 45 días ya estábamos recibiendo algunos trabajos».
Los trabajadores se organizaron bajo la forma solidaria para darle continuidad al emprendimiento que tiene incluso una línea propia de autopartes: frenos, cierres de baúl, bajavidrios, entre otros. Además, heredó algunos de los clientes de la antigua empresa con los que todavía siguen trabajando. «Después de tomar la fábrica, hicimos un festival para que el barrio se enterara de lo que estaba pasando acá, dándole un poco de difusión al problema que estábamos teniendo. Y de paso, juntar una monedita», comenta César González, que ahora es secretario de la cooperativa, pero en ese momento estaba desocupado: lo habían echado de ISACO en 1997. El festival fue un éxito, porque vecinos y organizaciones sociales se acercaron a darles una mano. Ahora, la cooperativa tiene un bachillerato popular, y González asegura que es «una forma de devolverle a los vecinos la ayuda de ese momento». El bachillerato surgió de la articulación entre la 19 de Diciembre y la Cooperativa de Educadores e Investigadores Populares (CEIP). Emite títulos oficiales y asisten a él chicos y chicas del barrio a terminar sus estudios.

 

Ganarse el peso trabajando
El trabajo arranca a las 7 y la cortina metálica se baja definitivamente a las 16. «Los compañeros saben que acá la única manera de ganarse el peso es trabajando. Lo más difícil es ser responsable. Si no hay responsabilidad acá adentro, no sirve de nada. Cada compañero, poniéndose en el lugar que le corresponde (en recepción, en producción), hace que esto funcione. No lo hace ni Enrique ni César: es un grupo de gente que está comprometida en sacar adelante algo que empezó en 2002», advierte Iriarte, que aunque esté al frente del Consejo de Administración, nunca dejó la línea de producción. Su trabajo se divide entre las máquinas, las oficinas y algún viaje a La Plata o a Buenos Aires para negociar con los clientes, algo que nunca pensó que iba a hacer pero para lo que se ha ido capacitando en la última década por la necesidad de llevar una empresa adelante. Hoy la cooperativa tiene 20 asociados, entre históricos y nuevos. En su momento de plenitud, ISACO llegó a tener más de 300 trabajadores. «La cooperativa tiene cosas buenas y cosas malas. En una empresa común, si baja el trabajo y paran la producción, suspenden a una parte. Acá la apechugamos entre todos: nos turnamos para laburar, pero no vamos a echar a 5 porque haya trabajo para 15», aclara González. En las épocas malas, como la crisis automotriz de 2008, tuvieron que rebuscárselas. «Somos una autopartista, pero hemos hecho escaleras metálicas, extractores, pies de ventiladores, pinzas magnéticas», enumera González.

En equipo. Iriarte, Jesús Caro (tesorero de la cooperativa) y Bustos. (Jorge Aloy)

En 2011, la fábrica tuvo una «doble vida»: durante algunos meses se convirtió también en ALURMAR, la metalúrgica que quieren recuperar los obreros de la película Industria Argentina, dirigida por Ricardo Díaz Iacoponi y protagonizada por Carlos Portaluppi, que se estrenó en abril de ese año, y que cuenta, en una, la historia de las empresas recuperadas. Como sucede en muchas de ellas, uno de los mayores obstáculos que tiene la Cooperativa 19 de Diciembre es la falta de crédito, y el fantasma más temido es el desalojo. «Para nosotros es fundamental el tema de la seguridad jurídica. Aunque tenemos ley de expropiación por cuatro años más, siempre estamos con temor», explica la abogada Gisela Bustos, asociada de la cooperativa que trabaja en el área administrativa. Es que hasta que la Justicia no ordene la expropiación definitiva, los asociados no son dueños ni del inmueble ni de la maquinaria. Mientras tanto, apuestan a la articulación con otras recuperadas  del país, pero sobre todo con sus vecinas del municipio de San Martín, como la Cooperativa Unidos por el Calzado, de José León Suárez, con las que han conseguido una ordenanza que establece un Régimen de Empadronamiento de Empresas Sociales y Cooperativas, con el fin de preservar la continuidad de la actividad económica y los puestos de trabajo.
Bustos conoció a los que ahora son sus compañeros en aquel festival de enero de 2003. La Argentina se revolvía en una crisis y ella aún no había cumplido 20 años. «En ese momento pensé que lo que estaban haciendo era heroico», relata. 10 años después, es una más del grupo: «Y sigue estando bueno –aclara–. Con todas las contradicciones y todos los problemas cotidianos, uno sigue viniendo porque todos los días es emocionante trabajar en algo que vale la pena». A su lado, César González asiente y suma una clave para el trabajo cooperativo: «Además de responsabilidad, es importante el respeto. No alcanza con fichar e irte a tu casa, hay que dar un poquito más».

Emilia Erbetta

Estás leyendo:

Poner el hombro