Turquía en el límite

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El reciente intento de golpe de Estado en Turquía es uno más de la larga serie de golpes que sufrió este país desde su creación en 1923 después de la desintegración del Imperio Otomano que se expandió por siglos en Europa, Asia y África.
Lo particular, en este caso, es que los militares intentaron derrocar al presidente de un partido que abiertamente plantea la «reislamizacion» de un país que se creó sobre bases republicanas y laicas y donde los militares se presentan como sus fieles y mejores guardianes.
Todavía son confusos muchos aspectos de la intentona golpista contra el presidente Erdogan y quiénes fueron sus promotores, aunque el gobierno acusa al líder de una corriente religiosa que en el pasado fue su aliado y hoy parece haberse convertido en su principal enemigo. Fetullah Gullen, de él se trata, que hoy vive en Estados Unidos, fue presentado durante muchos años en el mundo occidental como el representante de un islam moderado dentro de la corriente sunnita (mayoritaria en el islam) y la contracara de partidos como los Hermanos Musulmanes en Egipto. Ni que hablar de  los grupos más radicalizados y violentos del estilo Al Qaeda o Estado Islámico –el ISIS– que hoy aparece como el gran enemigo por derrotar para las principales potencias, desde Estados Unidos y Rusia hasta los más poderosos países europeos.
El presidente Erdogan tiene numerosos enemigos: la importante minoría kurda que sigue reclamando sus derechos, los militares que lo acusan de socavar las bases republicanas y laicas, numerosos sectores que critican su tendencia autoritaria para gobernar –reforzada por los múltiples arrestos después del fallido golpe–, y voces que dicen que apoya al ISIS en territorio sirio para debilitar a los kurdos en esa nación  y –por ende– a los kurdos en su propio país. Demasiados conflictos como para pensar que Turquía pueda estabilizarse en el corto plazo.

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