Sonidos del bosque

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En Lago Puelo, un grupo de artesanos lleva adelante, bajo la forma cooperativa, un taller de instrumentos musicales. La autogestión, una clave para crecer.

 

Producción. Del taller salen contrabajos, violines y otros instrumentos de cuerda. (gentileza Luthiers del Sur)

El luthier es un artesano que con habilidad, técnica y dedicación construye instrumentos musicales. El proceso es mucho más que fabricar un objeto: los luthiers se involucran con los instrumentos de la misma manera que el músico lo hace con su arte. En Lago Puelo, localidad del noroeste de la provincia de Chubut, un grupo de egresados y docentes del Instituto Superior de Formación Docente Artística Nº 814 tomó la iniciativa de conformar un taller para la producción y venta de instrumentos y, al buscar la forma de gestionarlo, los artesanos tomaron como ejemplo el espíritu de autogestión y horizontalidad de las numerosas entidades cooperativas existentes en la zona. Así, en 2007, se conformó la Cooperativa de Trabajo Luthiers del Sur Limitada. A partir de la organización colectiva, los artesanos obtuvieron créditos y subsidios, armaron el taller y accedieron a más herramientas y materiales. La conformación de la entidad facilita la organización de una tarea que se caracteriza por su individualidad y, al mismo tiempo, se presenta como respuesta superadora a la problemática común en la profesión: la dificultad de generar una salida laboral.
«Producimos instrumentos de cuerda pulsada como guitarras y charangos, y de cuerda frotada como violines, violonchelos y contrabajos», detalla Rodolfo Lombardelli, luthier y síndico de la cooperativa integrada por 11 asociados. Para resolver el abastecimiento de madera, y con el asesoramiento del Centro de Investigación Forestal Andino Patagónico de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, los luthiers firmaron un convenio con el Parque Nacional Lago Puelo. «Los materiales que utilizamos provienen en su mayoría de nuestra región, ya que vivimos prácticamente en el bosque. Mediante este acuerdo recibimos cantidades variables de arce, una especie europea implantada en la zona muy invasiva, que desplaza a la flora originaria. De esta manera –informa el síndico– ayudamos a reducir su proliferación en el parque y al mismo tiempo colaboramos plantando fajas de árboles nativos. Además, utilizamos cipreses y también maderas del norte de nuestro país».

 

Hecho a mano
El tiempo que requiere la fabricación de un instrumento tiene que ver con su clase o variedad y puede llevar varios meses, ya que no se trata de un trabajo en serie. Es un proceso que precisa de diagramación, selección de materiales, transformación, manufactura, ensamble y terminación de detalles. «Un violín lleva aproximadamente tres meses de trabajo; un violonchelo, cuatro meses; un contrabajo, un poco más; depende de la habilidad de cada uno de nosotros, que varía de acuerdo con la experiencia, que se va adquiriendo con la práctica», explica el luthier.

Arte milenario. Los luthiers saben de música, de botánica y de dibujo. (gentileza Luthiers del Sur)

La producción seriada que se impuso en el sector de la fabricación de instrumentos, dicen los referentes de la cooperativa, trajo beneficios, pero los instrumentos concebidos por un artesano tienen particularidades que influyen en el desempeño de los músicos: el luthier sabe cómo lograr volumen, entonación y claridad en el sonido a través de su oficio. «Si bien hay instrumentos maquinados buenos, cuando el instrumento es malo, arruina el oído del ejecutante, ya que lo acostumbra a un sonido que no es el real, y cuando progresa, se da cuenta de que no le salen bien las cosas, y eso ocurre porque el instrumento no suena bien. Un luthier pone mucha atención en la calidad del sonido y sabe dónde poner el cincel en la madera para que el instrumento suene bien», dice Lombardelli.
Para lograr esto, la luthería se nutre de variados conocimientos y saberes: es preciso entender de física y química porque se trabaja con sustancias que endurecen o ablandan la madera; hay que conocer de agronomía y de botánica, y además es necesario tener nociones de metalurgia y de dibujo. También hay que informarse sobre historia del arte cuando se trabaja con instrumentos de tipo histórico y, por supuesto, hay que saber de música. El intercambio de experiencias y la transmisión de saberes generan un sentido de pertenencia y camaradería entre los asociados. En tal sentido, la cooperativa se ha constituido en un lugar de encuentro, creación y respaldo para los luthiers de Lago Puelo. Si bien el emprendimiento no es todavía la principal fuente de ingresos de sus asociados y la mayoría de sus integrantes tienen otra actividad para sostenerse económicamente, la pasión, el amor por la música y el empeño son los que llevan al grupo a dedicarse a este arte milenario. Esa pasión es la que llevó a Lombardelli, antes pediatra, a dedicarse al oficio. «La luthería se realiza con placer –concluye–. Primero se llega a la música, después al instrumento y finalmente al interior del instrumento».

S.P.

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