Una nueva ola demócrata

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El partido experimenta un giro progresista con el renovado protagonismo de Bernie Sanders y tres jóvenes mujeres que ganan terreno en el Parlamento. Su programa de mejoras sociales desafía a la administración Trump.

Capitolio. Ocasio-Cortez, en el anuncio del proyecto productivo que prioriza el medio ambiente. (Loeb/AFP/Dachary)

A un año de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el Partido Demócrata cobija varias posiciones internas con la etiqueta de «socialismo», una definición exagerada que solo se entiende en los cánones de la política estadounidense. Le agregan «democrático», acaso para no resultar demasiado provocadores. No parece solo una suma de palabras. La nueva ola dentro de la principal fuerza opositora al presidente Donald Trump trae consignas progresistas: cobertura de salud universal, impuestos a la riqueza y a la renta para financiar prestaciones sociales, fomento a la educación pública y un combate efectivo contra la discriminación por raza, nivel económico, nacionalidad o elección sexual. Bernie Sanders, que ya lo había intentado en 2016, anunció que vuelve a estar en carrera para desalojar al Partido Republicano de la Casa Blanca. Es el emblema del progresismo dentro del sistema bipartidista, pero no está solo: tres mujeres ganan lugar entre los demócratas por su tarea parlamentaria. Una tiene ascendencia latina, las restantes son musulmanas: una con raíces en Somalia, la otra en Palestina.
«El socialismo está de moda nuevamente», publicó The Economist a mediados de febrero, al retomar el avance de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, pero, sobre todo, tras calificar como «una sensación» a Alexandria Ocasio-Cortez, la mujer más joven de la historia estadounidense en ocupar una banca en el Congreso. La legisladora demócrata, de 29 años y padres portorriqueños, empleada de una casa de comidas de Manhattan, había sido electa en Nueva York tras derrotar a Joe Crowley, uno de los congresistas más influyentes en Washington.  

Brigada diversa
Ocasio-Cortez se formó políticamente como voluntaria en la campaña de Sanders, hace cuatro años. Para su propia candidatura, se la veía repartir volantes por la Gran Manzana con un mensaje provocador: «Mujeres como yo no se postulan para un cargo público». Ganó. Y, lejos de cuidar la pax orgánica, cargó duramente contra el capitalismo. Lo calificó como «una ideología que prioriza el dinero y la acumulación por encima de todo, un sistema ni sustentable ni redimible». Ocasio-Cortez advirtió que las corporaciones tomaron nuestro gobierno».
Junto con Ocasio-Cortez, otras dos legisladoras demócratas conforman la avanzada progresista en el Parlamento. Se trata de Ilhan Omar y Rashida Tlaib. Omar tiene 37 años, nació en Somalia y tres lustros después su familia emigró a Estados Unidos. «Soy musulmana e inmigrante, no hay nada que pueda asustarme», explicó cuando se lanzó a la política. Tlaib tiene 42 años, es hija de padres palestinos. Al obtener su banca declaró que «cuando ves triunfar a una persona palestina con tu nombre y tu credo, te das cuenta de que el gobierno puede prohibirnos entrar al país, pero no puede prohibir que nos elijan».

Brooklyn. Inicio de campaña de Sanders. (Eisele/AFP/Dachary)

A las tres mujeres se las conoce como «la Brigada». Entre otros proyectos, llevaron al Congreso el llamado «Green New Deal» (Nuevo Trato Verde), una versión ambientalista del plan que Franklin Roosevelt –emblemático presidente del país del norte– lanzó en los años 30 para superar la terrible crisis económica de la época. Dijeron apoyar a los sectores productivos, pero establecieron que todo emprendimiento debe tener como prioridad el cuidado del planeta. Impulsaron eliminar las estructuras administrativas que traban el ingreso de extranjeros al país, propusieron considerar a la vivienda digna como derecho civil y garantizar un empleo federal para cada desocupado. Plantearon, además, que ningún trabajador reciba un salario menor a los 15 dólares la hora.

Patas para arriba
27 años después de que Bill Clinton, en plena contienda electoral, le advirtiera a George Bush padre que «es la economía, estúpido», Bernie Sanders sabe que para llegar al Salón Oval necesita postular transformaciones políticas de peso. Y por eso busca poner patas para arriba el sistema de administración. Al anunciar su candidatura explicó que no buscaba solo derrotar a Trump, sino también «constituir un gobierno basado en la justicia económica, social, racial y medioambiental». Señaló que Estados Unidos tiene la pobreza infantil más alta entre los países de mayor desarrollo, denunció que la mitad de los ancianos no tiene jubilación y la mayoría de los estudiantes no puede permitirse traspasar las fronteras del colegio secundario. «Con los 861 millones de dólares que Trump agrega al presupuesto militar este año, podríamos hacer que las escuelas públicas y universidades sean gratuitas por una década», agregó. Sin embargo, dentro del Partido Demócrata existen fuertes críticas a la corriente liderada por Sanders calificándola de «radicalizada». Muchos, además, sostienen que en algunos estados predominan candidatos con discursos más moderados, lo cual es clave para ganar la elección.
En la Casa Blanca parecen cómodos con el giro a la izquierda que lucen algunos de sus adversarios demócratas. El presidente Trump aseguró que «el futuro pertenece a aquellos que creen en la libertad; Estados Unidos nunca será un país socialista». Y repitió la palabra «Venezuela» para ganar simpatías de algunos sectores medios. Sin embargo, encuestadores y analistas empiezan a hablar de un «socialismo millennial»: jóvenes que ya no se desvelan con el sueño americano y pueden ser la pesadilla del capitalismo en la próxima elección.

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