Una lucha inclaudicable

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La restitución de los nietos Montoya Carlotto y Baratti De la Cuadra  es un nuevo hito en una historia de búsqueda sin descanso. El traspaso generacional como garantía de continuidad.

 

Siembra de memoria. Los jóvenes como garantía de que la búsqueda de los nietos que aún falta hallar continuará hasta el final. (Jorge Aloy)

Cada vez que recuperamos un nieto, brindamos con champán. En cada brindis le decimos a Estela: que el próximo sea Guido. Y ahora… ¿qué vamos a decir al brindar?», se preguntaba risueña la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa Roisinblit en la conferencia de prensa que la titular de Abuelas dio en la sede central de la institución tras conocerse la noticia de la restitución de la identidad del nieto Montoya Carlotto, el nieto de Estela, el 114. Sin embargo, aún inmersa en una felicidad sin límites, en esa conferencia Estela de Carlotto prometió seguir en la lucha para encontrar a los hijos de sus hijos, a la vez que dio ánimo a las abuelas que aún buscan a sus nietos: «Los chicos están; más lejos, más cerca, pero están esperando que los sigamos buscando. No se desanimen, ya les va a llegar el día del encuentro, porque la sociedad cada vez nos entiende más». Y agregó: «Esto es para los que todavía dicen “basta”, los que dudan si hacemos bien, los que pretenden que olvidemos como si nada hubiera pasado. Hay que seguir buscando».
Poco más de dos semanas después, llegó otra ratificación de que las Abuelas «hacen bien» en continuar su búsqueda. Carlotto anunciaba en conferencia de prensa que, en este caso una nieta, la 115, había recuperado su identidad. Y para sumar alegría al encuentro, se trataba de la hija del matrimonio Baratti De la Cuadra, nieta de la primera presidenta de Abuelas, Alicia Licha Zubasnabar de De la Cuadra. Licha falleció en 2008 a los 92 años, sin poder abrazar a su nieta, nacida en cautiverio en la Comisaría 5ª de La Plata y que, aunque en la actualidad vive en Europa, al enterarse de que había una causa abierta sobre su identidad, se presentó voluntariamente para la extracción de ADN.
A julio de 2007 se habían recibido en Abuelas, de acuerdo con el informe Niños desaparecidos, jóvenes localizados: en la Argentina desde 1975 a 2007, de Abuelas de Plaza de Mayo, un total de 242 denuncias de niños desaparecidos –secuestrados junto con sus padres o nacidos en cautiverio–, aunque, se estima en la publicación, «el miedo, el desconocimiento, y la desaparición de familias enteras, son factores que atentan contra una estimación más concreta del número real. Sin embargo, aún hoy se siguen recibiendo nuevas denuncias de niños apropiados, que conducen a la proyección de un total de 500 niños, ahora adultos, que sufrieron la sustracción de su identidad». Tras haber restituido la identidad de 115, cerca de 400 jóvenes son aún, como aseguran las Abuelas, «desaparecidos con vida».

Hay que seguir buscando. 115 nietos recuperaron su identidad. Sin embargo, resta aún encontrar más de 400 jóvenes. (Jorge Aloy)

«La repercusión a nivel nacional e internacional que tuvo la restitución del nieto de Estela –señala Roisinblit– demuestra que finalmente no estábamos equivocadas cuando hace 37 años empezamos a decir que queríamos que nos devuelvan a nuestros nietos, que nuestros nietos eran los desaparecidos con vida, que estábamos y estamos buscando la vida; que es distinto de las Madres de Plaza de Mayo. Yo también soy una Madre porque tengo una hija desaparecida, pero no es la misma posibilidad. La Abuela tiene esa esperanza». Una esperanza que impulsó la lucha de las Abuelas desde su origen y que aún pervive después de más de tres décadas y media.

 

