9 de noviembre de 2016
Para sorpresa de analistas, encuestadores, medios de comunicación y del propio establishment, Donald Trump, logró la hazaña de llegar a la Casa Blanca tras romper con todos los moldes y estilos conocidos en la política de la principal potencia económica y militar del mundo. Con un perfil en que sobresale xenofobia, homofobia y misoginia, que lo llevó a enfrentarse a los medios e incluso a su propio partido, el magnate capitalizó el malestar del electorado empobrecido por la crisis económica y la falta de perspectivas laborales. Y derrotó ampliamente a una Hillary Clinton que contó con el apoyo del poder financiero de Wall Street, el de los grandes medios de información y el complejo militar industrial. Y que prometía ser la continuidad del gobierno de Barack Obama.
La primera respuesta fue una baja generalizada en los mercados, afectados por la incertidumbre que genera un ajeno a la política que llega sin haber ocupado nunca un cargo público. Pero que además prometió no solo cerrar el muro entre México y Estados Unidos, sino salir de los organismos de los que forma parte ese país, como el NAFTA, o de los que los demócratas estaban negociando, como los tratados del Pacífico y del Atlántico, TPP y TTIP respectivamente.
