Con el fin del Estado de Bienestar y la problemática de la inmigración como telón de fondo, las fuerzas políticas más reaccionarias ganan espacios de poder en los países del continente a partir de un discurso racista y xenófobo. El proyecto de una articulación neofascista a escala global.
27 de diciembre de 2018
Cataluña. Miembros de grupos falangistas realizan el saludo fascista, exigiendo el cierre de la cadena pública TV3 por «manipulación». (JOSEP LAGO/AFP/DACHARY)
Aquí se están gestando tiempos oscuros, económicamente y políticamente», advirtió Albert Einstein en una carta manuscrita dirigida a su hermana Maja en agosto de 1922, casi una década antes de que los nazis llegaran al poder en Alemania. El premio Nobel de Física había huido de Berlín pues un amigo suyo, judío, Walther Rathenau, empresario, político y ministro de Exteriores de la República de Weimar, había sido asesinado el 24 de junio de 1922 por terroristas alemanes de extrema derecha y la policía le había dicho que su propia vida corría peligro. Dieciséis años después, del 9 al 10 de noviembre de 1938, el horror se desencadenó en la Noche de los Cistales Rotos.
Contemporáneamente, en Italia, la noticia de tapa del Corriere della Sera anunció, un día después, el 11 de noviembre, la aprobación de las «Leggi per la difesa della razza» del régimen fascista, anticipadas en setiembre por Benito Mussolini. «No puede volver a pasar», afirmó la canciller alemana Angela Merkel en la conmemoración del 80 aniversario del progrom de aquella noche.
Sin embargo, en pleno siglo XXI la xenofobia, el racismo y los prejuicios avanzan en Europa y en el mundo de la mano de consignas enarboladas por los movimientos autodenominados «antisistema» que proclaman ser «el cambio»” frente a los partidos tradicionales. En ese contexto, mientras las izquierdas no encuentran respuestas, las derechas ganan poder y espacios mediante las urnas.
Oleadas de shock
Con miras a las elecciones para el Parlamento Europeo previstas para mayo de 2019 en los 27 estados miembros (el Reino Unido ya no participará), en cada país se intensifican las acciones en ese sector político que se identifica con «los ciudadanos nacionales primero», similar al «America First» de Donald Trump. Al respecto, a fines de noviembre pasado, el periódico británico The Guardian publicó que «un europeo de cada cuatro vota por el populismo, según un sondeo en 31 países». Hace 20 años, recuerda el diario, la derecha extrema tenía el 7% de los votos.
En cuanto a los comicios internos de cada nación, el último dato impactante fue la elección regional en Andalucía, España, donde se impuso el partido de ultraderecha xenófoba Vox, que el 2 de diciembre consiguió el 11% de los votos y una docena de diputados. Otro dato llamativo llegó de Suecia, donde la derecha dio la nota en las elecciones legislativas de septiembre pasado, con un resultado desconcertante en un país que tiene un crecimiento económico estable y una tasa de desocupación menor al 6%. El partido Suecos Democráticos (SD), de extrema derecha, obtuvo el 17,7% de los votos con una campaña que tuvo como caballito de batalla la propuesta de frenar la llegada de nuevos extranjeros y apuntar a los problemas de integración.
Por otra parte, hace poco más de un mes, el primer ministro húngaro Viktor Orban sostuvo: «Sin las naciones, Europa perdería su identidad cultural y espiritual». Orban es líder del partido Fidesz – Unión Cívica Húngara y conduce el país desde 2010. En tanto en Polonia, Jaroslaw Kaczyki, el máximo dirigente de la fuerza gobernante Ley y Justicia, también en el extremo derecho del espectro político, se declaró contento con lo que consideró una «batalla ganada» al recoger el 33% de los sufragios en las últimas elecciones.
