Resurgir de las cenizas

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Luego de dos incendios que evidenciaron la dramática situación de los talleres clandestinos, costureros se unieron para salir adelante a través de la organización solidaria. El lugar funciona en Ciudadela y da trabajo a 70 personas.

Producción. Guardapolvos, buzos y jeans son algunas de las prendas que se confeccionan. (Alejandro Cruz)

La historia del Espacio Autogestivo de Cooperativas Textiles Juana Villca empezó a escribirse luego de dos tragedias. El 30 de marzo de 2006 un cable de electricidad sobrecargado inició el fuego en la planta alta de la calle Luis Viale 1269 del barrio porteño de Caballito. Allí vivían y trabajaban –en condiciones inhumanas– más de 60 costureros, en un taller que estaba habilitado para cinco máquinas, pero donde funcionaban 40.
Juana Villca, una de las trabajadoras
–embarazada de 6 meses– intentó salvar a los niños Harry Rodríguez Gómez, Luis Quispe y a los hermanos Rodrigo y Elías Quispe Carbajal. Todos fallecieron, incluyendo a Wilfredo Quispe Mendoza, de 15 años. Una década después, el Tribunal Oral en lo Criminal N.º 5 de CABA condenó a dos capataces de la fábrica, pero los dueños y los inspectores que la habilitaron siguen impunes.
En 2015, otro incendio en un taller clandestino, esta vez en la calle Páez del barrio porteño de Flores, dejó como saldo la muerte de los niños Rodrigo y Rolando Menchaca. Con la incesante búsqueda de justicia y junto con extrabajadores de los talleres clandestinos, se abrieron espacios en el que costureros, vecinos y activistas –la mayoría integrantes de la colectividad boliviana– apoyados por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CETEP), buscaron un modo de organización que les permitiera trabajar en condiciones dignas y sin riesgo de clausura. «Empezamos a juntarnos con personas que tenían talleres en sus casas. La propuesta era principalmente hacia ellos, porque necesitamos que sea desde allí la discusión, desde quienes tienen más naturalizadas las condiciones de trabajo complicadas», cuenta Juan Estrada, presidente del hoy Centro Autogestivo bautizado con el nombre de Juana Villca, que funciona en un galpón de tres pisos de Ciudadela, partido bonaerense de Tres de Febrero. En la fundación participaron los talleres Comanche, ACDF, El Futuro, Liniers, Quirquincho, Florna y Retazos y se generaron más de 50 puestos de trabajo, que hoy ya ascienden a 70.

En su nombre
La cooperativa se llama formalmente Liniers, aunque los asociados se sienten más identificados con el nombre de la obrera que dio su vida para intentar salvar a los niños. A diario, unas 30 mujeres y 40 hombres cosen guardapolvos, buzos y jeans, entre otros productos. Las prendas se desarrollan desde cero: ellos hacen el diseño, corte, confección y estampado. «No vendemos al público en general, sino con trabajos a pedido», explica el presidente.
En la organización del proceso productivo, se incluyó la elaboración de los almuerzos: una vianda preparada por tres trabajadoras que ofrecen a los operarios tres menús diarios a elección. Desde la cooperativa están también armando un espacio para recibir a los hijos de los trabajadores en una guardería y están dictando talleres a los hijos de los asociados, a la vez que promueven espacios de salud. La cooperativa es además un espacio donde se discuten asuntos políticos y se toma conciencia de la explotación sufrida en otros ámbitos los pares de los asociados.
En un contexto desfavorable para el mercado interno, los trabajadores textiles luchan por sobrevivir. Juan Estrada dice: «Esta crisis está haciendo que muchos de los que nos traen trabajos se vayan y eso complica las cosas. Sin embargo, no bajamos los brazos: mi sueño es que las costureras y costureros empiecen a fijarse nuevas metas y a encontrar sus propios productos como para armar más espacios como este».

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