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Una relación particular

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En el horizonte de la diversidad asoma una nueva minoría. Quienes la conforman se definen como asexuales y aseguran que carecen de deseo. ¿Patología o libertad de elección?

 

Elección. Quienes integran esta incipiente comunidad sostienen que no se reprimen sino que simplemente no sienten atracción sexual. Las redes sociales, un lugar de encuentro. (Jorge Aloy)

No esperan conocer a la persona ideal ni tienen complejos con su cuerpo. Aseguran que no vivieron experiencias traumáticas en la infancia que los hayan llevado a reprimirse. Algunos se enamoraron pero sostienen que no cambiaron su esencia: son «asexuales». Toman las redes sociales como plataforma para encontrarse lejos de los prejuicios de una sociedad en la que, según ellos mismos aseguran, ser exitoso tiene mucho que ver con la vida sexual. Sostienen que no sienten esa atracción pero sí pueden ser «apasionados» en otros aspectos, como el laboral. Lo que para la sexología todavía se encuentra muy cerca de lo patológico, para sus representantes es una forma más de identidad.
«Mi novio me pide tener relaciones y yo no quiero», «Dejé de sentirme atraído por mi pareja», «Me enamoré de una persona sexual y yo no lo soy» están entre los comentarios más habituales en los grupos online que comenzaron a gestarse desde que el estadounidense David Jay creó la Red para la Educación y la Visibilidad de la Asexualidad (AVEN, por sus siglas en inglés), en 2001. Para muchos fue el único sitio donde compartir lo que les pasaba sin ser catalogados como «raros» o recibir consejos de «no perderse» los placeres carnales.
No se sienten del todo integrados a la sociedad porque, dicen, su forma de vida cuestiona la vinculación entre sexualidad y felicidad o éxito que circulacomo un valor dominante, sobre todo desde los medios. «Estoy segura de que con el tiempo admitirán que el sexo no tiene por qué ser una necesidad básica. Ese imperativo social que marca que está bien tener mucho sexo con el tiempo se irá suavizando», considera Saiko, una española que se conecta con nuestro país a través de Internet.
Incluso desde la sexología coinciden en esa observación. «Vivimos en una cultura donde es dominante la actividad sexual asociada con la frecuencia y la cantidad», evalúa Norberto Litvinoff, psicólogo egresado de la UBA y sexólogo. «Nuestra sociedad está muy marcada por el “número”», reflexiona. Así como tener bastante dinero está asociado con el ideal del ser para muchas personas, también tener «bastante» sexo habla de lo competitivo que puede ser alguien en el terreno de las relaciones sociales. «La sociedad te valora por la cantidad de novios que tuviste, cuándo debutaste, a cuántos te levantaste, cuántas veces lo hacés en la semana», explicita Yovi, una integrante argentina de los grupos AVEN que se reúnen en la Web y que prefirió reservar su nombre real.
Sexo y amor ya no forman parte de una dupla que se dé en todos los encuentros íntimos porque, a diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, las relaciones sexuales ocasionales, sin afecto, son frecuentes y socialmente aceptadas. Para los que se reconocen como asexuales, también puede existir la fórmula inversa: amor sin sexo. «Como persona, yo deseo. Pero deposito mis ganas en completar mis estudios, ser exitosa en mis emprendimientos, disfrutar de mis hobbies. Tengo un gran número de cosas que amo y anhelo, por las que lucho y me esfuerzo todos los días, pero lo sexual sencillamente no entra en la lista. ¿Para qué esforzarme por algo que no me interesa en primer lugar?», resume Sabrina Canessa, administradora de la página «Yo también soy asexual – Argentina». Algo tan sencillo como una manera en particular de relacionarse.
A la hora de las definiciones, para muchos se trata de «la cuarta identidad sexual en el siglo XXI, junto con la hétero, homo y bisexualidad», señala un porteño de 23 años que estudia Comercio Internacional y se apoda János en las redes sociales. Quienes coinciden sostienen que es algo intrínseco a cada persona, que no se puede elegir sino que viene con cada uno. Pero también están los que creen que la suya es una orientación, precisamente porque entienden como identidad el hecho de identificarse con algún genero y sentir afecto por personas del mismo sexo o del otro, de otro o de varios, que es algo que subyace más allá de una ligadura física.