Cambia, todo cambia
En otra conferencia de prensa –cuando las Abuelas anunciaron la restitución de la nieta 110– Estela de Carlotto y Rosa recordaron los primeros pasos de la búsqueda, en 1977. «Hace unos días –decía Carlotto– encontramos un papelito en el archivo, de los primeros tiempos, donde decía “la abuela tiene un lunar acá y la mamá también, entonces si era una nena ella lo debe tener”. Eso era cuando no teníamos el ADN», señalaba sonriendo.
Hoy Rosa, con 95 años, dueña de una lucidez y una fuerza sin parangón, sostiene, recordando aquellos primeros tiempos que «ya no somos aquellas pobres viejecitas del principio que no teníamos nada y que no sabíamos qué y cómo hacer. Ahora tenemos todos los elementos necesarios y seguramente ahora vamos a descubrir muchos más nietos y nietas por la cantidad de gente que está concurriendo a Abuelas».
Atrás quedaron los tiempos de búsqueda casi artesanal, sin ningún parámetro que las guiase en el trabajo diario de encontrar a aquellos niños que habían sido secuestrados con sus padres o nacido en cautiverio. Sin embargo, durante estos 37 años la búsqueda de las Abuelas fue enriqueciéndose, cambiando y sentando precedentes a nivel mundial. La comprobación de la identidad de los chicos a través del ADN y la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos (ver Índice de abuelidad) formaron parte de las estrategias que estas mujeres pusieron en marcha para encontrar a los hijos de sus hijos. En el ámbito jurídico –a nivel internacional–, los artículos 7, 8 y II de la Convención internacional sobre los Derechos del Niño, Niña y Adolescentes de 1989, la creación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) en 1992, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, fueron otros avances. Pero especialmente, el paso de los años las forzó a combinar y modificar estrategias de búsqueda. Los niños que las Abuelas comenzaron a buscar a fines de la década del 70, con el advenimiento del segundo gobierno democrático, se habían convertido en adolescentes y a fines de siglo, en jóvenes. «Las estrategias fueron cambiando de acuerdo con la edad de nuestros nietos, con la etapa que atravesaban, –señala Rosa– porque no es lo mismo buscar un bebé que un adulto. Fuimos superando las etapas, hacemos todo lo que podemos y nunca nos quedamos conformes, siempre buscamos más y más, tratando de que todo facilite encontrar la verdadera identidad de cada uno de nuestros nietos».

Primeros volantes. Cuando se buscaban bebés y niños. El tiempo modificó estrategias. (Gisela Viola/Sub.coop)

En el vigésimo aniversario de su fundación, las Abuelas cayeron en la cuenta de que sus nietos habían dejado atrás la niñez primero, y la adolescencia después. Eran jóvenes ya y pensaron que podían contar con ellos en su propia búsqueda. A partir de ese momento, comenzaron a pensar cómo generar espacios de reflexión, difusión y encuentro para que los «chicos» con dudas sobre su identidad pudieran acercarse. Era hora de comenzar una nueva etapa del denominado «efecto siembra»: una estrategia para que la sociedad conociera más sobre la problemática de los chicos apropiados. Pero parte de la cosecha ya estaba en la casa de las Abuelas: desde hacía unos años un grupo de nietos restituidos participaba de la búsqueda de los que aún faltaban.
A las charlas en colegios primarios, secundarios y universidades que las Abuelas venían llevando adelante desde 1984 con el doble objetivo de sembrar memoria y encontrar a los nietos desaparecidos, se sumaron en ese momento, instalaciones artísticas, festivales de rock –Rock por la Identidad–, Teatro por la Identidad (TxI), documentales televisivos y el apoyo y solidaridad de varios equipos de primera división del fútbol argentino, incluso de la Selección nacional en las eliminatorias para el Mundial de Francia 98. «Aquel primer Rock por la Identidad (en noviembre de 1997) rompió todos los pronósticos. Y desde ahí empezamos a usar la música y la cultura como un puente de comunicación para que las Abuelas difundieran su lucha, apuntando siempre a que el público que se acercara correspondiera a la franja de edad de los nietos», señala uno de los organizadores en el libro La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda.
Con las nuevas estrategias de difusión puestas en marcha y la convocatoria a los propios jóvenes que tenían dudas acerca de su identidad o sospechaban ser hijos de desaparecidos a acercarse a Abuelas, los llamados telefónicos y las visitas a la sede central comenzaron a crecer.

Campañas. Teatro, rock y arte como
puentes de comunicación.
(Jorge Aloy)

En 1999 hasta entonces Hernán, un joven que vivía en la ciudad bonaerense de Pergamino, se presentó en la CONADI para pedir que le realizaran un examen genético. Las personas que lo habían criado le habían revelado que no eran sus padres biológicos. En la adolescencia le contaron, además, que había llegado a su casa a través de una mujer policía que les aseguró que sus verdaderos padres habían muerto en un enfrentamiento. Con esos datos empezó a investigar. «En el Interior, en Pergamino, de las Abuelas no había escuchado, sí de las Madres pero no sabía que buscaban a sus nietos. De a poco fui leyendo en diarios. Hasta que un día me enteré de que existía la CONADI y el Banco de Datos Genéticos. Un año después me presenté», contó el chico a los medios. En octubre de 2000 llegaron los resultados de ADN: un índice de 99,99% comprobaba que era hijo de Enrique Horacio Cevasco y de María Delia Leiva; que fue secuestrado junto con su madre cuando tenía 3 meses, que se llamaba Gabriel Matías y que su padre vivía, lo supo a través de su archivo biográfico familiar, que las Abuelas reconstruyen recabando información de familiares, vecinos y amigos de los padres desaparecidos. Así Gabriel se convirtió en el primer nieto apropiado que se presentó de manera espontánea y realizó el proceso de restitución de su identidad a través de la CONADI. El primero de una larga lista.