Los casos se multiplican. En Italia, Matteo Salvini, de la xenófoba Lega (ex Lega Nord) y parte del actual gobierno junto con el Movimento Cinque Stelle, se perfila cada vez más como «el fuerte» de ese «contrato» para conducir el Ejecutivo tras las elecciones de marzo pasado. En Austria, en las legislativas de 2017, la extrema derecha del Partido de las Libertades conquistó un 26% de los votos y gobierna junto con la centroderecha. La oleada incluye a Dinamarca, donde el gobierno conservador depende de los votos del ultraderechista Partido del Pueblo Danés, y a Eslovaquia, país en el que crecen los nacionalistas. Y en Finlandia el Partido Verdaderos Finlandeses logró instalarse como un actor de peso político debido a sus buenos resultados en las elecciones de 2011 y 2015. En ese país, grupos neonazis salen a las calles portando banderas con insignias esvásticas, como ocurrió en la reciente Marcha del Día de la Independencia.
Francia no escapa a esta tendencia. El Frente Nacional, en las presidenciales de 2017, logró llegar a la segunda vuelta, donde fue derrotado por Emmanuel Macron. El presidente francés, precisamente, enfrenta la protesta de los «chalecos amarillos» iniciada contra el aumento de la nafta, pero extendida al descontento económico y la caída del poder adquisitivo. El mandatario primero habló de una «provocación» de la derecha, pero luego tuvo que hacer concesiones.
Identidades peligrosas
En este contexto internacional, el «otro», el «diferente», el chivo expiatorio de las crisis económicas y políticas, es el migrante que busca en Europa la posibilidad de sobrevivir y de constuir un futuro. ¿Falta trabajo? Culpa de los inmigrantes. ¿Robos, femicidios, inseguridad? Culpa de los inmigrantes. Un imaginario fomentado por dirigentes derechistas que aprovechan la insatifacción de los ciudadanos ante los graves problemas económicos y sociales.
Weis «La decisión de Merkel de recibir a un millón de refugiados potenció a AFD.»
Riccio. «En Italia, el partido que amás votos conquistó no tiene ideología.»
Salerni. Señala dificultades de la izquierda para representar a los más pobres.
El Mar Mediterráneo se ha convertido en una gran tumba para quienes han sido bautizados en Italia como «Nuovi Desaparecidos» (nuevos desaparecidos), con todo el simbolismo de esa palabra acuñada en Argentina, escrita así, en castellano. Mediterráneo-tumba pero también muro, uno de los tantos del siglo XXI. «Para comprender la Noche de los Cristales –enfatizó Merkel en Berlín el 9 de noviembre pasado– es necesario entender cuál fue el proceso que la precedió y que luego llevó a la Shoá: solo de este modo es posible obtener un aprendizaje justo para el futuro». «Ahora hay en Alemania una floreciente vida judía», agregó la canciller, pero advirtió que «racismo, antisemitismo y prejuicios no se desvanecen solos», en alusión a las agresiones cometidas este año contra estudiantes y ataques a locales judíos.
«Alemania, el país que hace poco más de 70 años organizó y llevó a cabo la muerte sistemática de 6 millones de judíos y de más de 10 millones de prisioneros soviéticos, polacos, homosexuales, discapacitados y opositores políticos, hoy está viendo el renacer de fuerzas políticas abiertamente racistas», analizó Valeria Vegh Weis, doctora y magíster en Derecho Penal y Derecho Publico, investigadora postdoctoral del Max Planck Institute en Frankfurt, Alemania. «La historia reciente nos recuerda que Adolf Hitler llegó al poder por vía electoral, como ahora intenta el partido AfD (Alternativa por Alemania)», explicó la experta argentino-alemana y precisó que esa agrupación «propone un programa nacionalista, antiinmigratorio y antiislamista. Asimismo, miembros de AfD han expresado posiciones antihomosexuales y antisemitas».
