Sé lo que quiero y lo quiero ya

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Nacieron en las dos últimas décadas del siglo XX y se mueven con comodidad en la cultura de la inmediatez y la hiperinformación. Contraluces de una generación que ya cuenta con su propia etiqueta en el mercado de las clasificaciones.

Privilegiados. En la mayoría de los casos, el rótulo de «millennials» se utiliza para referirse a jóvenes de clase media y alta. (Jorge Aloy)

 

Todas las generaciones, en mayor o menor medida, provocaron cambios en sus tiempos, pero ninguna lo hizo tan tempranamente y con tanta arrogancia», dijeron de los Millennials o Generación Y, etiqueta que cabe a los nacidos entre 1981 y 2000. Ya Google arroja profusa información sobre este neologismo que, sin embargo, tiene ya varias décadas.
El término millennial fue acuñado en 1987 para definir a los que se harían adultos en el 2000 y en general solo se aplica a los jóvenes de clase media con cierta capacidad de consumo. En los últimos años años la denominación fue ganando protagonismo y hoy su uso se ha extendido como una plaga. Se dice que los millennials aman la tecnología, y que son exigentes; que para ellos la gestión del propio bienestar, entendido como un derecho, comienza en el minuto cero de la vida productiva. Si sus predecesores, los integrantes de la Generación X fueron catalogados de rebeldes, pero también considerados pasivos, ya que, se suponía, pasaban sus días desplomados en un sillón mirando MTV, de la actual generación se dice que «hace todo para ayer».
Los GenX (nacidos entre 1965 y 1979) manifestaron hacia la política una actitud apática. No hay que olvidar la coyuntura de los 90: precarización laboral, desempleo, vacío de sentido. Entonces, el mundo parecía ser un fósforo al cual había que prender fuego, espíritu de época retratado en el grunge rabioso de Nirvana. Algo que los indujo a aceptar tardíamente, y quizá de mala gana, las responsabilidades de la primera adultez. «Porque a mi generación no le importa tu opinión, porque a mi generación algo le pasa», cantaba el famoso GenX Adrián Dárgelos, de Babasónicos, en el tema «D-generación» (Pasto, 1992). Es más difícil, en cambio, imaginar millennials cantando líneas como las de esa canción. Ellos, que maduraron al calor de las redes sociales y de la globalización a un golpe de clic, parecen exudar más ligereza que rebeldía.
Autodefinidos como creativos, libres y conectados entre sí, los millennials escuchan su música, –en buena medida electrónica y a través de Spotify, Apple o Deezzer–, y acceden a una variedad de opciones globalizadas: rock checoslovaco, punk iraní, mexicano, francés, de la costa Oeste de Estados Unidos. Todo puede llegar y la variedad afila su condición multitasking, habilitando una amplitud de miras que los hace exigentes en sus consumos.

 

A bordo del poder de las redes
El turismo también cambió por ellos. La búsqueda digital de nuevos destinos transformó un mercado turístico que se adapta a su target porque son parte de la población que más viaja. Un estudio elaborado por la consultora Future Corporation analizó el comportamiento de este colectivo, sus influencias a la hora de elegir un viaje, sus preferencias y temores. Bajo el título Gobal Millennial Traveller, reflejan la opinión de unos 1.000 jóvenes de ocho países de los cinco continentes.
Una de las conclusiones refuerza la idea de que los millennials son apasionados de los viajes: nacieron y crecieron en un tiempo en el que Internet y las redes sociales parecieron poner el mundo al alcance de sus manos. Para ellos, las experiencias se sitúan por encima de las posesiones; por tanto, priorizan los viajes en detrimento de la compra de bienes. Uno de los rasgos más característicos de esta generación es su dependencia de las redes sociales, que ejercen una gran influencia tanto en la toma de decisiones como en el relato posterior a su experiencia. Por eso, en materia de viajes, las redes sociales son una de sus principales fuentes de inspiración a la hora de elegir un destino, sobre todo cuando la información se acompaña de imágenes avaladas por otros internautas. Junto con estas bases de confianza, se apoyan en blogs de viaje, webs de expertos del sector y páginas de compañías especializadas.
Gonzalo Bustos nació en 1989 y es periodista. Tiene dos trabajos, uno en relación de dependencia y otro freelance. Cree que uno debe demostrar predisposición en el trabajo, pasión por lo que hace, perseverancia en la búsqueda de objetivos y prepararse: «hoy tenés que estar actualizado», dice. «Estoy todo el tiempo con el celular. Uso mucho Twitter y mail: he resuelto notas desde el teléfono con Hotmail y WhatsApp». Cuenta que en su trabajo fijo siempre intenta progresar y cambiar para no aburrirse. Si bien es su principal fuente de ingreso, innovar se le vuelve imperioso para no sentirse estancado: «Con el freelancismo es diferente: tenés mayor rango de acción para no aburrirte. Podés elegir qué escribir, en qué medios publicar, encarar algo independiente»; cuenta, aunque remarca que no es redituable y le parece imposible vivir solo de colaboraciones.

