Telón abierto

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Con cuatro décadas de trayectoria, la cooperativa de titiriteros se destaca por la calidad de sus obras y por acercar su arte a lugares donde escasean las propuestas culturales. Una labor que se despliega en los cientos de funciones que realizan por año.

 

Escenario compartido. Sánchez, Luis Rivera López, Felippa y Julieta Rivera López. En 2019 el grupo pondrá en escena once espectáculos. (Jorge Aloy)

Integrantes del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, Luis Rivera López y Sergio Rower decidieron, en 1978, crear una compañía teatral independiente, Libertablas. Al poco tiempo, se sumaron Mónica Felippa y Mimí Rodríguez. Si bien el grupo, ya ampliado, trabajó desde el comienzo de manera colectiva y asociativa, Libertablas se formalizó como cooperativa de trabajo casi 40 años después. «Cuando llegábamos a los pueblos veíamos que era la cooperativa local la que generalmente se ocupaba de la actividad cultural de la comunidad. Por eso un día dijimos: “De hecho siempre fuimos una cooperativa, seámoslo en los papeles”», cuenta Rivera López, actor, titiritero, director y hoy presidente de la entidad. Y resolvieron armar una a través de la cual su trabajo artístico pudiera acercarse a la tarea cultural que desarrollan las cooperativas en distintas localidades del país.

Los comienzos
Libertablas nació en un momento de resignificación del arte de los títeres, cuando las marionetas pasaron del retablo y los pequeños teatros al gran escenario, con importantes producciones y elencos numerosos; cuando los muñecos adoptaron diferentes tamaños y los titiriteros también se subieron al escenario, a la vista del público. «Nos planteamos investigar el trabajo del actor y el títere, es decir, la relación que tienen el objeto y el sujeto que lo manipula», explica Luis Rivera López. Bajo esa premisa, Libertablas se propuso dar un paso más y que el titiritero interviniera también en su rol de actor, asumiendo un personaje escindido del títere, interrelacionando las estéticas. «Arriba del escenario se diluyen los límites, porque para ser buen titiritero tenés que ser actor. Así lo entendemos nosotros», manifiesta Jorge Sánchez, actor, titiritero y secretario de la cooperativa.  
A lo largo de más de 40 años de trayectoria, además de los espectáculos montados para público en general, Libertablas desarrolló interesantes propuestas hacia las instituciones escolares. «De esta manera logramos generar recursos económicos, haciendo lo que nos gusta. El beneficio es doble, además del valor de la entrada, recibimos el afecto del aplauso», dicen los artistas.
Los miembros de la cooperativa valoran el compromiso de las y los docentes que consideran al teatro como una experiencia pedagógica inigualable. «Sabemos del esfuerzo y la gran tarea que realizan para superar obstáculos económicos y burocráticos», señala el secretario, que se ocupa de gestionar los vínculos con las escuelas.  
Además del proyecto con las escuelas, Libertablas se presenta en clubes, centros culturales y diferentes espacios del país. Pero si hay algo que caracteriza a los espectáculos de la cooperativa es la calidad. «Cuando salimos de gira, no hacemos como otras compañías que van con elencos más reducidos y puestas menos ambiciosas. Nosotros nos llevamos todo en grandes cajones que viajan en camiones –asegura Julieta Rivera López–. Hemos montado escenarios en los lugares menos pensados, porque queremos que los chicos se sientan como en un teatro de verdad», agrega la productora, actriz y titiritera.

Que no falte nadie
La tarea social que desarrolla Libertablas es muy importante. Los artistas buscan salas grandes, donde entren muchos espectadores, para poder ofrecer de manera gratuita el 30% de las entradas. «La idea es ir a los lugares que más nos necesitan. Por ejemplo, es muy emocionante cuando en Tigre vienen a vernos alumnos de las islas con sus chalecos salvavidas. Esos chicos tienen pocas oportunidades de acceder a espectáculos de esta envergadura», dice Julieta Rivera lópez, que se encarga de tramitar programas y subsidios para que nadie se quede afuera del teatro.
Libertablas realiza entre 300 y 400 funciones por año y son casi 2.300 las escuelas, ubicadas en distintos puntos de la Argentina, que están en permanente contacto con la cooperativa, además de otros 53 espacios nacionales y de Uruguay. La cantidad de espectadores por temporada ronda entre 160.000 y 220.000, de los cuales más de 35.000 no abonan entrada.  
La compañía independiente y autogestionada fue reconocida con numerosos premios a lo largo de sus cuatro décadas de vida. En 2018 ganó el Premio ACE al mejor espectáculo infantil, con Las mil y una noches. «Somos un grupo que aborda los clásicos de la literatura pero los versionamos y los transformamos para ser fieles a los principios», dice Luis Rivera López, que se encarga de adaptar las obras y también de escribir textos originales. La cooperativa se propone captar la atención de espectadores de todas las edades. «Nuestro objetivo es hacer buen teatro y que todos salgan contentos de la sala», explica Sánchez.
En 2019 Libertablas presentará once espectáculos en teatros y escuelas. Además de Las mil y una noches, subirán a escena: Leyenda, Pinocho, Cuentos de la selva, Picardías de Juan el zorro, David y Goliat, El árbol de las historias, Cuentos al derecho, Aleluya erótica (para adultos), La vida es sueño y Acerca de Discépolo (para jóvenes).
Varios de los espectáculos de la compañía se repiten en cartel, pero cuando el grupo repone una obra, repasa los textos y los actualiza. «El teatro es aquí y ahora, una función nunca es igual a otra, si eso ocurre es porque algo anda mal», dice Julieta Rivera López, quien también es productora y una de las asociadas más jóvenes. «Además, el contexto histórico, social y cultural resignifica el espectáculo, siempre –agrega Sánchez–. Una cosa es hacer Leyenda en un teatro porteño y otra es hacerlo en Jujuy o en Corrientes».
Luego de un largo recorrido, Libertablas cuenta con un taller de realización integral, que abarca desde el diseño de producción y de las marionetas, la confección de esos títeres, la escenografía y la puesta en escena del espectáculo. «El trabajo es grupal, cada uno hace lo que mejor sabe hacer, aunque el colectivo está interiorizado de los que hacen todos. No es fácil –concluyen los cooperativistas–, no es más rápido, pero da mejores resultados».

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