Todos cultivamos

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Remedio. Familiares de chicos con epilepsia. (Yanina Ávila)

 

«Cultivar para mi hermano no me vuelve delincuente», «El cannabis medicinal es bienestar para mi familia». Las pancartas enarboladas por decenas de niños en la última Marcha de la Marihuana en la Ciudad de Buenos Aires sintetizaban los reclamos de un grupo de familias que decidieron luchar por el derecho de sus hijos a una mejor calidad de vida. A la cabeza de la movilización estaban los chicos, en cochecitos y silla de ruedas. La mayoría de ellos sufren de epipelsia refractaria, llamada así porque las crisis son tan frecuentes que limitan la calidad de vida –Josefina, una de estas niñas, llegó a tener 600 convulsiones por día– y porque los medicamentos no logran controlarlas. Sus padres, después de haber probado tratamientos con infinidad de drogas, en altas dosis y con severos efectos adversos, encontraron en el aceite de cannabis un alivio para la enfermedad de sus hijos.
«El cambio es pasar de tener un nene babeando, mirando la nada, a un nene que te mira y te sonríe y te dice “mamá”», relata una de las integrantes de la organización Mamá Cultiva, que reclama el cese urgente de la criminalización a usuarios y cultivadores de cannabis, la regulación del cannabis medicinal y el inicio de investigaciones y ensayos clínicos para desarrollar su potencial terapéutico e industrial.

 

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