A sus órdenes

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Dispositivos como Siri, de Apple; Alexa, de Amazon; y Google Assistant son capaces de «obedecer» todo tipo de indicaciones: desde manejar electrodomésticos hasta buscar datos en la Web. Una tecnología cuyos riesgos están aún por descubrirse.

¿Inteligentes? Los nuevos asistentes tienen nombre, voz y hasta una imagen humana. (Jorge Aloy)

La final del campeonato de fútbol americano, conocida como Super Bowl, es uno de los eventos con más rating en los Estados Unidos, y las empresas pagan fortunas para pasar sus avisos. Durante el último, en febrero de este año, uno de ellos despertó la atención no tanto de los televidentes como de uno de sus artefactos: durante una publicidad se utilizó varias veces la frase «Ok, Google» que activa los asistentes virtuales de esa empresa, unos aparatos pequeños, blancos, conectados a Internet y siempre atentos a las voces de sus amos.
Los dispositivos se dieron por aludidos porque así se les avisa que van a recibir un pedido como encender luces, subir la música, indicar el estado del tiempo o el camino más rápido para ir al trabajo. El malentendido entre máquinas (televisor y el asistente de Google) fue una pequeña muestra de lo fácil que resulta el uso de este nuevo tipo de tecnología y el poco control que tenemos sobre ellas.
Pero recapitulemos un poco para entender mejor qué son los asistentes virtuales.

Las palabras y las cosas
El próximo gran salto de la tecnología, avizoran los audaces, será la «Internet de las cosas». De hecho, el salto ya está ocurriendo porque los dispositivos de más y más hogares del llamado primer mundo (y algunos del tercero, claro) se están conectando a Internet para manipularlos a distancia. Termostatos, luces, cafeteras, hornos, aparatos de música, persianas y mucho (pero mucho) más ya pueden ser manipulados a través de una conexión wifi.
La promesa de poder levantar las persianas y encender la cafetera con el teléfono desde la cama resulta irresistible. Pero, ¿y si deslizar el dedo por una pantalla en busca del botón indicado resulta una trabajo excesivamente pesado? ¿Por qué no decirlo al aire para que lo capte un aparato que se encargue de todo? La idea de crear asistentes virtuales que manejen el ecosistema de electrodomésticos hace tiempo da vueltas y las principales empresas ya tienen el suyo: Alexa es el de Amazon; Siri, de Apple; y Cortana, de Microsoft, además del mencionado asistente de Google, son los más conocidos. Estos dispositivos (con algunas diferencias), responden a órdenes orales de encender la cafetera o manipular algún otro aparato hogareño; y también son capaces de indicarnos cómo saludar en alemán, comunicarnos con una tía o encender la radio.
Desde hace años las empresas compiten por sistemas de reconocimiento de voz más sofisticados y capaces de comprender cada palabra: los sistemas funcionan bastante bien siempre y cuando las órdenes no tengan ambigüedades. El mayor desafío de la actualidad es lograr que comprendan sutilezas mayores como el contexto. Por ejemplo, si se le pide al asistente que suba la música y luego se le aclara «un poco menos», el dispositivo no «sabrá» de qué se le está hablando. Ni hablar de lo que ocurre si hay una persona con un nombre parecido a «Alexa» o «Siri» en la casa y el aparato se da por aludido equivocadamente.
Pero lo más probable es que los asistentes virtuales mejoren rápidamente porque las grandes empresas compiten por ganar este mercado de la tecnología digital que mediará aún más entre humanos y el mundo real. Las ventajas de establecerse en los hogares y mediar con los dispositivos no solo facilita la posibilidad de ofrecer productos y servicios propios de forma privilegiada, si no que también sirven para aumentar el flujo de datos hacia estas grandes empresas, los que luego se transforman en dinero de múltiples formas, sobre todo gracias a la publicidad dirigida.
El comercial de Google que puso en actividad los aparatos de los televidentes es una pequeña muestra de cómo los dispositivos conectados a Internet comienzan a quedar fuera de nuestro control. Miles de pequeñas empresas lanzan nuevos aparatos con presupuestos mínimos y escasas medidas de seguridad. Los hackers del mundo, particularmente activos en el último par de años, seguramente festejan las potencialidades del nuevo mercado.

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