 

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«No se puede hablar de lesbianas, gays o héteros en la asexualidad porque dichas orientaciones responden a la atracción sexual, pero sí se puede hablar de “atracción romántica”, enamorarse, buscar novio o pareja sin atracción sexual», explica Yovi. Hay quienes son “a-románticos” porque no sienten la necesidad de vincularse desde el amor y formar parejas, lo que no les impide querer a amigos o familiares. Los que sí buscan amor sin sexo son, en función de a qué género dirigen esa seducción platónica, «heterorománticos», «homorománticos» o «birománticos». A ellos les surge la dificultad de decidir qué hacer si forman una pareja con alguien que espera tener sexo. Muchos suelen aceptar algún encuentro sexual en nombre del respeto por las necesidades del otro.
Estigmas, prejuicios e incompresión son las reacciones que suelen encontrar los asexuales en una sociedad que, al menos desde su punto de vista, sobrevalora la sexualidad. «Los asexuales, a menudo, somos vistos como enfermos. Nos recomendaron asistir a psicólogos, psiquiatras, neurólogos, sexólogos. Hasta nos aconsejan hacer votos religiosos, como si ser asexual implicara ser célibe. Si un hombre no gusta de las relaciones sexuales, es que es “homosexual reprimido”; si se trata de una mujer, es una “histérica”», sintetiza la española Saiko.
Los motes peyorativos que suelen recibir llevaron a muchos a reservar para su grupo más cercano la verdad sobre su identidad «para no tener que lidiar con comentarios feos» o para preservar a hijos, hijas o ex parejas. En gran parte de los casos, la certeza sobre su identidad se fue consolidando de a poco.
«Ya en la escuela primaria tenía una perspectiva muy distinta hacia los chicos con respecto al resto de mis compañeras. Mientras ellas conversaban de novios y de coqueteos, yo me mantenía al margen porque no lograba entender de qué hablaban. Conforme crecí, mi entorno me hacía sentir que tenía un problema, que era una “rara”», describe Yovi. En ese camino de búsqueda, llegó a preguntarse si no le gustaban las mujeres, porque su experiencia con hombres le resultaba «tan llamativa como ir a trabajar cuando no te queda otra», compara. A Saiko le costó compartir lo que le pasaba con su círculo de confianza: «Una vez se lo conté a mi madre y se puso tan “catastrofista” que le tuve que mentir y decirle que era una broma. Mi padre directamente no cree que los asexuales existan, sino que deben ser gente con problemas hormonales. Y no es así».
Hay riesgos que van de la mano de esas calificaciones agresivas, como la de negar lo que realmente sienten para ser parte del «resto» de la sociedad, lo que sucede sobre todo si la persona todavía no reunió la información o el coraje para reconocerse como asexual. Como la mayoría cuida que ese costado de su vida se circunscriba a la intimidad, no suelen conocerse casos de personas discriminadas, por ejemplo, en el ámbito laboral por no tener sexo, pero sí en los niveles interpersonales.
Para la incipiente comunidad asexual, la pregunta ya está respondida. Pero no sucede igual con muchos sexólogos y psicólogos. «No hay una explicación causal, un por qué del no sentir atracción por otras personas. Se debe entender desde la mirada de la diversidad por la que cada persona hace lo que quiere en su intimidad, siempre que no se dañe a sí mismo o a terceros», aclara Litvinoff. Sin embargo, el sexo es un «plus de goce» para la vida, por lo que no contar con él «puede ser lamentable y a veces fatal desde el punto de vista de la salud mental y corporal», entiende el fundador de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH).

 

Número y tiempo
Según su perspectiva, la negativa a mantener relaciones se basa en una represión que tiene una raigambre religiosa o «proviene de un trauma o una represión de la infancia», una postura que desde AVEN niegan categóricamente. «Admito que puede haber personas que no tienen deseo sexual, como que hay algunas muy altas y otras muy bajas, o algunas delgadas y otras obesas», plantea; sin embargo, coloca ese comportamiento en el orden de la «excepción». «Si la persona siente “dolor o sufrimiento” al negarse a tener relaciones, puede ser un indicador de que hubo algo en su historia que la marcó y opera desde el inconsciente hasta impedir el desarrollo de su intimidad», agrega.
Sin embargo, no hay una definición acabada sobre la materia. Desde el colectivo de asexuales, entienden que lo que les pasa es «algo intrínseco del individuo, no un síndrome ni un trastorno ni una enfermedad. Se da desde el nacimiento, por tanto es probable que tenga que ver el factor biológico», señala Saiko. Según un informe elaborado por Luis Álvarez Munárriz, catedrático de la Universidad de Murcia, «se está revisando el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) y se tiene en cuenta esta nueva concepción de la sexualidad. Ese cambio propició que en el campo del saber ya se reconozca la necesidad y la importancia de realizar estudios científicos sobre este grupo social». En tanto, algunos profesionales dudan de lo saludable de esta forma de vida pero la aceptan en nombre de los derechos de cada persona a decidir cómo desarrollar –o no– su vida sexual.
«Número y tiempo», sintetiza Canessa a los motivos por los que la comunidad asexual aún no es reconocida como una característica más de la diversidad, como ya logró tras décadas de lucha el movimiento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans). «Somos apenas entre el 1 y el 3% de la población mundial», precisa, a partir de las estadísticas que circulan en AVEN. «Mucha gente considera que, por ser tan pocos, no merecemos que se nos tenga en cuenta», observa. La otra cuestión es que hace muy poco –apenas una década– que comenzó a hablarse del tema. Para los miembros de la incipiente comunidad «sin sexo», es un plazo suficiente para poder liberarse de los estereotipos negativos cuando deciden «salir del closet».

Noelia Leiva

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