Un síntoma social

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La OMS define a la violencia como un problema de salud pública. Y, en ocasiones, las propias instituciones sanitarias son escenario del conflicto. Causas, consecuencias y medidas de prevención.

 

Moreno. Protesta del personal del Hospital Mariano y Luciano de la Vega. (Télam)

Intolerancia, inequidad, cansancio de los médicos, falta de respuestas a los pacientes, establecimientos colapsados, muchos turnos, pocos profesionales. Lo cierto es que la violencia en los establecimientos de salud se manifiesta hoy de muchas maneras, entre médicos y pacientes, pacientes y médicos, entre miembros de los equipos de salud. Al respecto, se comenzaron a tomar medidas, algunas preventivas, otras de acción directa.
En 1966, la Organización Mundial de la Salud la consideraba como uno de los principales problemas de salud pública. Diez años atrás, en 2002, la misma organización analizaba el fenómeno en todas sus facetas. Ese escenario generó el Informe mundial sobre la violencia y la salud, que analizó la magnitud de sus efectos en el ámbito santiario.
A ese mapa, en nuestro país se suma, desde hace un tiempo, lo que los médicos y profesionales del ámbito sanitario denominan «violencia en los hospitales». Un relevamiento a cargo del Programa de Prevención y Asistencia Médico Legal del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires reveló que las principales causas del fenómeno son las dificultades en la comunicación entre profesionales de la salud y sus pacientes o familiares; abuso de poder entre miembros del equipo hospitalario y hechos vandálicos; estos últimos, más frecuentes en las guardias.
La ausencia de una cultura sobre derechos y deberes entre personal médico y usuarios de hospitales es otra de las causas. Y, según coinciden los especialistas del Ministerio de Salud bonaerense, empezar a recuperar esa cultura de derechos podría ser un punto de partida para prevenirlas.
El reclamo de los equipos de salud es que no se sienten cuidados en su integridad física. Y los pacientes, por su parte, quieren un verdadero acceso a la salud y a la información, al diálogo, a ser escuchados. Se trata de un equilibrio que no debería ser difícil de lograr, pero que requiere, además de políticas públicas, cambios de actitudes.
«El de la violencia es un tema que debe ser abordado desde muchos lugares. El desafío es que desde todos los sectores sociales podamos influir en un cambio de actitudes. Uno muchas veces ve violencia desde afuera, pero no es capaz de ver la violencia propia», señaló Mariela Rossen, ex secretaria de Salud del municipio de San Martín, en un encuentro sobre esta problemática realizado en el distrito. Para Adriana Villarrosa, directora asociada del Hospital Interzonal de Agudos Eva Perón, el incremento de la violencia «está íntimamente ligado con el deterioro de la relación médico-paciente, y con el cambio de paradigma de esa relación, que no es igual a la de hace 20 años».
Villarrosa sostuvo que el problema de violencia en el sector de la salud «debe ser abordado desde el acoso laboral, la violencia verbal entre trabajadores de la salud, del mismo paciente al trabajador, y que no necesariamente implica violencia física, sino también, y sobre todo, actitudes de desprecio, amenazas verbales o atropellos».
Cecilia Pozzo, coordinadora del Programa de Prevención y Asistencia Médico Legal en Salud Pública del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, explica que, desde su creación, el programa que coordina actúa ante cada agresión o problema en el ámbito hospitalario y lleva adelante las mediaciones en los casos conflictivos. El objetivo es trabajar con la prevención a partir de la concientización de la cultura del derecho y de las obligaciones tanto de los pacientes como de los profesionales de la salud.
En los últimos años, el tema fue cobrando nuevas dimensiones y mayor estado público. Se registraron hechos de gran impacto y no siempre se explicaron los motivos y los desencadenantes. En el relevamiento realizado en la provincia de Buenos Aires, surgió que la violencia en los hospitales se manifiesta en las guardias y en los consultorios de pediatría y clínica médica. Según Pozzo, «en la guardia estalla la violencia quizá por la urgencia y la espera, pero se da en todos los ámbitos de una institución. Y no lo sufre sólo el médico; lo padece la enfermera, el administrativo que da los turnos. Todos como sociedad tenemos y generamos violencia y el hospital es el blanco donde estalla, es el lugar donde la gente sufre momentos de crisis con algún familiar enfermo».
Sin embargo, al menos por ahora, las medidas que se tomaron, algunas más extremas que otras, tienen que ver más con la protección del equipo de salud que con la comunidad en general.
En 2012, por ejemplo, comenzaron a instalarse en las guardias de los hospitales bonaerenses botones antipánico para ser utilizados en casos críticos de violencia, y se implementó paralelamente un nuevo protocolo de acción policial. A lo largo de 2013 se capacitó al personal de seguridad y vigilancia con el objetivo de «conformar una seguridad hospitalaria instruida para el trabajo». Además, se propuso que «por razones de seguridad, los pacientes que concurran a atenderse a las guardias no podrán estar acompañados por más de dos personas. En la sala de espera de la guardia habrá un efectivo de la policía bonaerense y un vigilador de seguridad privada, y los vehículos que lleven pacientes deberán dejarlos en la rampa de acceso y estacionar fuera del establecimiento». Hasta aquí, protección para los equipos de salud, y un modelo de prevención que sugiere que todo paciente es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario. ¿Y para los usuarios? Desde el Ministerio de Salud provincial sostienen que el año pasado comenzó a funcionar en los hospitales un registro donde deben asentarse las causas que dieron origen al problema, y paralelamente se puso en marcha una campaña para mejorar la comunicación interna –de jefes a subalternos– y externa, hacia pacientes y familiares. Pozzo asegura que el mejor camino para comenzar a prevenir situaciones que generan violencia es informar sobre los derechos y obligaciones. Sugiere un compromiso, acuerdos de convivencia; una condición de igualdad entre médico y paciente. Para eso, es necesario que el ámbito sanitario se convierta en un espacio de respeto por el paciente, propiciando políticas basadas en el reconocimiento de los derechos humanos.

María José Ralli

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