«En Abuelas tenemos un grupo de trabajo relativamente nuevo que es el de Presentación Espontánea» cuenta Rosa. «Cuando los chicos se acercan por sí solos son atendidos por gente capacitada. A los que se estima que pueden ser jóvenes apropiados, se los manda a hacer un análisis de ADN y ahí sale la verdad. Es o no es. No hay ninguna duda».

 

Recambio
37 años son muchos y son muchas, también, las abuelas que comenzaron su lucha en los 70 y ya no están, otras están enfermas y todas son ancianas. «Hemos solucionado 115 casos, pero faltan 400 todavía y eso nos da mucha fuerza. Queremos hacer todo lo posible para encontrarlos, pero ya sabemos que nosotras somos muy viejitas y no vamos a llegar a encontrar a todos los que faltan», dice Rosa. «Pero estamos preparando el recambio, la gente joven que se va a ocupar, algunos nietos recuperados o hijos de desaparecidos que trabajan con nosotras. En la reunión de la Comisión Directiva de Abuelas, por estatuto tenemos que ser 13 integrantes, pero no tenemos 13 Abuelas ya, algunas han fallecido, otras están enfermas y ya no concurren, entonces decidimos integrar a algunos chicos, a dos. Pero antes de esto, los chicos iban, porque quieren estar presentes». En ese sentido, hace ya varios años, las Abuelas habían otorgado poder de voto en la Comisión a los nietos recuperados que no tuvieran abuelas. Y en junio de 2012 dieron un nuevo paso en el «traspaso generacional». Manuel Gonçalves Granada es el primer nieto restituido en integrar la Comisión Directiva de la institución. «Los hijos de nuestros hijos desaparecidos garantizan la continuidad de nuestra lucha», dijeron en aquel momento las Abuelas. Gonçalves, uno de los pocos nietos recuperados en la década de los 90, señaló que «las Abuelas nos enseñaron que esta lucha es larga. Corresponde de parte de aquellos que sabemos gracias a ellas quiénes somos, poner todo lo necesario para buscar y encontrar a los nietos que faltan. Nos haremos cargo de la responsabilidad de ese fin, conscientes de que jamás las podremos reemplazar, pero jamás podremos abandonarlas».

Marchas. Las movilizaciones por los
nietos desde el origen de Abuelas.
(Jorge Aloy)

Rosa Roisinblit. Lo que pretendemos
es devolverles su verdadera
identidad. (Juan Quiles)

Las Abuelas, en su mensuario, ratificaron los dichos de Manuel. «Con el paso del tiempo nuestros métodos de búsqueda cambiaron y nuestro andar es más pausado, pero nuestra lucha es inclaudicable. Tenemos la tranquilidad de saber que desde hace años los hijos de nuestros hijos desaparecidos se comprometen solidariamente en la búsqueda de los jóvenes que todavía no conocen su verdadera identidad, con la misma fuerza con que sus padres lucharon por construir un mundo más justo».
Distintas estrategias, nuevas metodologías, creación de instituciones oficiales proyectadas hacia la sociedad y también al Estado fueron dando frutos a través de los años. Sin embargo, es difícil saber si algún día los 400 nietos que aún falta recuperar se reencontrarán con sus raíces, con su historia, con su verdadera vida. Pero de algo sí se puede estar seguro, que la lucha de las Abuelas –que se prolongará en los hijos de sus hijos– se asienta hoy, como ayer y mañana, sobre tres ejes fundamentales: verdad, identidad y justicia. «Lo que queremos –asegura Rosa– es devolverles su verdadera identidad a los nietos apropiados, devolverles la libertad que les fue ocultada durante tantos años en que vivieron en una mentira. Pero queremos también que la Justicia se ocupe de juzgar a aquellos que se apropiaron de un niño y lo anotaron como propio. Que todos ellos paguen por sus delitos y vayan a cárceles comunes como cualquier otro delincuente. Eso es lo que exigimos, eso es lo que pedimos».

Mirta Quiles

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