Resistente como el acero

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Ubicada en General Pico, La Pampa, la empresa recuperada fabrica y distribuye bulones en todo el país. Además de sostener la fuente laboral, difunde el oficio entre las nuevas generaciones.

105.000 kilos. Es lo que produce mensualmente la cooperativa de trabajo, entre tuercas, arandelas, tirafondos y tornillos. (Ricardo Echaniz)

La economía solidaria tiene en Argentina, como en todo el mundo, un rol importante en cuanto al balance de las desigualdades del mercado laboral. Tal es el caso de las empresas recuperadas convertidas en cooperativas. Desde hace años, frente a la maniobra de empresarios que se declaraban en quiebra, miles de trabajadores han recuperado su empleo a través de la autogestión solidaria. Un caso emblemático es el de una de las fábricas buloneras más importantes del país, ubicada en la localidad pampeana de General Pico. En el taller de la ex empresa Luna Hermanos –un galpón de 3.700 metros cuadrados–, el ruido de las máquinas llena de vida el espacio que a fines de los 90 había quedado silenciado abruptamente por el proceso desindustrializador que expulsó a millones de trabajadores del mercado laboral argentino.
Nacida en la década del 60, la metalúrgica tuvo un acelerado crecimiento en 1973, cuando incrementó su personal de 15 obreros a 100. Con el tiempo llegó a producir en tres galpones de la ciudad pampeana y en una planta en el partido bonaerense de Hurlingham. En su momento de mayor esplendor funcionaba las 24 horas, en tres turnos, con 500 trabajadores que fabricaban alrededor de 400.000 kilos de bulones por mes para abastecer a industrias del mercado nacional e internacional. Cuando en febrero de 1999 entró en convocatoria y los antiguos dueños abandonaron la planta, los obreros decidieron tomar las instalaciones del histórico taller metalúrgico para evitar el vaciamiento y proteger las máquinas. Fueron dos años de resistencia hasta que, ante la imposibilidad de reinsertarse en el mundo del trabajo, los obreros se lanzaron a la tarea de recuperar colectivamente su fuente laboral. «Durante la ocupación el gobierno provincial nos otorgó un subsidio para poder continuar. Además fue fundamental el acompañamiento y la ayuda que recibimos de las familias y los vecinos que confiaron en nosotros», cuenta Martín Oderiz, quien desde hace 40 años trabaja en la bulonera. «Estábamos convencidos de que teníamos que aguantar porque después de cierta edad nadie quiere tomarte para trabajar y te convertís en algo descartable», agrega. Los obreros decidieron conformar la Cooperativa de Trabajo La Histórica, denominación que les permitía conservar la sigla (LH), reconocida en el mercado industrial. «Al principio no fue fácil –cuenta Oderiz, impulsor y presidente de la entidad solidaria–. La pelea más grande que tuvimos fue con los productos que venían de afuera. En el 2001, el kilo de bulones terminados que ingresaba al país estaba al mismo valor que nosotros pagábamos 1 kilo de materia prima», explica el dirigente. La organización del trabajo y la planificación en las inversiones le permitieron a la fábrica solidaria capitalizarse y hacerse de stock para responder adecuadamente a la demanda de los clientes. «Máquina que se rompe, máquina que se repara y se deja como nueva –asegura el obrero–. Además fuimos comprando nuevas herramientas para mejorar y facilitar el trabajo, y mantener la calidad de nuestros productos».

Oderiz. «La ayuda de los vecinos y las familias fue fundamental». (Ricardo Echaniz)

Una de las preocupaciones centrales que tienen los asociados es la incorporación de nuevos operarios, dado que las políticas de desindustrialización y el desmantelamiento de la escuela técnica dejaron como saldo dos generaciones sin capacitación en oficios. «Hasta hace poco trabajaba aquí un antiguo matricero de la fábrica, que tenía 75 años. Si bien ya estaba jubilado, le pedimos que volviera porque no teníamos a nadie que supiera hacer lo que él hacía», comenta el metalúrgico. Para cubrir esta necesidad, la entidad incorpora permanentemente aprendices que son capacitados y orientados por los operarios de más experiencia. Por otro lado, La Histórica firmó un convenio de colaboración con el Ministerio de Educación de la provincia de La Pampa para capacitar a alumnos de escuelas técnicas; el organismo provincial se hace cargo de sostener el salario de los profesores y la cooperativa metalúrgica cede un espacio en el taller y presta parte de sus maquinarias para que los futuros técnicos realicen las prácticas. Para los cooperativistas es fundamental que se profundice el modelo de sustitución de importaciones, a través de una política industrial que priorice la defensa del trabajo argentino y la agregación de valor. Al mismo tiempo, reclaman condiciones que permitan el desarrollo de la producción nacional de las empresas que eligieron el modelo cooperativo para mantener y generar fuentes dignas de trabajo. Hoy, los 57 asociados de la fábrica pampeana producen mensualmente unos 105.000 kilos de bulones de distinto tipo: tuercas, arandelas y tornillos, entre otros, que se comercializan en diferentes puntos del país. «Nuestro sueño –concluye el presidente– es trasladarnos al parque industrial y comprar más máquinas para poder dar más empleo e incrementar la producción».

Silvia Porritelli
Enviada especial

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