Un Amplio desafío

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El FA, sin Tabaré Vázquez ni Mujica, apuesta a continuar el proyecto que logró reducir la pobreza y ampliar derechos. El candidato Daniel Martínez enfrentará a un Partido Nacional que teje alianzas con la derecha para propiciar su regreso al poder.


Montevideo. Postulante por el oficialismo, Martínez se impuso en las Primarias de julio. (Rojo/AFP/Dacahry)

Las cartas están sobre la mesa: los partidos políticos uruguayos ya definieron, a través de internas, a sus candidatos para las elecciones presidenciales de octubre. Con el ingeniero Daniel Martínez a la cabeza, secundado en la fórmula por Graciela Villar, el Frente Amplio (FA) intentará acceder a un cuarto mandato consecutivo para profundizar una agenda de transformaciones que aún sigue pendiente. Desde la oposición, el tradicional Partido Nacional apostó por el senador Luis Lacalle Pou para derrotar al oficialismo y acceder al cargo que supo ostentar su padre, Luis Alberto Lacalle, hace ya casi 25 años.
El primer dato que surge de las internas es que el Partido Nacional –también conocido como «Blanco»– fue el más votado. Entre todos sus candidatos, obtuvo 448.000 sufragios, 30.000 más que en 2014. En segundo lugar quedó el FA, que entre sus cuatro postulantes cosechó 255.000 votos, unos 45.000 menos que hace cinco años, lo que abre interrogantes para la fuerza de centroizquierda, en el poder desde 2005.
Si bien estos números representan una señal de alerta para el oficialismo, no significa que ya esté todo dicho de cara a octubre. A diferencia de lo que ocurre en Argentina, las internas uruguayas no son obligatorias y, por ese motivo, suele haber una baja participación (en este caso, del 40%). En las elecciones generales, esa cifra se eleva hasta un 90%, cambiando por completo el panorama electoral. De hecho, en 2014 el Partido Nacional también fue el más votado en las internas, pero después perdió en primera y en segunda vuelta ante el actual presidente, Tabaré Vázquez.
Por detrás de blancos y frenteamplistas se ubicó el derechista Partido Colorado, donde el economista Ernesto Talvi, debutante en competiciones políticas, se convirtió en candidato presidencial tras lograr una sorpresiva e histórica victoria ante el veterano Julio María Sanguinetti, dos veces presidente del país y una de las principales figuras de la política uruguaya. La otra sorpresa de la jornada la dio el polémico general Guido Manini Ríos y su Cabildo Abierto, un nuevo partido integrado por militares retirados que, con más de 46.000 votos, se posicionó como la cuarta fuerza política nacional (ver recuadro).
 
A la cancha
Con los nombres definidos, los partidos uruguayos se lanzaron a la campaña para las elecciones del próximo 27 de octubre, el mismo día que se celebran las presidenciales en nuestro país. Al igual que aquí, todo indica que los comicios estarán altamente polarizados y no habrá lugar para terceras fuerzas. Las encuestas prevén una elección muy reñida entre Martínez y Lacalle Pou. Sin embargo, ninguno llegaría al 50% necesario para ganar en primera vuelta, por lo que debería realizarse un balotaje el 24 de noviembre.
En ese contexto, serán clave las alianzas que pueda tejer cada candidato. Por el lado del FA, que por primera vez afronta unas elecciones sin Vázquez ni José Pepe Mujica en las listas, ambos de enorme influencia en la fuerza, Martínez tendrá el desafío de mantener la unidad de la coalición –integrada por más de diez partidos que van del centro a la izquierda tradicional– y además convencer a sectores que no simpatizan del todo con el Gobierno y sus propuestas. Por eso, en plena campaña, el exintendente montevideano se enfoca en defender las políticas sociales implementadas por el Frente en sus sucesivas gestiones, pero apuesta a la moderación cuando toca temas como la inseguridad y la relación con la Venezuela de Nicolás Maduro, dos cuestiones espinosas que se llevan buena parte de los titulares de la prensa uruguaya y que incluso generan tensiones dentro del propio oficialismo.
En el caso de Lacalle Pou, la estrategia es clara: realizar una buena primera vuelta para posicionarse como el referente de la oposición y luego formar una amplia coalición que aglutine a toda la derecha y que le permita ganar el balotaje. De hecho, apenas un día después de las internas, los asesores del candidato blanco iniciaron rondas de conversaciones con Talvis, Manini Ríos y otros postulantes para empezar a acercar posiciones.
 
Amenaza conservadora
Para el FA, la «grieta charrúa» está abierta. En diálogo con Acción desde Montevideo, Pablo Oribe, dirigente del Partido Socialista uruguayo (que integra la coalición de gobierno), consideró que en las elecciones estarán cara a cara dos proyectos políticos: de un lado, la «propuesta de desarrollo nacional con inclusión» que representa Martínez y, del otro, «una opción conservadora y neoliberal» encarnada por Lacalle Pou.
El peligro, advierten desde el oficialismo, es que esa derecha logre capitalizar el descontento que diferentes sectores de la población muestran en los últimos tiempos. Ocurre que, después de 15 años de mandato y como en otros países de la región, hay un proceso de desgaste natural que afecta al Gobierno. A eso se suman algunos problemas coyunturales, como el estancamiento económico y el aumento del desempleo.
El propio Martínez reconoció que, cuando el FA llegó al poder en 2005, «asumimos con un 15% de desocupación, la llegamos a bajar un 4,7% y ahora está en un 8,3%». El gran desafío del candidato frenteamplista será revertir el clima de descontento –alentado por la oposición y los grandes medios– para dar continuidad a un proyecto político que, en menos de 15 años, logró reducir notablemente la pobreza y que impulsó medidas históricas en lo que concierne a la ampliación de derechos y ciudadanía. Entre ellas, nada menos que la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario. De su estrategia para seducir al electorado exhibiendo estos logros dependerá que Uruguay, como otros países de la región, no gire a la derecha.

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