«Fundado en 2013 en medio de la crisis financiera de la eurozona, AfD obtuvo 7 parlamentarios electos en 2014, a solo un año de su creación. La decisión de Merkel de recibir a un millón de refugiados en 2015 potenció el apoyo electoral a AfD», recordó Vegh Weis. «Gran parte de la retórica de AfD se basa en sostener que el Islam constituye un peligro para la identidad alemana y europea, y en falsas asociaciones entre inmigración y delincuencia», detalló. La invetigadora subrayó así el peso que las migraciones han adquirido en la situación europea, su incidencia en el imaginario popular. «AfD se ha hecho eco de casos delictivos no probados judicialmente para reforzar la asociación entre inmigración y delincuencia, aunque estudios académicos han demostrado extensamente que los inmigrantes cometen menos delitos que la población local», explicó. «En diciembre de 2015 un grupo de refugiados africanos fue acusado de robar y atacar sexualmente a una mujer en la ciudad alemana de Colonia, desatando una ola de denuncias penales contra inmigrantes», recordó. «Como respuesta a violentas protestas que incluyeron saludos a Hitler se celebró un recital que reunió 65.000 personas bajo la consigna “Wir Sind Mehr” (nosotros somos más). El lema se convirtió en tendencia en Twitter y fue consigna de movilizaciones que buscan contrarrestar la ola de xenofobia», dijo la experta.
Las elecciones del 28 de octubre del año pasado en el Land (estado federado) de Hesse confirmaron el avance de AfD. Se convirtió en la tercera fuerza con el 13,1%, detrás de la UCD (Union Cristianodemócrata, de Merkel, que con 28,2% descendió 5,5 puntos con relación a 2011) y el SPD (Socialdemócrata, aliado de la coalición de gobierno de Berlín, con 28% y 3,5 puntos menos que en 2011).
El otro cambio
En Italia, en marzo del año pasado, la llamada «antipolítica» y la antiinmigración castigaron a los partidos tradicionales y se formó gobierno entre los populistas del Movimento Cinque Stelle (M5S) y la xenófoba Lega liderada por Matteo Salvini, vicejefe de gobierno y ministro del Interior. El partido de Salvini obtuvo el 17% de los votos, el M5S el 32,68% y el Partito Democrático, de centroizquierda, solo alcanzó un 18,76%.
Matteo Salvini. Discurso en Piazza Duomo, Milán, del líder de Lega y hoy hombre fuerte de Italia, previo a las elecciones generales de 2018. (MIGUEL MEDINA/AFP/DACHARY)
Viktor Orban. El primer ministro húngaro de cara a los seguidores de Fidesz, en Szekesfehervar. (FERENC ISZA/AFP/DACHARY)
Luego de las elecciones en Brasil y en Hesse, Salvini escribió en su cuenta Twitter: «También en Brasil y en Alemania los ciudadanos votan por el cambio, y desde los diarios y las tevé italianos parte el estribillo habitual: “ganó la extrema derecha peligrosa y racista”. ¡Basta, ya no les cree nadie! Viva la Libertad y la Democracia». Con similar alegría tuiteó Marine Le Pen: «Los brasileños castigaron la corrupción expandida y la terrible delincuencia que prosperaron bajo los gobiernos de extrema izquierda». Entrevistada por Acción, la italiana Alessandra Riccio, docente universitaria y periodista, excorresponsal en Cuba del diario L’Unita y codirectora con Gianni Miná de la revista Latinoamérica, de Roma, reflexiona sobre la actual situación en su país y en Europa. «Hace tiempo, con consignas como: “La ideología ha muerto, ya no sirve” o “Ya no hay derecha e izquierda” o “Tenemos que defender nuestras fronteras de la invasión de africanos”, o “El neofascismo es solo folclore”, hemos llegado al punto que en ya nadie se avergüenza de decir enormidades como negar el Holocausto, afirmar que Benito Mussolini no hizo nada malo, negar el racismo».
Y agregó: «Desde hace décadas, poco a poco, las lenguas se han confundido. El sentido de patria se ha mezclado con el soberanismo; el egoísmo de las regiones ricas se presenta como ejemplo de buenos ciudadanos cansados de trabajar para las regiones perezosas».
«El egoísmo, el dinero, el miedo al otro, todo lo que constituye el ideario de las derechas ha ido ocupando lugares mientras una centroizquierda pasiva y sin ideas se iba acercando siempre más a una derecha capitalista y neoliberal, decepcionando al electorado hasta el disgusto. Un electorado que se siente traicionado, pide venganza y tiene la vista corta», enfatizó Riccio.
