Rendirse, jamás

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Como muchas entidades solidarias, la cooperativa Futuro Ensenadense nació de la necesidad de los vecinos de unirse ante las dificultades. Hoy enfrentan un panorama incierto generado por la suba de los costos de materiales y servicios.


Orgullo. Algunos de los asociados en el mural que cuenta la historia de la entidad.

 

Él decía: acá vamos a poner un galpón, acá va a haber una oficina, acá otra. Y todos pensábamos que estaba loco». La que recuerda es Marisa Ruiz Díaz, asociada de la cooperativa Futuro Ensenadense. Así rememora los tiempos en que Luis Carlá, actual presidente de la entidad, soñaba con construir la empresa en un baldío abandonado del barrio Mosconi,  en el partido bonaerense de Ensenada. «Yo lo veía desde la ventana de casa poniendo ladrillos bajo la lluvia y se me partía el corazón, pero al final lo hicimos», dice con orgullo.
Como muchas otras entidades cooperativas, Futuro Ensenadense es hija de las dificultades: en 1993 una obra de la empresa Repsol-ypf dejó bajo agua a gran parte del barrio Mosconi. Sus vecinos se organizaron y ganaron un juicio que obligó a la empresa a indemnizarlos y hacer obras de infraestructura y saneamiento. Con los años, la zona se fue recuperando y los vecinos levantaron un galpón inmenso en el corazón del barrio donde hoy desarrollan gran parte de las actividades de la cooperativa. En aquel momento, Carlá, que era dueño de un kiosco, movilizó a casi 300 personas para hacer la demanda a la petrolera. Tras el juicio, los vecinos firmaron un acuerdo que involucró a la Intendencia y que incluyó entubamientos, instalación de columnas de luz y saneamiento. El trato establecía que Repsol asumiera los costos de las obras, el municipio aportara la maquinaria y los vecinos la mano de obra. «Esa era la lucha principal –dice Luis–, pero después nos dimos cuenta de otro problema, que era la falta de trabajo». Así nació la cooperativa, ofreciendo cortes de pasto y desmalezado dentro y fuera de la destilería. «Nosotros venimos de un lugar que es muy humilde, donde no entraban ni los remises, y de a poco empezamos a comprar nuestras propias herramientas y así los pequeños trabajos se fueron agrandando», cuenta el presidente. En 2007 encararon un proyecto de bloques de hormigón y con esos ladrillos construyeron los tres galpones que tienen hoy. Pero también querían ofrecer ese servicio a la destilería. «Ahí tuvimos que discutir mucho porque no podíamos ir a ypf a competir con una carretilla, teníamos que reinvertir en maquinaria, y llevó todo un proceso mentalizar al compañero de que el futuro estaba en sostener también nuestro trabajo».


Salón de costura. En el mismo galpón funcionan una carpintería y una herrería.

 

En la actualidad, Futuro Ensenadense tiene 53 asociados, en su mayoría vecinos y vecinas de Mosconi. Muchos se acuerdan de cómo era el barrio antes de que existiera la cooperativa, cuando las calles estaban desbordadas de barro y toda la zona se encontraba rodeada por zanjones llenos de basura. Hoy ya no quedan rastros de ese pasado: en el centro del barrio está el galpón principal de la cooperativa, que está rodeado por una plaza con juegos de colores y una cancha de fútbol. También hay tres murales: uno homenajea la lucha del Che Guevara, otro a Eva Perón y el último, que está en la fachada principal, narra la historia de la cooperativa y fue premiado en 2012 por el municipio de Ensenada. En ese galpón, el más grande de los tres, están la hormigonera, un horno fundidor de vidrio, una sala para las máquinas de mantenimiento de espacios verdes y un patio con una parrilla donde los asociados se reúnen –cada vez más ocasionalmente– a comer asados. A pocas cuadras del galpón principal se levanta otro de los galpones pertenecientes a Futuro Ensenadense, donde hay un salón disponible para que los asociados puedan celebrar eventos. En la planta alta funcionan talleres y cursos abiertos de soldadura, cañerías y construcción en seco. También de computación. Marisa Ruiz Díaz cuenta que cuando llegó a la cooperativa no se quería «ni acercar» a una computadora. «Veía la flechita y me mareaba, pero me insistieron tanto que hice uno de los talleres y hoy me manejo perfecto a pesar de que nunca pensé que podría». Con esos conocimientos, cuenta, pudo progresar a nivel laboral y ahora puede ayudar a su familia. Carlá agrega que si bien al principio cobraban poco, hoy tienen un retorno acorde al mercado y hasta pueden reinvertir. La cooperativa también tiene un galpón sobre una de las avenidas principales de Ensenada, donde funcionan una carpintería, una herrería y un salón de costura. Desde hace tres años trabaja allí Facundo Suárez, herrero y uno de los pocos asociados que no vive en Barrio Mosconi. Él dice que antes ya había trabajado en una cooperativa, pero que la experiencia era muy distinta: «Trabajaba de lunes a lunes, trece horas por día, con media hora para comer. No podíamos ni tomar mate, el dinero era muy poco y te obligaban a hacer horas extras». En sus palabras, asociarse a Futuro Ensenadense le «alivió la vida». «Las condiciones son bien distintas, se participa en la toma de decisiones y hasta llego a buscar a mi hija a la escuela».
Hoy, los trabajadores de Futuro Ensenadense enfrentan un momento difícil: el paquete de medidas económicas que lanzó el actual gobierno nacional puso en alerta a esta y otras entidades de la economía social. De hecho, muchas de las actividades de la cooperativa están paradas por la suba de los costos. «Ahora paramos todo, porque subieron muy alto los costos de los materiales. Estamos reorganizándonos», dice Carlá, más ocupado que preocupado. Marisa, con optimismo,  concluye: «Con el trabajo y la honestidad se sale adelante. Nosotros lo sabemos y no vamos a bajar nunca los brazos».

 

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