 

Mundo freelance
«Los jóvenes quieren gestionar su tiempo de manera independiente», dice la especialista en recursos humanos Agustina Marrero. «Los beneficios que priorizan –incluso en mayor escala que el salario– son días adicionales de vacaciones, home office, posibilidades de trabajo remoto, etcétera», asegura. Agrega que los millennials prefieren trabajar por objetivos y de manera freelance; y que la característica clave a la hora de buscar trabajo es su dinamismo. «No tienen resistencia al cambio, se adaptan a los nuevos desafíos con mucha velocidad. Y en esto el desarrollo tecnológico es esencial», dice Marrero, en tanto que el periodista Bustos destaca que su generación «trabaja más en soledad y no tanto en equipo».
Muchos millennials ejercen hoy roles directivos y llevan a la práctica aquellos modos de trabajar que defendían como empleados. Los fundadores de Tienda Nube, una plataforma que ofrece soluciones de e-commerce, son un ejemplo de empresa con jefes millennials. Fomentan como esquema de trabajo lo que en otras compañías se ofrece como beneficio: que no cumplan horarios fijos y el teletrabajo quede a elección de cada empleado.
Es probable que los jefes baby boomers –la generación anterior a la GenX, que hoy tiene entre 50 y 60 años– afirmen que un modelo de trabajo así, sin rigideces de ningún tipo, lleve a mal puerto, pero en Tienda Nube los números indican lo contrario. La clave, explican, es confiar en la capacidad del otro, asumir que puede y que va a cumplir con lo pautado. Aquí vemos, muy propio de la modalidad freelance, que al trabajarse por objetivos cada quien maneja sus tiempos como desee para alcanzarlos.
En culturas en las que ser joven es una virtud, los valores de la generación millennnial tienden a convertirse en moda, imposición o tendencia. Aunque es imposible saber qué será de ellos cuando los niños de hoy, la llamada Generación Z –auténticos nativos digitales–, lleguen a la edad productiva y se conviertan, así, en la última novedad.
Como sea, la categoría «millennials» –que ha destronado del podio lingüístico y cultural a la de «hipsters»– no refleja todavía en profundidad otro tipo de características del colectivo de jóvenes nacidos en las dos últimas décadas del siglo XX, como la clase social de procedencia, el nivel socioeconómico, los ingresos o la educación.
En la Argentina, por ejemplo, el 22% de los jóvenes de entre 18 y 24 años no estudia ni trabaja y el 80% pertenece a los quintiles de menores ingresos, cuyos intereses, consumos y expectativas son muy distintos a los de los jóvenes universitarios con capacidad de elegir dónde trabajar o qué destino elegir para las próximas vacaciones. Claramente, existen tipos muy diversos de millennials, aunque en la mayoría de los casos, la categoría se utiliza para designar solo a determinados segmentos de la población joven: los que tienen capacidad de consumo.

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