Sabores alternativos

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Alimentos de gran valor nutricional son los productos que Oro del Inca ofrece a un número cada vez mayor de comensales que optan por una vida sin carne.

 

Ancestral. La quinua, cereal base para la alimentación de los pueblos andinos, es el ingrediente estrella en las preparaciones. (Gentileza Oro del Inca)

A pesar de ser uno de los países líderes en producción ganadera del mundo, en las últimas décadas comenzaron a proliferar en la Argentina corrientes de alimentación que prescinden de la carne. Dentro de estas tendencias se encuentra el vegetarianismo y el veganismo. La diferencia entre ambos es que el último excluye el consumo de cualquier alimento y producto de origen animal. «No hay una regla rígida a seguir ni es una verdad absoluta, hay matices y es importante que cada uno vaya haciendo un recorrido propio a la hora de elegir el modo de vida que prefiere llevar, tanto en la alimentación como en otros órdenes», dice Martín Hardy, quien decidió, con su compañera Natalia De Majo, que esa elección alimentaria podía convertirse también en una alternativa laboral, y junto con un grupo de personas con oficios y profesiones diversas –diseño web, cocina, antropología, programación, trabajo social y nutrición– fundaron la cooperativa de trabajo Oro del Inca, dedicada a la producción de alimentos naturales.
Asentada en la localidad bonaerense de Quilmes, Oro del Inca elabora milanesas de quinua, amaranto, mijo y lino; rebozador de mandioca (reemplaza el pan rallado); paté de alubia y castañas (que la cooperativa denomina quesos veganos), todos libre de gluten y con proteínas vegetales. «Por el momento este emprendimiento es complementario a otros trabajos. Cada uno de nosotros realiza otras actividades para sostenerse económicamente –comenta Hardy, síndico de Oro del Inca. Tratamos de manejarnos con un precio justo, evaluamos el tiempo de trabajo y los insumos que se necesitan y de esa ecuación surgen los valores que ponemos a los productos». Sobre cómo deciden el reparto de excedentes, Hardy señala: «Cada integrante de la cooperativa recibe una retribución acorde al tiempo que invirtió en la labor».
Eliana Paula Bazar, licenciada en nutrición y presidenta de la cooperativa, sostiene (contra todos los prejuicios que rodean a quienes abandonan el consumo de carne) que con una alimentación vegetariana y vegana se puede llevar una vida completamente saludable. «Lo esencial –explica la especialista– es evitar la carencia de nutrientes críticos como lo son el hierro, el calcio y vitaminas como la B12. Para la elaboración de nuestros productos no utilizamos ningún ingrediente de origen animal ni conservantes, tampoco aditivos químicos como saborizantes ni colorantes, como sí ocurre con la mayoría de los productos industrializados que contienen estos agregados acumulativos que, aunque están permitidos, con el tiempo son tóxicos para el organismo».  Según Bazar, para mantener una dieta sin carnes es importante incorporar alimentos variados y prestar especial atención a la calidad de la alimentación, combinando los distintos grupos, lo que implica contar con buena información. «Es fundamental combinar legumbres y cereales, verduras de hoja, y consumir una amplia variedad de frutas. Para fijar el  hierro es necesario consumirlo con alimentos que contengan vitamina C», indica la nutricionista.

Tender redes
Otra característica de la cooperativa quilmeña es la utilización de materia prima agroecológica y/o producida dentro del campo de la economía social, utilizando también sus redes para la comercialización. «Priorizamos el origen social de los productos, por eso decidimos gestionar este emprendimiento de manera colectiva y articulamos con agricultores familiares, pequeños productores, cooperativas y organización sociales», comenta Hardy. Bajo esa premisa los integrantes de la cooperativa recorren diferentes lugares del país buscando experiencias productivas. Fue así, viajando de mochileros, como Martín y Natalia conocieron a Pucho, un productor de quinua en Catamarca, quien actualmente es el principal proveedor de la entidad. «La quinua es la materia prima que más utilizamos en la cooperativa porque este cereal posee los 8 aminoácidos esenciales para el ser humano y no contiene gluten, lo que lo convierte en un alimento muy completo y de fácil digestión, además puede ser consumido desde la primera infancia debido a su alto valor nutricional», explica la presidenta.
La quinua se cultiva en las zonas andinas desde hace 5.000 años. Al igual que la papa, fue uno de los principales alimentos de los pueblos preincaicos e incaicos, una riqueza que provenía de la tierra y que tenía un valor incalculable para esas sociedades precolombinas. Por eso Oro del Inca fue el nombre elegido para la cooperativa. «Estos pueblos–sintetiza Hardy– utilizaban la quinua como alimento sagrado, medicina y también para rituales. Es por eso que este cereal era la verdadera riqueza de estas comunidades, no los metales. Esto pronto fue entendido por los conquistadores, que quemaron los cultivos de quinua con el propósito de subyugar a los fuertes pueblos andinos. El valor nutricional y cultural de este alimento era demasiado poderoso».

Silvia Porritelli

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