Recuperar y producir

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La empresa afincada en la localidad de Munro fue reactivada por sus trabajadores luego de que sus propietarios decretaran la quiebra en 2009. Autogestión como motor del crecimiento.

 

En marcha. Con 28 asociados, Fadip se especializa en la producción de tapas de aluminio a rosca para bebidas y medicamentos. (Jorge Aloy)

Aunque en las últimas dos décadas numerosas fábricas cerraron sus puertas por su inviabilidad, a través de la acción colectiva centenares de trabajadores las hicieron resurgir, como ocurrió con Fadip, fábrica radicada en la localidad de Munro, provincia de Buenos Aires, que volvió a producir como cooperativa de trabajo.
Las cooperativas de trabajo provenientes de procesos de recuperación de empresas y de fábricas quebradas se multiplicaron en la Argentina como un fenómeno asociativo en respuesta a la problemática del desempleo, producto del proceso de desindustrialización que se dio en el país hacia fines de la década del 90 y principios del nuevo siglo. A más de 10 años de la crisis de 2001, el fenómeno sigue vivo porque algunas compañías continúan utilizando los mismos artilugios del pasado: vaciamiento y maniobras fraudulentas para vender las empresas y no hacerse cargo de las deudas que mantienen con sus trabajadores.
El 13 de octubre de 2009 los propietarios de Fadip, una de las pocas manufactureras nacionales especializadas en la producción de tapas de aluminio a rosca para bebidas y medicamentos, anunciaron la quiebra y desaparecieron. «Mientras la mayoría de las empresas en la Argentina se estaban recuperando gracias a las medidas políticas y económicas que se aplicaban en el país, los dueños de esta fábrica aducían que tenían dificultades financieras producto de la crisis de 2008 –recuerda la operaria Alejandra Díaz–. Nosotros estábamos convencidos que eso no era real porque, incluso, la competencia estaba desbordada de trabajo, y sospechamos que se trataba de una maniobra engañosa para vender la fábrica y no pagarnos las indemnizaciones», agrega la tesorera de la cooperativa. «Como nos venían suspendiendo todos los viernes, ni pensábamos que iban a aprovechar el feriado largo para tratar de vaciar la planta –añade la síndico Paula Stratico–. Por suerte, la señora que tenía la concesión del comedor nos avisó que se estaban llevando todo y que el lunes no íbamos a poder entrar, entonces hicimos una cadena de llamados, vinimos y nos metimos adentro», cuenta la operaria.
Poner en marcha la planta les llevó mucho tiempo y esfuerzo. En ese proceso, la ayuda del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por los Trabajadores (MNFRT), más los subsidios de los ministerios de Trabajo y de Desarrollo Social, fueron decisivos para reactivar la producción. «Fue terrible –señala Stratico–, los proveedores no nos querían dar crédito pero gracias al fondo solidario de otras cooperativas hermanas pudimos comprar los primeros insumos y materiales para empezar a trabajar».
«Decláranse de utilidad pública y sujetos a expropiación los inmuebles ubicados en la localidad de Munro, partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires, propiedad de la empresa Fadip sociedad anónima, sito en Independencia 2.534 de Vicente López», decía el proyecto de ley de expropiación aprobado por el parlamento bonaerense en 2011. Además del edificio, fueron adjudicadas a la cooperativa de trabajo las maquinarias e instalaciones para su explotación.

 

De mano en mano
Contra la idea generalizada de que las empresas y fábricas recuperadas subsisten con una infraestructura obsoleta y gracias a la ayuda del Estado, según un relevamiento publicado por el Programa Facultad Abierta de Filosofía y Letras de la UBA, casi el 60% de las experiencias autogestionadas incorporó y mejoró su infraestructura productiva. El 60% realizó estas inversiones con fondos propios; otro 20% lo hizo combinando fondos propios y subsidios, y el 10% sólo con subsidios. En el caso de Fadip, a partir de la recuperación, sus trabajadores se involucraron fuertemente en la organización de la producción y para incrementar el volumen de fabricación de tapas y sumar más asociados, están planificando la incorporación de nueva tecnología y la optimización de las maquinarias.
Las cooperativistas destacan la ayuda que reciben del MNFRT. «Siempre vienen y te dan una mano, te asesoran en lo legal y en lo jurídico, no estás completamente solo. Sabemos que antes, en otras empresas, hubo trabajadores que estuvieron meses y, algunos, años acampando afuera antes de ingresar a los inmuebles para evitar el vaciamiento. Ahora en cierto modo es más fácil. También –indica Díaz– es importante el espaldarazo que da la ley de Quiebras que se sancionó en la provincia. Antes cerraba una fábrica, el lugar permanecía abandonado, la gente se quedaba afuera y tenía que salir a buscar otro empleo. Actualmente, los trabajadores deciden si quieren quedarse o no, produciendo». Actualmente la Cooperativa de Trabajo Fadip, gestionada por 28 asociados, produce entre 2 y 3 millones de tapas de aluminio a rosca por mes para botellas de licores, aperitivos, aceites, vinos, cervezas y medicamentos. También comercializa las guarniciones blancas de seguridad elaboradas en polietileno expandido que evita que el contenido de la botella se filtre. «Esta es una forma de reactivar la economía –concluye Stratico–. Es preferible que la gente esté tratando de reactivar una empresa a que reciba un subsidio o que termine en la calle, y la cooperativa es la mejor manera de llevar adelante ese nuevo proceso».

Silvia Porritelli

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