Putin recargado

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El mandatario consolidó su liderazgo pese a la delicada situación económica y redobla su ofensiva política frente a las crecientes tensiones con Occidente por los conflictos en Ucrania y Siria. Planes de gobierno con perspectiva de permanencia en el poder.


Moscú. Tras el triunfo de su partido, Rusia Unida, en los comicios, el presidente dio un discurso en la octava cita anual del Foro de Inversión. (Druzhinin/Sputnik/AFP/Dachary)

 

Con una rotunda victoria en las elecciones legislativas de setiembre, Vladimir Putin reafirmó su posición como hombre fuerte de Rusia y consiguió la mayoría parlamentaria más amplia de la historia moderna. El triunfo abrió la puerta a una nueva reelección presidencial en 2018, lo que permitiría a este exmiembro de la KGB, de 64 años, rivalizar con el propio Iósif Stalin en cuanto a longevidad en el poder. Algo que, a pesar del éxito electoral, no será nada fácil por la delicada situación económica que vive el país y el momento de extrema tensión con Occidente debido a los conflictos en Siria y Ucrania.
En los comicios, celebrados el pasado 18 de setiembre, el partido de Putin, Rusia Unida, logró el 54,2% de los votos: 28,5 millones de sufragios sobre un total de 52,7 millones. La victoria dio aire al presidente ruso no solo a nivel interno –el país atraviesa el segundo año de recesión y sufre los coletazos de la baja en el precio del petróleo, su principal fuente de ingresos–, sino también en el plano internacional. La relación con Estados Unidos y las potencias europeas atraviesa uno de sus peores momentos desde que el líder del Kremlin llegó al poder, allá por el año 2000.
La tensión se agravó a inicios de octubre, cuando Putin decidió suspender un acto oficial en París con su par francés, François Hollande, por los desencuentros vinculados con la intervención en Siria, donde se entremezclan intereses que involucran a gran parte de las potencias mundiales. La cancelación se produjo poco después de que Hollande se refiriera a un «desacuerdo mayor» y a la «inaceptable» estrategia adoptada por Rusia para solucionar el candente conflicto en Oriente Medio.
Al igual que a Estados Unidos, al mandatario galo no le gusta nada el accionar del Kremlin, que junto con las tropas sirias del presidente Bashar al Assad realiza implacables bombardeos sobre Alepo para combatir a las variopintas fuerzas rebeldes. De hecho, comparó esos ataques con masacres históricas y amenazó con recurrir a la Corte Penal Internacional (CPI) para abrir una investigación por supuestos crímenes de guerra contra civiles. El canciller Jean-Marc Ayrault fue un poco más allá y, después de preguntarse quiénes eran los autores de los bombardeos, aseguró: «Evidentemente fueron los sirios, pero sobre todo los rusos, que llevaron las armas sofisticadas».
La respuesta de Putin no se hizo esperar. El presidente denunció la creciente «rusofobia» del gobierno francés y de Occidente en general. Además, vetó la propuesta presentada por Hollande dentro del Consejo de Seguridad de la ONU para suspender los bombardeos en Siria y alcanzar una tregua. La postura rusa es clara: Estados Unidos y sus socios europeos utilizan la guerra civil siria como excusa para derrocar a Al Assad, un histórico aliado del Kremlin. «La presión y el chantaje nunca funcionaron contra Rusia y no funcionarán jamás», declaró Putin. Poco después, el gobierno ruso echó un poco más de leña al fuego al anunciar su voluntad de reactivar sus bases militares en Cuba y Vietnam, una provocación directa a EE.UU.
Pese al cruce de declaraciones, la posición de Rusia en el tablero internacional continúa siendo fuerte, y más aún después del espaldarazo dado tras las elecciones legislativas de setiembre. Para Gabriel Puricelli, sociólogo y vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas, Putin reforzó su poderío con el triunfo electoral, ya que «los partidos de la oposición tolerada solo critican sus políticas domésticas, pero siguen apoyando todas sus iniciativas en el frente bélico y de política exterior», lo que le permitirá mantenerse firme en su estrategia sobre Siria. En ese sentido, Puricelli consideró importante el uso de «la carta nacionalista que lo muestra como un líder que no teme utilizar la fuerza militar en el exterior, en Ucrania y también en Siria, y como encarnación de la identidad rusa ante los cuestionamientos de los líderes de los EE.UU. y del resto de Europa».

 

Escenario despejado
Jorge Kreyness, analista político y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista argentino, agregó que, gracias a su intervención en el conflicto sirio, «Rusia se posicionó en el primer nivel de la política internacional» y secunda «a China en esta situación en la que emergen nuevos centros de poder, siendo una fuerte inspiración para muchos países que tienen que buscar un alineamiento internacional independiente, al margen de la dominación del imperialismo norteamericano y de las corporaciones transnacionales».
Con la victorial electoral, el oficialismo se aseguró 343 de las 450 bancas de la Duma, el Parlamento ruso. El número no solo garantiza la rápida aprobación de leyes, sino también la posibilidad de introducir cambios en la Constitución, aún sin la necesidad de alcanzar acuerdos con la oposición: el Partido Comunista y el ultranacionalista Partido Liberal Demócrata, que quedaron muy atrás, con apenas el 13% de los sufragios.
De ese modo, Putin confirmó su posición de liderazgo indiscutido. Y aunque aún no está claro si será candidato, tiene en vista las elecciones presidenciales de 2018. En caso de que se presente y triunfe nuevamente, podrá gobernar hasta 2024. Serían, así, 24 años consecutivos en las altas esferas del Kremlin desde que asumió como presidente por primera vez. Los números lo acompañan: de acuerdo con las últimas encuestas, el 74% de los rusos votaría por su reelección.