Una afirmación fuerte que se completa con conclusiones que invitan a reflexionar: «El resultado, en Italia, es que el partido que más votos ha conquistado no tiene ideología, no es de izquierda ni de derecha, no sabe gobernar y procede a tropezones. Paga (y pagamos todos) su alianza “contra natura” con un partido más pequeño, la Lega (el cual oportunamente canceló la palabra Nord que antes lo caracterizaba como un partido racista frente al Sud), dirigida por un líder eficiente, decidido, astuto y descarado. Total: en pocos meses la Lega está ganando consenso y el M5S se va erosionado sin que los partidos de izquierda, casi al límite de la desintegración, sepan o quieran reaccionar». El cuadro de situación global que traza Riccio tampoco es alentador: «Todo lo anterior ocurre mientras en el mundo entero la derecha avanza con características similares de descaro, olvido de la memoria histórica, toma de posiciones violentas a través de elecciones hechas según las reglas de la democracia occidental».
El italiano Lorenzo Teodonio, físico de profesión e historiador por militancia política, intenta resignificar algunos conceptos en su libro Razza Partigiana, un ensayo sobre la vida del estudiante negro Giorgio Marincola, quien combatió y murió en Italia luchando por la libertad, «y de un movimiento de partisanos llegados de las colonias italianas en África»”, explicó Teodonio a Acción. «El interés por la colonia surgió al observar una doble matriz del racismo fascista: el apartheid contra los “colonizados” por un lado y, por otro, el racismo contra los “judíos” que nace del antisemitismo clásico y que tendía a golpear a quienes eran percibidos como “ricos” o “poderosos”. El racismo de hoy se parece más al “racismo colonial” dirigido contra los pobres», añadió.
A partir de esa diferenciación, el investigador orienta su atención hacia el «racismo neofascista, formado en Italia luego de 1945 y basado en el filósofo Julius Evola, cuya producción se dirige contra los “negros”. Evola es hoy referente de la derecha mundial respecto del apartheid contra los pobres que padecen además la desaparición. No solo porque mueren sin nombre en el mar, sino también porque el odio se basa, como en la Argentina de la dictadura, en una base “ideológica” y no racial en sentido estricto». En síntesis, Teodonio opinó que «la categoría de fascismo se debe usar con muchísima atención, por ello, para el racismo nos parece oportuno referirnos al “neofascismo”».
«Se necesita una especie de cuarta dimensión espacio-temporal», recordó el autor de Razza Partigiana y explicó que «a nivel global y temporal hay algo que distingue nuestra época de los años 30: la falta de la ideología. El conflicto está (¡está siempre!) pero faltan una teoría y una práctica que puedan darle forma. En este vacío prospera la falta de toda descripción del conflicto, lo que favorece el desarrollo de movimientos “terceristas”».
En Italia y en gran parte de Europa, sostuvo Arturo Salerni –el abogado defensor de derechos humanos, integrante de la Comisión Veritá e Giustizia per i Nuovi Desaparecidos y de la Asociación Progetto e Diritti–, se ha dado «una gran incapacidad de las fuerzas de izquierda para representar los intereses de las clases más pobres y se ha creado cada vez más desigualdad». «La izquierda ha apoyado el proyecto de unificación europea que sin duda generó un período de paz, pero al mismo tiempo las políticas sobre las cuales se construyó la Unión Europea han sido las grandes finanzas y el liberalismo salvaje, con la consecuente disminución de garantías y del bienestar (welfare) de las décadas precedentes», opinó y agregó que en ese marco «fuerzas populistas y de extrema derecha al menos aparentemente se muestran como más cercanas a las insatisfacciones populares».
En consecuencia, puntualizó, «se identifica al cosmopolitismo como la causa de los males». «El patriotismo y el nacionalismo aparecen como la reacción al empobrecimiento. En realidad, cada vez más es la guerra de los penúltimos contra los últimos».