Sombras angoleñas

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Sucesor de José Eduardo Dos Santos, en el poder desde 1979, João Lourenço deberá lidiar con un escenario de creciente crisis social a causa de la caída del precio del petróleo. Privatizaciones, apertura al capital extranjero y otros planes de reforma económica.

Luanda. El actual mandatario Dos Santos y Lourenço durante un acto de cierre de campaña del Movimiento Popular por la Liberación de Angola. (Longari/AFP/Dachary)

El poder puede a veces cambiar de nombre pero no de color. Angola, uno de los países más emblemáticos de África, fue a las urnas con un escenario que no conocía desde cuatro décadas atrás: ya no se presentó José Eduardo Dos Santos, que ocupó la presidencia en 1979 y no la abandonó hasta hoy. Lo sucederá uno de los miembros de su gabinete, João Lourenço. No habrá alternancia partidaria, aunque el mensaje de los votos es una señal de peligro para el oficialismo, que transita un declive sostenido en las recientes pruebas electorales. El motor de la economía local se está quedando sin combustible al ritmo del petróleo, amo y señor de las finanzas. La baja del precio del crudo repercute en la vida doméstica, incrementa la pobreza y, tal vez como nunca se imaginó, obliga al nuevo gobierno a abrir el negocio a capitales privados.
La información oficial da cuenta de una victoria del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), con una diferencia apreciable respecto al segundo, Unidad Total para la Independencia de Angola (UNITA). La oposición sospecha y no reconoce todavía la derrota: en los anteriores comicios presidenciales (2008 y 2012) el conteo electrónico arrojó una cantidad de votos mayor que la que finalmente se encontró en el recuento manual. Antes y ahora, la empresa contratada para el proceso electoral fue la misma, la española INDRA. Unos 1.200 observadores internacionales no reportaron mayores anomalías. «Fueron elecciones creíbles y justas», aseguró Georges Chikoti, ministro de Relaciones Exteriores. El vocero de UNITA, Alcides Sakala, aseguró que su partido respetará el veredicto popular pero denunció que no hubo representantes de su agrupación entre los encargados del escrutinio definitivo.
Antes de ser investido como presidente pero ya a cargo de la primera magistratura de hecho, Lourenço visitó España, uno de los principales socios de Angola en el Viejo Continente. Consultado sobre si será o no un mandatario reformador, respondió con nombres propios. «Trabajaremos para ello, pero no como Gorbachov y sí como Deng Xiaoping». Las principales agencias internacionales europeas coincidieron en que Lourenço abrirá su país a la inversión extranjera, privatizará empresas y consolidará la marcha hacia el libre mercado. El nuevo mandatario pareció darles la razón. Aseguró que «vamos a estudiar la venta de empresas estatales que son pesos muertos para el país; el Estado no puede ocuparse de todos los ciudadanos, por eso apostamos a que el sector privado nos ayude a solucionar el problema del desempleo».

Desigualdad
El Banco Mundial informó que la desocupación en Angola fue del 6,6% en 2016. El índice de pobreza varía, como en todas partes del planeta, según quién lo mida. Hay coincidencias mayoritarias en que la cifra ronda entre el 35% y el 45% de la población. La desigualdad es alarmante. Las Naciones Unidas, sin embargo, reconocieron el año pasado las mejoras registradas en el país «debido a los esfuerzos del gobierno en la lucha contra el hambre y reducción de la pobreza». El informe da cuenta de «la crítica situación entre 1990 y 1992, cuando el 63,5% de la población sufría de inseguridad alimentaria y nutricional» y destaca que esa cifra «bajó hasta el 14% veinticinco años más tarde».
El oro negro hace fluctuar la cotización de los niveles sociales de Angola y también marca el paso de su economía. Tras desplazar a Nigeria del primer lugar de productores en África, el petróleo representa el 95% de las exportaciones del país y el 45% del Producto Bruto Interno. En cuatro años los ingresos del sector se redujeron drásticamente, de 69.954 millones de dólares en 2012 a 25.935 en 2016. Por primera vez en mucho tiempo la palabra «recesión» aparece en el lenguaje cotidiano. Y con sólidos argumentos: con una inflación mensual del 27%, el sueldo básico –unos 90 dólares– alcanza para comprar apenas 30 litros de agua, 10 kilos de arroz y 10 litros de leche.
La inequidad en un territorio rico en recursos se explica, sobre todo, por los daños que dejaron 27 años de guerra civil. Tras independizarse de Portugal en 1975, el MPLA y el UNITA disputaron su hegemonía no en las urnas sino en un conflicto armado. El actual oficialismo contaba con apoyo de la vieja URSS y Cuba, la oposición era respaldada por Estados Unidos. El que sería uno de los combates de semifondo en la velada de la Guerra Fría terminó en 2002 con un saldo de 3.500 muertos y cuatro millones de desplazados.
«No seré un presidente títere», aseguró Lourenço. ¿Podrá librarse de las sombras de Dos Santos? El hombre fuerte del país ha dejado una herencia de sangre. Nombró a su hija Isabel al frente de Sonagol, la compañía nacional de petróleo. Su hijo José Filomeno controla el Fondo Soberano de Angola, fundado en 2012 como –según se anunció– «un instrumento de desarrollo económico y social capaz de crear riqueza para las generaciones futuras». El porvenir, inasible, no muestra aún cimientos sólidos. Equilibrar la desigualdad será la dura tarea de la nueva gestión.

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