Un duro de la ley

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La policía argentina no tiene demasiadas figuras que se hayan instalado con valores positivos en la memoria colectiva. Una excepción puede ser la de Evaristo Meneses (1907-1992), que encarnó el prototipo del policía implacable y honesto y se convirtió en protagonista de una leyenda.
En enero de 1934 ingresó a la sección Investigaciones de la Policía Federal, pero el inicio simbólico de su carrera se produjo dos años después, cuando detuvo a Miguel Ángel Amorelli, relacionado con la mafia siciliana de la época. Lo significativo no fue el episodio en sí, sino el modo en que el periodismo lo relató más tarde, para subrayar características centrales en la leyenda: el coraje del policía y su desapego hacia las prácticas burocráticas de la institución.
Meneses cultivaba otros rasgos atípicos en un policía: había sido boxeador amateur, le gustaba la pintura de caballete –en 1980 ganó un premio del Fondo Nacional de las Artes– y tenía aficiones literarias. Su carrera transcurrió durante muchos años en el anonimato, en las seccionales porteñas 34 y 50 y como titular de la comisaría de la Casa de Gobierno, hasta que en 1957 lo nombraron jefe de Robos y Hurtos. Asomaba una nueva generación de delincuentes, caracterizados por su actuación en bandas y los asaltos de alto impacto. Meneses se convirtió en personaje público en enero de 1961, cuando encabezó un operativo que desbarató un contrabando de 300 kilos de oro en el aeropuerto de Ezeiza.
La prensa construyó con frecuencia los procedimientos policiales como enfrentamientos individuales entre el jefe de Robos y Hurtos y oponentes como Jorge Eduardo Villarino –«el rey del boleto», llamado así por su habilidad para inventar historias, el chamuyo–, Miguel Prieto, Horacio Lacho Pardo, José María Hidalgo y otros delincuentes. Las crónicas forjaron así el mito de un policía valiente e incorruptible. Sin embargo, los elogios no excluyeron denuncias sobre apremios ilegales y muertes en enfrentamientos dudosos. Robos y Hurtos fue también el semillero de represores de la Triple A, como Juan Ramón Morales, Rodolfo Almirón y Edwin Farquharson, quienes se formaron con Meneses.
En 1963 apareció Meneses contra el hampa, libro encargado a Iderla Anzoategui donde relataba sus historias. La publicación derivó en un pleito por los derechos de autor. Meneses estaba disconforme además con el estilo de la escritora –«ella solo intercaló suspiros, lágrimas y otras boberías»– y en las siguientes ediciones firmó el libro como autor. Se acercaba al final de su carrera: el mismo año fue trasladado a Delitos y Vigilancia, en diciembre de 1964 fue puesto en disponibilidad y en junio de 1965 pasó a retiro.
El rescate de Meneses fue correlativo al deterioro de la imagen institucional de la policía a partir de los años 70. La historieta Evaristo, de Carlos Sampayo y Francisco Solano López, y ahora el cine, con el largometraje documental Evaristo, de Mariano Petrecca, que se estrenará en setiembre, ofrecen otras perspectivas para comprender al personaje, lejos de la idealización.

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