25 de enero de 2017
Donald Trump ya es presidente de los Estados Unidos y el día de su asunción tuvo en vilo a casi todo el mundo, que miró con incredulidad cómo el empresario logró derrotar a tantos políticos experimentados dentro y fuera de su partido.
Su presidencia puede conformar un cóctel explosivo porque Estados Unidos es la primera potencia mundial y por lejos el país más poderoso del planeta, pero también porque asume un hombre que no tiene experiencia de gestión y parece estar dispuesto a todo. Es verdad que no se lo puede evaluar solamente por lo que decía como empresario, artista de televisión o incluso como candidato, dado que ahora tendrá que actuar como presidente, algo muy diferente a lo que estaba acostumbrado. Las declaraciones de Trump en el último tiempo llevaron a que se construyera un gran movimiento opositor dispuesto a evitar que toque los derechos adquiridos y conquistados en la historia social de los EE.UU., como se vio un día después de que asumiera con millones de personas en las calles. Por otra parte, no son pocos los estados que están dispuestos a una lucha frontal contra el nuevo presidente, como lo demuestran las diferentes declaraciones de alcaldes, colegios y universidades de varias ciudades de California que ya han manifestado que no permitirán a las autoridades federales expulsar inmigrantes, sea cual fuere su condición legal. Incluso frente a la amenaza de los republicanos de quitarles fondos federales a las ciudades denominadas «santuarios», las que protegen inmigrantes.
La llegada de Trump ha provocado una profunda grieta en los EE.UU. que se nota especialmente en los medios. Un editorial del diario La Opinión, de California, se atreve a decir que el desafío es crear «una fuerza que tenga un impacto hoy para frenar una agenda antipopular y crear los cimientos del futuro». Esto recién comienza.
