Prensa condenada en Gran Bretaña

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El escándalo por las escuchas ilegales en el multimedios del magnate australiano Rupert Murdoch le costó la cabeza a Andy Coulson, pero la causa salpica al primer ministro que lo contrató.

 

Juzgado. Coulson sale del tribunal que lo acaba de condenar, acompañado por su abogado Timothy Langdale, y debe enfrentar el acoso de sus ex colegas, ávidos de primicias. (Rex Features/Dachary)

Si los hechos hubiesen ocurrido en las callecitas porteñas y no en las londinenses, bien podría decirse que el tal Andy Coulson no era bueno ni para espiar. La noticia refiere a quien fue jefe de prensa del primer ministro británico David Cameron, condenado a 18 meses de prisión por haber practicado escuchas ilegales entre los años 2003 y 2007 mientras dirigía News of The World (NOTW), un más que centenario tabloide inglés perteneciente al grupo Murdoch que a raíz del escándalo dejó de publicarse. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto: Cameron contrató al periodista para que lo asesorase en su campaña electoral apenas tres meses después de que renunciase al periódico, cuando estalló el caso. Ese dato pone ahora al premier contra las cuerdas. Es que NOTW era una de las tantas empresas periodísticas en manos del magnate Rupert Murdoch. Salvar a su director y designarlo como vocero pudo haber sido, según la oposición laborista, un gesto del mandatario para congraciarse o devolver favores a un hombre decididamente influyente. Sólo en el Reino Unido, Murdoch domina las comunicaciones con los diarios The Sun y The Times y con las cadenas de televisión Fox y Sky. Así, lo sucedido con Coulson revela una sociedad de hecho entre el poder político y el mediático y agita, además, un debate sobre la prensa amarilla, con limitaciones que propuso el propio gobierno de Cameron y que avalaron muchas figuras públicas, algunas de las cuales fueron víctimas de las escuchas.
En diciembre de 2005, una voz en el teléfono inició una historia de telenovela, con una llamada al Scotland Yard que provenía del Palacio de Buckingham. En la casa de la reina Isabel se preguntaban cómo el NOTW había averiguado que el príncipe Guillermo había sufrido una lesión en su rodilla. Tras prontas pesquisas, los sabuesos reales dedujeron que sólo un espía podría haber revelado tal –e ínfimo– secreto. En abril de 2006, el mismo diario publicó textualmente un mensaje de voz del celular del príncipe Enrique. La policía aceleró su trabajo y descubrió que el «topo» era Clive Goodman, corresponsal en el palacio. En enero de 2007, Goodman fue sentenciado a cuatro meses de cárcel, pena reducida por admitir sus «pinchazos». Su jefe, y máximo responsable del NOTW, Andy Coulson, dijo entonces que lo ocurrido era un hecho aislado. De todas formas, abandonó su cargo, no sin antes aclarar: «Yo nunca he consentido el uso de escuchas telefónicas ni tengo recuerdo alguno de casos de piratería telefónica ocurridos bajo mi dirección».

 

Empleado complicado
El periodista consiguió rápido un empleo. Cameron lo contrató para que esté a cargo de su área de prensa y en ese puesto lo mantendría tras ganar los comicios. «Lo que pasó fue obra de un pícaro», explicó el hombre a sus nuevos jefes respecto a la filtración que había puesto a un colega tras las rejas. El entonces candidato «compró» la historia pese a que, según se develó en el juicio, el expediente con el que se sentenció a Goodman tenía sobradas pruebas de que las irregularidades estaban consentidas e impulsadas por Coulson. Por qué el hombre fuerte del Partido Conservador no quiso averiguar a quién contrataba es una pregunta todavía sin respuestas.
«Di a alguien una segunda oportunidad y fue una mala decisión», reconoció el primer ministro británico tras que se conociera la condena a su ex vocero. Cameron agregó que «le pregunté un día si estaba al tanto de las escuchas ilegales, y él me dijo que no. Yo acepté sus garantías». El mandatario asumió su plena responsabilidad en el nombramiento de Coulson en las oficinas de Downing Street pero apuntó que «sabiendo lo que sabemos ahora y viendo que sus garantías no eran las adecuadas, obviamente fue un error darle trabajo». Ese error, parece, se sostuvo largo tiempo. Es que tras las revelaciones del espionaje en Buckingham se develaron otros secretos, con el jefe de prensa todavía en su puesto.
En julio de 2009, el diario The Guardian dio cuenta de que la actividad ilegal se repetía desde mucho antes de que la rodilla del príncipe Guillermo se hiciera famosa. Publicó, además, que periodistas del NOTW contrataban a detectives privados expertos en escuchas para acceder a unos 3.000 teléfonos, cuyos titulares iban desde el actor Hugh Grant al ex futbolista Paul Gascoine; de Boris Johnson, alcalde de Londres, al cantante George Michael; de la ex esposa de Paul Mc Cartney, Heather Mills, al ex ministro del Interior, David Blunkett. En febrero de 2010, la Comisión de Cultura de la Casa de los Comunes acusó al diario implicado de «amnesia colectiva». En setiembre, cuando Cameron llevaba cinco meses como premier y Coulson otro tanto como vocero, The New York Times rubricó la acusación de The Guardian y la BBC fue más lejos al citar a un ex reportero del NOTW que señaló al viejo director del periódico como el autor intelectual de las maniobras. El 21 de enero de 2011, Coulson renunció. Vale la pena destacar la fecha: 48 horas después se conocía que uno de los espiados era Gordon Brown, primer ministro entre 2007 y 2010.

