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Regreso xeneize

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Tras varias decepciones, Boca se consagró campeón del certamen local gracias a la jerarquía de su plantel y el carácter para superar adversidades. Los influyentes papeles de Tevez y Arruabarrena.

 

Festejo. Tevez y otros jugadores boquenses celebran subidos a un arco la obtención del título, ante una colmada Bombonera. (Télam)

En un año difícil, que incluyó frustraciones deportivas y varios conflictos, Boca se adjudicó el inédito torneo de 30 equipos con autoridad y de forma inobjetable. Entre las claves de su  estrella 25 –en la era profesional– se cuenta la jerarquía de su plantel y la regularidad de resultados a lo largo del torneo. A lo que se suma la conducción de su entrenador, Rodolfo Arruabarrena.
Para este torneo, el principal objetivo de la dirigencia y el cuerpo técnico era volver a los primeros planos, teniendo en cuenta que Boca no ganaba un campeonato local desde 2011. En ese sentido, los apellidos de su plantel fueron un factor decisivo para obtener el torneo. Basta consignar los nombres de Agustín Orión, Daniel Díaz, Fernando Gago, Pablo Pérez, Jonathan Calleri y el uruguayo Nicolás Lodeiro, por citar algunos fundamentales.
Además, el equipo de la ribera contó con los dos jugadores más caros del fútbol argentino. En el primer semestre fue Daniel Osvaldo, quien tras una década en Europa volvió al país para jugar en el club, aunque no pudo continuar en el equipo a raíz del costo económico de su contrato y conflictos personales. Desvinculado del plantel, en el segundo semestre la dirigencia de Boca apostó fuerte por el regreso de Carlos Tevez, una gloria boquense que consiguió varios títulos en su anterior paso por el club. Con todos los flashes encima, Tevez se puso la cinta de capitán, la camiseta con el 10 en la espalda y, además de talento, aportó su liderazgo en los momentos de crisis. «Sabía la presión que iba a tener al volver. Pero no hay nada como salir campeón con el club que amo», sostuvo el símbolo xeneize.
Pero independientemente de los nombres, el fútbol es un juego de equipo y en ese sentido el técnico Rodolfo Arruabarrena también fue responsable. El Vasco impuso una idea de juego asentada en la vocación ofensiva y en saber sacar rédito del amplio plantel con el que contaba, combinada con su capacidad para sobreponerse a momentos complicados de sus dirigidos. Si bien la estadística indica que el equipo tropezó de manera consecutiva solamente ante Aldosivi y Vélez, en el camino se interpusieron diversos obstáculos. Entre ellos cabe mencionar las acciones violentas protagonizadas por Agustín Orión, arquero y referente, los mencionados conflictos de Osvaldo y la lesión que le provocó Tevez a un jugador de Argentinos Juniors, con extendido impacto mediático. Y adentro de la cancha el campeonato corrió serio peligro tras una derrota en la Bombonera ante San Lorenzo. Estos escollos convivieron con el escándalo desatado en el encuentro con River, correspondiente al partido de vuelta de los octavos de final de la Copa Libertadores, que finalizó con la descalificación de Boca del certamen por la agresión a los jugadores visitantes. Como si fuera poco, semanas después el club de Núñez se consagró campeón del torneo continental.
Pese a estas situaciones adversas, el equipo no perdió la brújula y se enfocó en conseguir el título, asentado en el carácter de su plantel. La campaña terminó siendo meritoria por varios factores: el cuadro xeneize fue el que más partidos ganó, el que convirtió mayor cantidad de goles y el que cosechó más puntos en condición de visitante. Con los agregados de los dos triunfos sobre River y la vuelta triunfal de Tevez. Un título, al cabo, con ribetes de desahogo y que marca el regreso a la gloria de uno de los equipos más ganadores del fútbol argentino.

—-Tom Wichter