Tiempos difíciles

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La convocatoria trató sobre las consecuencias del neoliberalismo, que pronto derivarían en el estallido social del mes de diciembre.

 

Esta asamblea se hace en una situación muy especial. Y aunque decirlo así parezca un lugar común (hace años que nuestro país no sale de situaciones críticas) es indudable que hoy tanto el marco nacional como el internacional son verdaderamente preocupantes». Así hablaba Floreal Gorini, entonces presidente del IMFC, en la asamblea general ordinaria del período 2000/2001 del Instituto. En esa observación estaba condensada la esencia filosófica y doctrinaria del movimiento nucleado en el IMFC: minutos antes, los delegados de todo el país habían aprobado por unanimidad la memoria y balance general de la entidad pero –fiel a su concepción del doble carácter del cooperativismo: empresa eficiente y organización social con vocación transformadora– el Instituto llevaba al seno de la máxima instancia estatutaria su honda preocupación por el momento crítico que atravesaban en ese momento la Argentina y el mundo.
La crónica de Acción sobre la asamblea realizada en la filial Litoral del Instituto de la ciudad de Rosario reflejaba los principales puntos del discurso de Gorini, que comenzó hablando de un acontecimiento que marcó a fuego el comienzo de la década: los atentados a las Torres Gemelas y a la sede del Pentágono, en los Estados Unidos. «La llamada sociedad global –decía al respecto Gorini– no es otra cosa que la globalización de los grandes capitales financieros. No es la globalización internacionalista que hubiéramos querido los cooperadores, la de transitar libremente por todo el mundo, sin trabas ni dificultades; por el contrario, lo único que se mueve con comodidad y rapidez es el capital financiero. La tecnología ayudó a ese movimiento y trajo el fenómeno de la globalización y, a través de ella, la dominación de los llamados mercados internacionales». «Nosotros
–continuó– repudiamos y rechazamos todo lo que sea violencia; censuramos las guerras declaradas formalmente y también las guerras no declaradas y ejecutadas, como los bombardeos a Irak, como los casos de Chechenia y Yugoslavia; repudiamos este y los otros atentados, y reivindicamos la paz».
«Pero la paz –siguió diciendo– es fruto de la supresión de la injusticia; si en el mundo hay injusticia no puede haber paz. La injusticia crea resentimiento y el resentimiento puede generar resignación pero también violencia. Hay que ir a los orígenes; actuar sobre los efectos a veces hace más graves las causas que determinan esa violencia y esa reacción. Pensar que la potencia más grande del planeta (en lo económico, en lo político, en lo militar) va a desatar una acción de guerra contra un pueblo famélico, con 5 millones de personas hambrientas, demuestra el absurdo de un mundo donde 230 individuos (que ganan 43 millones de dólares por día) tienen riquezas equivalentes a 2.100 millones de personas (que viven con 30 centavos por día); nuestro propio país tiene 14 millones de pobres, siendo autosuficiente en alimentos, en energía y en recursos humanos… No puede haber paz, no podemos sentirnos felices encerrándonos en barrios privados, viajando en autos con vidrios polarizados. La seguridad, la paz, la verdadera libertad, se alcanza con la justicia social distributiva y ese es el mundo que queremos los cooperadores».

Gorini. «La paz, la seguridad y la libertad se alcanzan con justicia social».

La activa participación del movimiento nucleado en el IMFC en el Frente Nacional  contra la Pobreza, por el Trabajo y la Producción, en las marchas realizadas por todo el país y en el conjunto de actividades que el Instituto encaró en ese año –que culminó trágicamente en el estallido social del 19 y 20 de diciembre– también fueron reflejadas durante la jornada. «Unámonos todos los que estamos afectados por esta política –concluyó Gorini–, los que somos sensibles a las necesidades humanas, los que sabemos que es imposible encerrarnos a encontrar la felicidad dentro de un cuarto. Porque, además de los cooperadores, hay muchos otros hombres y mujeres, de organizaciones sociales, de derechos humanos, que piensan como nosotros».

 

Nuevos objetivos
Además de la convocatoria central, la asamblea de 2001 aprobó una reforma al Estatuto Social de la entidad. En relación con esto último, incorporó entre los objetivos del IMFC el de promover la actividad productiva a través de la investigación y desarrollo, la transferencia de tecnología, la asistencia técnica, la capacitación, la organización de seminarios, la edición de publicaciones, el dictado de cursos y cualquier otra acción centrada en la promoción de la innovación tecnológica. En la mesa que presidió la asamblea acompañaron a Gorini los consejeros Segundo Camuratti (secretario), Jorge García Duarte (tesorero), Jorge Lorenzo (síndico) y el gerente general Juan Fernández.
La memoria se refirió a la situación nacional y la banca cooperativa, con un crítico informe del plan económico y sus consecuencias de inequidad social. En el capítulo «Relaciones nacionales e internacionales» se subrayaban los vínculos con entidades nacionales como Cooperar, Coninagro, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social y la Asociación Cristiana de Jóvenes, entre otros. En el orden mundial la nómina estaba encabezada por la Alianza Cooperativa Internacional. La jornada finalizó con palabras de agradecimiento al personal y con el compromiso de continuar «con la mirada puesta en las necesidades de la comunidad y en un futuro que debemos construir entre todos», para lo cual «el Instituto continúa la tarea de fundar cooperativas y difundir el ideario de la solidaridad». Tarea que sigue desempeñando sin pausa hasta el día de hoy.

 

 

Osvaldo Pugliese en Castelar

Con la presencia de más de 300 personas, en enero de 1980 se festejaba el 15º aniversario de la que fuera la caja de crédito Progreso de Castelar y su primer aniversario como filial del Banco Credicoop. La reunión fue amenizada con un número de lujo: la actuación de Osvaldo Pugliese y su orquesta.

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