Primero, las personas

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Fundada en 2012, la Cooperativa de Cuidadores Domiciliarios logró hacer de un oficio tradicionalmente individual una empresa de gestión colectiva, eficiente y democrática. Apoyo de la filial local del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

Avance. Scolni, Castillo, Larrubia, Cancian y Miori en la nueva sede de la entidad.

En la ciudad de Mar del Plata, desde hace siete años, funciona la Cooperativa de Cuidadores Domiciliarios, una experiencia de organización colectiva en constante crecimiento: recientemente inauguraron una nueva sede con más espacio y comodidades para sus actividades.
«Entre 2009 y 2010, un grupo de treinta mujeres que hicimos el curso que dictaba el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para cuidadoras domiciliarias nos dimos cuenta de que realizar esta tarea individualmente era muy vulnerable. Todas teníamos un paciente pero teníamos más o menos los mismos inconvenientes: problemas para cobrar, para negociar con las familias, si nos enfermábamos dejábamos al paciente sin atender, entre otros», relata Elsa Miori, presidenta de la entidad.  Al finalizar el curso, las coordinadoras las motivaron a organizarse para trabajar juntas. «Algunas chicas sabían que yo vengo del movimiento cooperativo de toda la vida y entonces se acercaron para decirme si me animaba a orientarlas en el tema. Ellas de adultos mayores sabían por experiencia y por el curso, pero de conformar una ONG o una cooperativa, no. Yo siempre estuve en el área educativa del movimiento». Miori está vinculada al movimiento cooperativo desde 1974, cuando entró como asociada a la Cooperativa de Crédito Juan B. Justo de Mar del Plata, que más tarde se transformaría en filial del Banco Credicoop. También fue docente de Idelcoop y  presidenta de las comisiones de asociados de las filiales Núñez (CABA) y Juan B. Justo del Banco. Además fue socia fundadora de la cooperativa de crédito Nuevo Impulso. Una experiencia de 40 años que pudo volcar en el nuevo emprendimiento.
«Nacimos independientes y autónomas
–recalca–, pero acompañadas por diversas instituciones: el Instituto Movilizador, que nos prestó la sede mucho tiempo para reunirnos y nos ayudó con el trámite para la matrícula, el PAMI, la Asociación de Geriatría y Gerontología de Mar del Plata, los médicos que habían sido profesores nuestros y que nos mandaban los pacientes, entre otros».

Valor agregado
Trabajar colectivamente dio sus frutos, aunque no inmediatamente.  «Las diez personas que empezamos la cooperativa teníamos un paciente individual cada una y con eso comíamos y mientras tanto le dedicamos un tiempo a formar la cooperativa, que era un trabajo ad honorem. Durante tres años fue de esa manera. Cuando la cooperativa empezó a funcionar, comenzamos a recuperar la inversión», cuenta Miori. La cooperativa tenía ventajas: los pacientes eran de todos. «Nos dimos cuenta de que tener reemplazo en caso de enfermedad, por ejemplo, era una de las cosas que más valoraba la familia del paciente, porque si la cuidadora no iba, perdían el día de trabajo», relata Miori, acompañada por la secretaria Andrea Larrubia, el consejero Edgardo Cancian y las cuidadoras Patricia Ibáñez y Karina Fragaro.
Hoy la cooperativa tiene 140 cuidadores (en su mayoría mujeres) trabajando. Todas viven de esta actividad exclusivamente. Además tiene sus áreas de contabilidad, educación, psicología y asistencia tanto para los pacientes y las familias como para las propias asociadas. Por otra parte, dictan cursos de formación para nuevas cuidadoras a cargo de la psicóloga Mirta Scolni, también asociada a la entidad. «A partir de 2003 el Ministerio de Desarrollo Social dio los cursos de cuidadores domiciliarios de forma gratuita. A partir de 2016 se interrumpieron y nosotros tomamos la iniciativa para cubrir la demanda de gente que quiere hacer los cursos. También recibimos a quienes ya los hicieron», dice Scolni. A partir de los cursos y de la creciente demanda, la cooperativa pasó a tener nuevas generaciones de cuidadoras, jóvenes con vocación que mediante la entidad acceden a un trabajo formal, con aportes jubilatorios y la posibilidad de estar bancarizadas a través del Banco Credicoop.
«La  diferencia de trabajar en forma particular o en cooperativa es que la cooperativa contiene, en todo sentido –dice la presidenta–, a los pacientes y sus familias, pero también a las y los trabajadores. Tenemos problemas muy serios de violencia de género entre las compañeras, aquí trabajamos en eso también y nos abocamos a todas las tareas y problemas que van apareciendo. La síntesis es la contención y la búsqueda entre todos de una solución». También se formó un fondo de asistencia a la salud para las asociadas que no pueden trabajar temporariamente por enfermedad u otros inconvenientes. «Cada empleada aporta un monto mensual al fondo. Cuando una tiene un problema y no puede trabajar pide un crédito de ese dinero, que luego devuelve como puede», señala Miori.

Alta rotación
Daniel Castillo, tesorero de la cooperativa, suma un detalle no menor: la estabilidad laboral que brinda la organización. «Nosotros trabajamos con una clientela de alta rotación. La seguridad que da la cooperativa es que a los pocos días se está trabajando de vuelta, algo que para quienes lo hacen de forma particular es muy difícil que suceda», afirma. También se explaya sobre el abordaje hacia las familias que contratan el servicio: «Cuando la familia llega le damos una contención primaria y le explicamos lo mismo que le decimos al resto de los compañeros: que no va a estar más solo, que no es solo el cuidador el que va al domicilio sino que detrás de ese cuidador hay un equipo de trabajo. Sabe que nosotros estamos las 24 horas atentos, la familia acuerda con la cooperativa y la cooperativa acuerda con los cuidadores y nosotros nos hacemos cargo de las dificultades. Es un trabajo en red».  Otra diferencia es que los honorarios los fijan las cuidadoras, no las personas que las contratan. El costo de la hora de trabajo se establece en asamblea.
Sin estar exenta de dificultades, la apuesta es seguir creciendo e integrándose, siempre con los valores solidarios como bandera. «A nosotros –concluye Miori– nos costó muchísimo instalar la cooperativa, en dos aspectos: por el lado de las cuidadoras, teníamos que demostrarles que tenían una contención que antes no tenían. Y por otro, demostrarles a las familias que tenemos una actitud en la que el ser humano está primero. Todo esto hace que hoy tenga un aval muy grande, tanto de parte de las instituciones como de la gente».

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