Tejidos del viento

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La cooperativa textil Sumuncura nació a raíz de los problemas ambientales generados por las sequías y las erupciones volcánicas en el sur argentino. Hoy reúne a más de cien mujeres que confeccionan indumentaria y productos decorativos.

 

Manos expertas. Hilados y tejidos, una de las especialidades de la entidad rionegrina. (Hernán Canuti/Gentileza Cooperativa

Somuncura en lengua mapuche significa «piedra que camina», aludiendo a las pequeñas piedras que, con la ayuda del viento, ruedan por el paisaje patagónico. Esa voz es la que le da nombre a una amplia meseta del centro-sur de la provincia de Río Negro. Allí existen parajes cuya población se dedica a la cría de cabras y ovejas, pero en los últimos años esta actividad fue disminuyendo producto de graves sequías y de las erupciones volcánicas que provocaron la muerte de muchos animales. Frente a esta situación, un grupo de mujeres comenzó a reunirse para buscar una forma de sostener a sus familias. «En 2004 se construyó una parroquia en Los Menucos y vino un sacerdote joven de la Capital Federal para hacerse cargo de ella. Cuando el padre comenzó a recorrer la comarca y a preocuparse por las necesidades de la comunidad notó que, si bien nosotras sabíamos hilar y tejer, teníamos problemas con la comercialización. Nos contó qué era una cooperativa y nos propuso asociarnos. Al año siguiente, logramos tener la personería jurídica», cuenta Sandra Martínez, presidenta de la cooperativa Gente de Sumuncura, vocablo similar al que da nombre a la región, que en mapuche significa «piedra que habla».
Una vez proyectado el trabajo, las artesanas buscaron el acompañamiento del Estado (nacional, provincial y municipal) y de organizaciones de la economía social. Rescatando las tradiciones ancestrales mapuches de la región, las tejedoras tienen una variada línea de producción que incluye alfombras, caminos, tapices y mantas. A dos agujas confeccionan chalecos, camperas, sacos, ponchos, chalinas, gorros, medias y guantes. Y con cuero y soga hacen carteras, monederos, bolsos y distintos tipos de accesorios. La cooperativa está integrada por cien mujeres de la zona, además de algunos hombres. Los productos se comercializan en locales de Los Menucos y Sierra Colorada. También tienen un puesto en el Mercado de la Estepa, participan en ferias y hacen envíos a Buenos Aires. «Estamos organizados en grupos de trabajo. En los parajes la mayoría de las mujeres se dedica a hilar, otras tiñen, algunas trabajan con telares mapuches, otras prefieren tejer a dos agujas y están las que usan el triángulo, que es un sistema más moderno. Por otro lado –agrega Martínez–, algunas  hacen curtido en cuero y modelado en arcilla».
La cooperativa cumple además un importante rol como centro de contención y de promoción de iniciativas que contribuyen a mejorar la calidad de vida en los parajes. «En cada lugar hay una o dos coordinadoras que se ocupan de ver cuáles son las necesidades de la comuna, y luego buscamos la manera de darles respuestas», explica Martínez. Las compras comunitarias de productos básicos son algunas de las acciones que realiza el colectivo para abaratar los costos de la canasta familiar. «Además, con la ayuda del inta y de distintos programas estatales, incentivamos la implementación de huertas de autoconsumo, desarrollamos experiencias con frutales y la cría de gallinas, pollos y conejos. En este sentido, la cooperativa cumple un papel fundamental, sin la organización que tenemos acá es muy difícil que todos estos beneficios lleguen a los parajes», dice la presidenta. Asimismo, las cooperativistas participan del proyecto turístico Meseta Infinita, que propone conocer la zona de Somuncura, un territorio prácticamente virgen, donde el silencio solo es interrumpido por el sonido del viento.

Silvia Porritelli