 

Cuestiones de alcoba
La oposición a Cameron no se mostró complacida por las disculpas del mandatario tras anunciarse el fallo condenatorio. Ed Miliband, jefe de los laboristas, consideró que el tory «dio trabajo a un delincuente y debe una explicación al país». Miliband puso en palabras lo que no pocos venían insinuando. «No se trata de un simple error de juicio; es una mancha para todo el gobierno. Cameron antepuso su relación con Murdoch a la toma de una decisión adecuada», disparó. La munición, como esquirlas, dio de lleno en George Osborne, ministro de Hacienda británico, uno de los que en su momento patrocinó la contratación de Coulson. El grueso de la carga la recibió el magnate mediático. Investigaciones públicas dan por probado que en los primeros 15 meses de la gestión Cameron, el hombre fuerte de Downing Street se reunió 26 veces con Murdoch. James, hijo del multimillonario, reconoció que se había entrevistado unas 12 veces con el entonces jefe de los conservadores. Murdoch Junior incluso detalló que una de esas citas tuvo lugar el mismo día que el grupo mediático decidiera apoyar a Cameron en las elecciones de 2010. Como «negocios son negocios», varios analistas del Reino Unido reconocen que ni Margaret Thatcher ni Tony Blair rechazaron una cordial y amena convivencia con el amo de las primeras planas. A Blair, sin embargo, le tocó bailar con la más fea. O no. Rupert Murdoch confesó haber sido el último en enterarse de la infidelidad de su esposa, Wendi Deng, despecho que lo llevó al divorcio. El jefe de los rumores terminaba envuelto en ellos y, para peor, eran ciertos. ¿Con quién engañaba ella al magnate? Con el «amigo» Tony.

Tiempos viejos. El ex director del NOTW junto con el premier David Cameron. (Rex Features/Dachary)

La crónica oscura entre el multimedios y el poder político se guardó lugar para otras páginas rosas. El juicio contra Coulson ventiló que el periodista mantuvo una relación amorosa clandestina con Rebekah Brooks, quien lo sucedió al frente de NOTW entre 2009 y 2011. Mientras ambos departían como amantes, la mujer estrella del imperio Murdoch se veía –aunque no íntimamente– con Cameron, merced a la amistad que desde su juventud él mantenía con Charlie Brooks, segundo esposo de la trabajadora de prensa. La señora Brooks también estuvo en el banquillo de los acusados, pero fue absuelta de culpa y cargo. La resolución del jurado causó cierto asombro pues, entre otros indicios en su contra, en las audiencias una testigo declaró que Rebekah le había contado lo fácil que era escuchar mensajes de voz de los famosos. «¿Sabés que la esposa de Paul Mc Cartney le tiró el anillo de casamiento por la ventana?», había comentado la periodista a su interlocutora. Los detalles de esa rencilla doméstica, como otras tantas «primicias», las había sacado Brooks de los teléfonos de la pareja.
Murdoch no salió indemne de las pésimas obras de sus discípulos. Revelado el affaire de las escuchas, el NOTW comenzó a perder credibilidad y anunciantes por igual. Mientras el magnate arreglaba en privado la catarata de juicios en contra, el diario se vino a pique y a 168 años de ser fundado, dejó de circular en julio de 2011. Por aquellos días, se informaba que familiares de soldados británicos caídos en Afganistán e Irak también estaban incluidos en la lista de espiados. Pero el golpe de gracia llegó con la difusión del caso de Milly Dowler, una adolescente dada por desaparecida en marzo de 2002. Se conoció que el diario había accedido al teléfono móvil de la chica procurando obtener algo para publicar. Eliminaban mensajes para liberar la memoria y permitir que entraran nuevas comunicaciones. Los padres de la adolescente pensaron que era su hija la que borraba el buzón de voz. Suponían, así, que Milly estaba viva. La chica, en rigor, había sido secuestrada y fue asesinada tras pocos días de cautiverio, aunque su cadáver recién fue hallado en setiembre. Fueron largos meses de falsa esperanza para los Dowler, daño que Murdoch quiso compensar una década después, en arreglo extrajudicial, por unos 2.290.000 euros.
El escándalo de las escuchas ilegales generó un significativo llamamiento de un centenar de figuras públicas. «Creemos que los directores y periodistas aumentarán el aprecio que les tiene el público si aceptan autorregularse, auditados por órganos independientes», manifestó un documento firmado por, entre otros, la actriz Emma Thompson, los escritores J. K. Rowling y Salman Rushdie y la ex estrella de la selección inglesa de fútbol, Gary Lineker. Defendían así el estatuto regulador de medios escritos que el gobierno británico impulsó y que todavía no obtuvo el aval judicial para ser puesto en marcha. Los tres partidos mayoritarios del Parlamento apoyaron la iniciativa que, no por razonable y acaso necesaria, encierra una paradoja: es Cameron quien encabeza la idea de los controles, el mismo que protegió al hombre que espió descontroladamente.

Diego Pietrafesa

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